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Puerto Luna cierra puertas

| Pese a su prestigio, el grupo Trenes & Lunas no encontró apoyo a nivel de Ministerio e Intendencia

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La sala teatral Puerto Luna cerrará sus puertas a partir del próximo lunes. Ubicada en Julio Herrera y Obes 1239, casi Canelones, la casona que tiene un impresionante subsuelo donde se realizaban los espectáculos, había sido alquilada en 1995 por un grupo de entusiastas liderados por Iván Solarich para realizar una propuesta comprometida con la creación teatral en sus formas más libres y experimentales.

Esa conducta comprometida supo ser reconocida por distintas personalidades, desde el cantante León Gieco hasta referentes ineludibles de la cultura uruguaya como Nelly Goitiño, que este año estrenó una obra en ese lugar.

Pero las deudas financieras combinadas con otros factores pudieron más. Al iniciar sus actividades, el grupo Trenes & Lunas buscó el apoyo generoso de adherentes. Después practicó la tradicional boletería que con el tiempo se transformó en entrada voluntaria o "a la gorra" como la llamaron. En ese tiempo el grupo había conseguido reconocimientos desde instituciones culturales extranjeras que operan en Uruguay (caso del Instituto Goethe) y estrechó lazos con colegas de otros países, como ocurrió recientemente con españoles. Ese prestigio, empero, no fue suficiente para que obtuvieran cierta estabilidad económica.

"Quienes tienen el rol de administrar la cultura, saben que el teatro de arte —igual que la educación— no es un negocio. Y que no es un problema de mercado, ni del posicionamiento, ni del producto adecuado", afirma Ivan Solarich en la carta que comunica el cierre de la casa. "El teatro de arte, ni en el Uruguay ni en ningún país del mundo, se sustenta con su propia taquilla", agrega. "En el camino tuvimos que vender una casa particular para seguir".

La gravedad de la situación económica los condujo a varias entrevistas con jerarcas nacionales y municipales. De todo ello surgieron apenas diez mil pesos dados por el Ministerio de Educación y Cultura. "Francamente, no dudo de la buena intención del profesor Agustín Courtoisie ni del Dr. Gonzalo Carámbula", aclara Solarich para de inmediato realizar una afirmación entre crítica y dolorida: "Tampoco igualo programas y concreciones". Con esa frase, el actor y director hace una salvedad sobre el valor de la experiencia Puerto Luna. Porque no se trató de una propuesta teatral más sino de la única iniciativa nueva que se plasmó en la inmediata pos dictadura y pudo mantenerse en el tiempo gracias a la calidad manifestada.

La mirada crítica de Solarich se explicita en dos acusaciones. La primera hacia el Ministerio de Educación y Cultura: "es en este último período que el MEC desguaza la actividad teatral que había generado a partir del 85, en particular en el Interior. Como ejemplo menciono el proyecto Cultura en Obra y los Talleres de Formación. Apenas dos montajes en un año (con inversión de 3.200 dólares, sic), a través de su Casa de Comedia dirigida por Carlos Aguilera y no por ausencia de proyectos en su formación". La segunda va dirigida hacia la Intendencia de Montevideo: "que los sectores más claramente identificados con una actitud de riesgo y experimentación teatral, definidos por la búsqueda de nuevos lenguajes, hayan estado permanentemente ignorados, responde por lo menos, a una profunda miopía y torpeza".

Tras lamentar el hecho de que "con un poquito (tanto que avergüenza cuantificarlo) se corregía una situación injusta", el teatrero exclama sobre esta experiencia que concluye: "Ojalá pudiéramos plebiscitar su existencia entre espectadores y colegas del teatro y otras disciplinas. Me atendría absolutamente a lo que resultara de esa opinión. Sé que puedo dormir tranquilo. Conozco el resultado".

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