Esta entrevista fue originalmente publicada el domingo 28 de enero.
"Susana cumple 80”, se vuelve un oximoron cuando uno la ve así tan espléndida, tan jovial, tan vital, tan lejos de los estereotipos. “Me siento de 40”, le cuenta a El País y es imposible contradecirla.
Pero sí, Susana Giménez, la conductora, actriz, la estrella, cumple 80 años que la encuentran cerrando etapas y planeando nuevos proyectos. Como si tuviera 40.
Ayer, por ejemplo, se despedía de los escenarios teatrales -a los que se subió por primera vez en 1971 y en los que protagonizó varios de sus grandes éxitos- en Enjoy de Punta del Este con Piel de Judas, una obra recurrente en su carrera.
Para celebrar esos dos acontecimientos, Susana -el nombre de pila que solo puede referirse a ella- accedió a contestar algunas preguntas de El País.
—Antes de empezar y para saber por dónde no ir, ¿hay algún tema del que no le guste hablar?
—No me gusta mucho hablar de política. La política ya sabemos cómo es, más en Argentina, así que prefiero no hablar, aunque si hay que hacerlo, lo hago. Prefiero hablar del tema de las mujeres tan desprotegidas, de los crímenes que hay. Cuando tenía mi revista me dedicaba mucho a eso, a hablarles a las mujeres y decirles que si son golpeadas una vez y lo toleran, van a ser golpeadas el resto de su vida, hasta que se vayan de la casa, hasta que tomen esa decisión. Me dedicaba más a ese tipo de asuntos sociales.
—Finalizó la temporada de Piel de Judas en Punta del Este, ¿cómo se siente por despedirse de los escenarios? ¿Le dieron ganas de seguir actuando en el teatro luego de la repercusión de esta comedia?
—Sí. Me da lástima dejarla porque me divierto muchísimo, y para mi ese es uno de los secretos de la comedia: hay que divertirse y sentir que lo que estás diciendo es gracioso, que todo pega. Eso provoca un poco de nostalgia, pero ya no puedo más. Hice demasiado teatro. En la época, además, en que se hacían dos funciones por día, todos los días. En la revista eran tres los sábados y tres los domingos. Estoy como cansada. Por suerte y gracias a Dios tengo buena salud, pero cuando te sentís mal, tenés que ir al teatro pase lo que pase, porque faltar es horrible. Siempre pienso en la gente que fue a la peluquería, se arregló, que tiene ilusión de ver la comedia, de verme, y cuando llega le dicen: “No, la señora fulana de tal no trabaja hoy porque está enferma”. Así que me retiro con un poco de nostalgia, pero también con relax, como diciendo, woow, ya está.
—Igual, este año vuelve a la televisión.
—Creo que voy a volver. Siempre dije que cuando los Kirchner se fueran volvía. Ahora está un poco caída la tele en lo económico aunque no en todos los programas. Veía lo que hacíamos antes y era todo tan lujoso, tan perfecto. Teníamos plata para hacer todas las escenografías increíbles de los musicales, la ropa de las chicas, todo tenía brillantes. Eso cambió un poco, ya lo estamos viendo, pero bueno, veremos lo que hay que hacer. Esas reuniones las tengo en marzo para empezar en junio o julio. En el último tiempo hice los últimos seis meses del año, no nueve meses como hice 35 años seguidos. Una locura.
—¿Qué es lo que más le gusta de hacer su programa?
—Depende. Hay días que me gusta el invitado, siempre fabuloso, talentoso o prestigioso. Y hay cosas que te quedan grabadas en tu corazón. No puedo elegir uno, pero si tuviera que elegir, sería René Favaloro. Fue uno de los reportajes que más me emocionó: terminamos los dos llorando, abrazados. Era un personaje único e irrepetible. Lo único que quiero ahora es que haya una calle o una avenida con su nombre. No puede ser que el médico que inventó el bypass, que salvó a millones de personas, se haya tenido que suicidar, porque no le pagaban su tratamiento. Un desastre. Me dedicaría a pensar qué le podemos dar, además colaborar con su fundación.
—¿Hay alguien que le quedó pendiente de entrevistar?
—Entrevisté realmente a todo el mundo. Quizá, la Madre Teresa. Nos recibía, habíamos dicho que sí, pero el programa entonces era diario, y no podía irme a la India para hacer una nota y volver. Necesitas por lo menos cuatro días, porque es un viaje impresionante. Lo hice después, sin tener la presión de volver cuando fuimos, justamente, a pasar mi cumpleaños. Estábamos con Marley haciendo su programa, lo acompañé y lo festejamos en Varanasi, en lo de la Madre Teresa, quien ya no estaba pero su misión sigue por todos lados con esos lugares donde recogen chiquitos con enfermedades o de la calle. Fue una cosa triste y emocionante. ¡Me quería traer uno! Me acuerdo que tenía un saquito amarillo, tendría un mes, y digo, “Ay, Dios mío, ¡cómo me lo llevaría!” Pero era un lío de papeles y cosas y estábamos filmando y teníamos que seguir.
—Y mañana cumple 80, ¿se siente de esa edad?
—Mi invitación de cumpleaños dice “Ni yo me lo creo”. Y es la verdad: me siento de 40. Tengo la misma energía, gracias a Dios, que siempre he tenido. Ochenta es una cifra que me asusta, porque jamás pensás cuando sos joven, que vas a llegar a una edad así. Como que le pasa a otros. Pero todo llega, ¿no? Y como me decían las Legrand: “si no cumplís es porque estás muerto, así que es mejor cumplir”.
—¡Va a celebrarlo en Uruguay!
—Sí, en La Mary. Todos los años me iba para mi cumpleaños, por lo general a Nueva York y así veía todas las obras de teatro. Estaba lejos y era como no cumplirlos. Ahora voy a hacer una fiesta no muy grande con mis allegados. Al principio pensaba ir a Buenos Aires y alquilar un lugar enorme, un palacete, pensé en el Sans Souci, pero después dije: “esa es una movida que me va a dejar de cama, no puedo”. Así que lo hago acá con menos invitados, pero con la gente que ha estado cerca de mí toda la vida.
—Perdón la curiosidad, y aunque me dijo que no le gusta hablar de política, ¿estará el presidente Lacalle Pou?
—Me encantaría, porque lo admiro como loca. Es un presidentazo que ha representado a Uruguay de una manera increíble. Cuando lo conocí me pareció divertidísimo. Lo invité a mi casa, sin protocolo, y llegó con un amigo en una camioneta sin custodia, motos, sin nada, y yo dije, “Ay Dios mío, qué maravilla este hombre”. Lo admiro profundamente. Ahora no me animé a invitarlo, porque pensé que se iba a sentir presionado, pero lo admiro muchísimo y él lo sabe.
—¿Cuál es el cumpleaños que más recuerda?
—Mis 15. Vivíamos en Martínez y mis padres hicieron un asado en el jardín de casa. Me lo acuerdo porque mi perro me mordió el cuello. Y eso que lo había criado toda la vida, pero era medio loco el pobre. No podía creer que mis 15 años me pasara eso.
—¿Cuál ha sido el regalo más especial que le han hecho?
—Uff, no puedo elegir. Me han regalado tantas cosas maravillosas y no te hablo solamente de dinero: te hablo de amor. La gente me escribe cosas increíbles que me hacen sentir orgullosa de haber trabajado tantos años y haber generado este amor de toda América Latina.
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