Sergio Puglia: "Hay gente que dice que tengo que hacer política pero todavía no se ha dado"

Compartir esta noticia
Sergio Puglia

Vea el video

El cocinero y comunicador tiene un nuevo emprendimiento, Universo Puglia, pero en esta charla habla de todo un poco y realiza una visita guiada por su apartamento céntrico para El País

—Siempre que hablamos está en proyectos de gran porte. 

—No hay que parar. El otro día, un amigo me decía: “Ay, Sergio, a nuestra edad tenemos que empezar a poner la pata en el freno”. Ni loco: parar a esta edad es convertirse en un viejo choto. Estar en acción significa estar vivo. Tengo dos proyectos más y me gustaría hacer otras cosas en televisión.

—Es periodista, empresario, personalidad de los medios, cocinero. ¿Si algún día se le ocurriera descansar, cuál descartaría primero?

—Nunca me hago esa pregunta. El empresario es más Horacio (su esposo) que yo y por eso puedo jugar con la parte creativa. Nunca pensé ser un comunicador hasta que me lo dijo gente que sabía (como “Cochile” Scheck) y fui por ahí. Tampoco creo ser un periodista. Lo que tengo es un background cultural y de vida. He sido un estudioso de la política y tuve la suerte de estar rodeado de gente de fuste. Mis charlas con Eduardo Víctor Haedo, Ferreira Aldunate, Carlos Julio Pereyra, Seregni, Sanguinetti, Lacalle Herrera eran fantásticas. A eso sumale que he podido desarrollar una capacidad de memoria y de relato que capaz me permiten estar sentado con un estadista o una gran actriz. El teatro, por ejemplo, ha sido una de mis grandes pasiones, y me dio relaciones afectivas con Ducho Sfeir, China Zorrilla, Maruja Santullo, Sergio Otermin, Elena Zuasti, Taco Larreta. Y mis charlas con Manuel Claps, Reyes Abbadie, Carlos Vaz Ferreira. Con esa gente alrededor uno fue una especie de esponja.

—Es una generación que se ha perdido.

—Me he transformado en un dinosaurio y me voy quedando solito en un estilo de personalidad que Uruguay, sí, está perdiendo.

—¿Siente que hay una degradación cultural?

—No. Hay un cambio. Es cierto que hay un descenso de los intereses, de la capacidad de escucha y del manejo de la información porque le gente prefiere que le den todo digerido. Yo tenía que estudiar Derecho Romano y me decían “vaya a la biblioteca” y yo iba, sacaba apuntes y en esa acción ya estaban quedando en mí un montón de cosas. Entonces cuando comparamos aquel mundo y este uno dice que descendió, pero capaz que lo que hizo fue cambiar y el descenso hay que convertirlo en un handicap para de alguna forma tratar de modificarlo. Entraron a jugar los medios, las redes, la tecnología, un montón de cosas que nosotros tuvimos que empezar a aprender. Mi época era otra y aquel mundo terminó.

—Este nuevo mundo viene con nuevas formas de comunicación. Las redes sociales, por ejemplo...

—Soy una de las personas con más bullying cibernético. Un personaje público está al borde del precipicio y sabe que puedes tener crítica o aplausos pero otra cosa es cuando llegan a desearte la muerte. Hice un estudio con abogados, sociólogos y psicólogos para saber qué es lo que está pasando conmigo. Eso me ayudó a descubrir que tenía una incidencia a nivel popular que no creí tener: sin saberlo me había transformado en un referente al que no perdonan que haya tomado posición política siendo un hombre público. Eso, una sociedad binaria no te lo perdona. Y además de todo está el descenso en el nivel de la conversación y la comunicación.

—Cuando se descubrió un referente, ¿se asustó?

—Me asustó mucho y estuve a punto de cerrar todas las redes y no meterme más en el asunto. Pero es lo que quieren: buscan acallarme como cuando hicieron bullying para que los empresarios dejaran de tenerme como referente publicitario. Ha sido así desde que firmé una carta de apoyo a la fórmula que hoy gobierna.

