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Este viernes se estrena la segunda mitad de la cuarta y última temporada de una de las mejores series de Netflix, con Jason Bateman, Julia Garner y Laura Linney
Hay, en la vorágine de tendencias y fenómenos y números de audiencia de escala millonaria, algo de culto que rodea al universo de Ozark. No se ganó un lugar en el ranking histórico de la plataforma ni ameritó esas grandes campañas de expectativa que impulsa el servicio, pero una valoración de 8,5 puntos en IMDb y unos cuantos premios, entre los Emmy y los del Sindicato de Actores o Guionistas, hablan por ella. Y en las redes sociales nunca falta el que le declara su amor.
Que es la mejor de los últimos años. Que es la más destacada desde la icónica Breaking Bad. Que es increíble. Que es buenísima. Que qué pedazo de serie. Que es la más infravalorada de todas. Que no hay cómo arrepentirse de verla. Que una vez que se entra en su mundo no es posible o, más bien, ya no se quiere salir de ahí. Y que se merece un final grande. Gigante. Inmenso.
Si el deseo final se cumplirá o no, los espectadores podrán descubrirlo hoy. La historia de Ozark se completará con la segunda parte de la cuarta y última temporada de la serie, que llegará este viernes para abrochar, en Netflix, el ciclo inaugurado a fines de enero. Siete episodios definirán la suerte de la familia Byrde y su especialmente turbio entorno.
Ozark cuenta la historia de una familia de apariencia tranquila, pero que de corriente y de común no tiene nada. A la cabeza está Jason Bateman como Marty Byrde, el empleado de una firma de consejeros financieros que, en 2007, comienza a lavar dinero para un cártel mexicano.
En la peligrosa aventura lo acompañará su esposa Wendy (Laura Linney), que una vez instalada en la zona montañosa del título, los Ozarks, se vuelve clave para el negocio. La trama involucra a dos hijos, Charlotte y Jonah, que tendrán su implicancia en todo este drama.
Y frente a los Byrde está Ruth Langmore (Julia Garner), una joven de apenas 19 años para cuando todo este relato se ponga a andar, que se convertirá en pieza clave en el negocio criminal. Ruth tiene antecedentes complejos y tomará las riendas de parte de la empresa de Marty. Será complicado.
Esa es, en resumidas cuentas, la base de Ozark libre de spoilers, y el disparador para una ficción que tras su manto delictivo está hablando de la familia, del capitalismo y de las diferentes estrategias de supervivencia, de uno mismo pero también del círculo íntimo, de los afectos. De las decisiones que tomamos: por nosotros, por los otros, por el lugar que ocupamos y
que queremos ocupar.
“¿Por qué pones a los demás antes que a tu familia?”, reclama Wendy a Marty en el impactante avance de los capítulos finales. En la vereda de enfrente y en su peor versión, Ruth exige saber si de verdad este hombre cree que todo lo que hace es para poder proteger a los suyos.
En el medio, el señor Byrde reconoce que está en peligro, que tiene miedo y que está cansado. “Estoy harto de tener sangre en las manos”, dice y es la frase que abre el camino hacia esta despedida. Tras todo el dolor, la muerte y el riesgo que han rodeado a estos personajes, fundamentales para la carrera de todos sus protagonistas, el final feliz está muy lejos de ser una probabilidad para los Byrde. La tragedia sobrevuela.
Para Jason Bateman, sin embargo, Marty ha sido fuente de alegrías que confirmó, a escala mundial, su capacidad para construcciones así de perturbadoras. No es solo una cara de comedia ligera del tipo Arrested Development, Quiero matar a mi jefe o Noche de juegos, y eso quedó claro con el premio del Sindicato de Actores que ganó, a mejor actor dramático, tras la primera temporada de Ozark, serie que además dirigió.
Para Julia Garner, el de Ruth Langmore ha sido un papel consagratorio. Lejos estaba, cuando desembarcó en Netflix con Ozark, la viralidad de Inventando a Anna, la miniserie sobre la historia real de Anna Delvey que se convirtió en uno de los grandes hitos del último tiempo. Si buena parte del mundo descubrió su trabajo por esa puerta de entrada, quizás el final de Ozark sea la ocasión ideal para que rezagados puedan empezar de cero.
Y para Laura Liney, fue otro trabajo por todo lo alto en una carrera que le valió tres nominaciones al Oscar —por Puedes contar conmigo; Kinsey, el científico del sexo y Savages— más cuatro premios Emmy y dos Globos de Oro, los más recientes por The Big C. Fue su último brillo televisivo antes de que esta oscuridad la absorbiera para sacar lo mejor de sí.
Después del adiós, cada uno emprenderá nuevos caminos y los fanáticos encontrarán, seguro, una nueva historia a la que dedicarle sus mejores elogios. Pero el culto seguirá y todo indica que el tiempo pondrá a Ozark donde se merece: un sitial alto en el abundante palacio del streaming.