—Y arengó con un “Viva el Partido Nacional, carajo”...

—Decime una cosa. ¿No hay gente que dice “viva el Frente Amplio”? ¿Que defiende al Frente Amplio y lo transforma en adalid de la perfección? Yo me callé la boca durante 50 años y un día se me ocurrió decir lo que soy hace 72 años: blanco. Vengo de una familia blanca, a mi abuela paterna le decían “la blanquilla de la Unión” y era una líder política. ¿Así que ellos tienen autoridad para decir lo que piensan y yo no?

—¿Le ofrecieron entrar en política?

—No, pero hay gente que me dice que tengo que hacer política, que a partir de todo lo que está sucediendo en los últimos años podría perfectamente empezar a hacer política. Pero todavía no se ha dado. Cuando renunció (el ministro de Turismo, Germán) Cardoso todo el mundo decía que el futuro ministro iba a ser yo. Ya antes cuando asumió este gobierno pero nunca nadie me ofreció nada.

—¿Hubiera agarrado?

—Sí, porque me parece un lugar fantástico esa unión que tiene que existir entre el mundo de lo privado y el Estado generando una política de identidad, de entretejido, crecimiento para tener un prestigio turístico. Eso sí, no vendería solo el Uruguay. Convocaría a los ministros de la región y les diría que tenemos que vender el continente y tratar por todos los medios de que América tenga una presencia mucho más contundente en Europa y en los mercados internacionales para que la gente empiece a conocer el continente para después vender los países. Tenemos que trabajar en forma individual, pero mejor si trabajamos en conjunto.

—Siempre estamos hablando de los haters pero también debe recibir muchas pruebas de cariño.

—Gracias a Dios. Un gran amigo me dijo el día que sufrí el primer palazo: “Ojo es más la gente que te quiere que la que te odia”. Ese fue el motor por el cual yo seguí. Siento que es mucho más la gente que me quiere que la que me odia y es esa gente la que me sostiene y es esa gente la que me permite seguir siendo auténticamente yo y a la que me debo y a la que le tengo que dar gracias por permitirme desarrollarme en lo que me gusta. Y son los que, por ejemplo, me reciben con tanto cariño en el Interior.

—Justo fue criticado por ir al Carnaval de Melo pagado por el gobierno departamental.

—Si soy una figura y me contrataron, ¿por qué no voy a poder ir? Es parte de mi fuente de trabajo.

—Le sirvió para lucir un traje con brillantina.

—¡Con lentejuelas! Fui el primer hombre en la historia del Carnaval de Melo que se vistió para el desfile: los demás desfilan de vaquero y camisa o con un traje de oficina. Yo me puse traje de carnaval y todo el mundo me ovacionó.

—¿Cuánto le cambió la popularidad un fenómeno como Masterchef?

—Era una persona conocida, con prestigio en los medios tanto en la radio como en la televisión pero siempre de nicho. Era conocido y pertenecía a, como yo digo, un “jetaset” pero no tenía la cosa masiva que me dio Masterchef, un programa que, además, se transformó en un objeto catalizador de cambio de la televisión nacional. Volvió a sentar a la familia frente al televisor y le dio una producción del nivel que se veía en cualquier lugar del mundo. Y la gente descubrió en mí un rol que es el del docente que yo hice durante 25 años y que la gente no conocía.

—¿Y cómo se siente en Polémica en el bar?

—Una vez me dijo Chiquita (o sea Mirtha Legrand): “Sergio, llega un momento en el que uno -por los años, por la vida, por la experiencia- está más allá del bien y del mal”. Entonces, uno se atreve a decir cosas que antes no decía y que a veces son un disparate y a veces son verdades. Verdades de uno que no tienen por qué ser universales. Y polemizar no significa pelearse o matarse, significa intercambio y confrontación de ideas. A la gente le asusta la polémica. Y lo único que pido, entonces, es que me respeten, no que acepten lo que digo. Alguien puede pensar diferente a mí y yo no tengo ni por qué catequizar ni obligar a que piense como yo, pero sí le tengo que pedir que me respete como yo respeto a los demás.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar