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William Levy y Laura Londoño protagonizan la remake de la telenovela colombiana de 1994, que llegó a Netflix y es lo más visto por los uruguayos
La idea de comparar la nueva versión de la telenovela Café con aroma de mujer, disponible desde la semana pasada en Netflix, con la original estrenada en 1994, comenzó con más de un prejuicio.
La flamante serie que ayer era lo más visto en Netflix por el público uruguayo, y lo segundo más visto en Argentina, fue producida por el canal colombiano RCN —el generador de la primera—, y la cadena Telemundo, una especialista en emitir contenido hablado en castellano para sus espectadores latinos residentes en los Estados Unidos.
Las razones de un rechazo preventivo sobran: la telenovela de 1994 que fue creada por Fernando Gaitán, talentoso guionista fallecido en 2019, inició el período de culebrones rupturistas que unos años después el mismo autor consiguió llevar a su punto más alto con su otra famosa producción, Yo soy Betty, la fea, tenía una identidad y sensibilidad tan colombianas que parecía imposible que el experimento de Telemundo le hiciera justicia.
Además, parte del enorme éxito de la novela se debía a su protagonista, Margarita Rosa de Francisco, y sin ella, el personaje de Gaviota no podía volar tan alto como le pedía su canción, que también suena en la nueva tira filmada en brillante HD. Más definición, pero menos corazón.
Hay algo en la historia de amor entre la recolectora de café y el patrón de la hacienda que necesita de esa magia que aportan la iluminación repleta de sombras y las escenografías de cartón pintado de la original.
Más allá de su puesta en escena actual, la nueva versión tiene algunos cambios argumentales menores: el villano, Iván Vallejos, ya no es el primo del galán sino su hermano, y el protagonista no vive en Londres como en la historia de los noventa sino en Nueva York, y es ahí a donde lo sigue su amada cuando las intrigas de la familia los separan.
Entre esos detalles, de todos modos, el cambio más fundamental reside en la concepción de los personajes, eso que hizo del trabajo de Gaitán un modelo a seguir en toda la región. Es que la trama original de Café con aroma de mujer, emitida en televisión abierta en Uruguay, en Canal 4, invertía la idea, tan establecida en las novelas tradicionales hasta ese entonces, del galán como el instigador del romance.
En la telenovela colombiana, el inocente en el amor era el hombre y la que avanzaba la relación entre ellos era Gaviota, envalentonada por el aguardiente y su atracción por el “joven Sebastián”. Lo que ahora parece una obviedad, a mitad de los noventa, era tan novedoso como fascinante para los seguidores del género.
Plagado de mujeres jóvenes ingenuas, engañadas, abusadas y sin ningún poder decisión sobre su suerte, el universo de los culebrones de repente tenía una protagonista con voluntad propia, enamorada pero no tonta, ni ciega, ni sorda, ni muda, sino todo lo contrario.
El ímpetu del personaje y su independencia le ganaron un lugar en el olimpo de las telenovelas. Claro que pasados 27 años de la original, la Gaviota empoderada y luchadora por los derechos de las mujeres trabajadoras ya no se diferencia demasiado de otras protagonistas del género. Sin embargo, acostumbrados a sus modos más conservadores cuando se estrenó a principios de 2021 en la televisión colombiana y en la señal de Telemundo, las críticas señalaban la falta de iniciativa y expresividad que William Levy, el actor cubano instalado hace décadas en Miami y encargado de interpretar al sensible Sebastián Vallejos, le imprimió al personaje.
Y aunque los comentarios son válidos, es difícil recordar si el actor brasileño Guy Ecker, o sea el Sebastián original, era tanto más dúctil que el de ahora. Alerta de spoiler: no lo era.
Pero el carisma y el compromiso de su compañera de elenco disimulaba sus limitaciones. Si la química entre los protagonistas de una tira es tan fundamental como imprevisible, en el caso del culebrón colombiano desde su concepción todo dependía de cómo se interpretara el personaje femenino, tan diferente a todos los de su tiempo. Ahora, la actriz, modelo y cantante Laura Londoño, hace un trabajo aceptable pero muy lejos del nivel de la original Margarita Rosa de Francisco.
El streaming resucita al culebrón
De todos modos, más allá de las opiniones sobre los relatos en espejo más o menos deformado por el paso de los años, el estreno de la tira en Netflix abrió el baúl de los recuerdos —o la caja de Pandora— de aquel tiempo en que el público de la telenovela miraba un episodio de su programa por día, cinco veces a la semana durante ocho o nueve meses y eso, en general, era todo, hasta que empezaba la siguiente novela.
Con el folletín como modelo e inspiración, durante décadas los melodramas le dieron forma a la ficción televisiva latinoamericana, y a su vez formaron espectadores que aceptaban e incorporaban con naturalidad la diversidad cultural de la región.
A la “bendición” que le pedía la Cristal de Jeanette Rodríguez a su madre de crianza cada vez que salía de casa en Caracas en la década de 1980, a la “maldita lisiada” de María la del Barrio, en 1994 se sumaron los “pues” y el voceo típico de la región en la que estaba ambientada Café con aroma de mujer. Era época de celebrar y defender regionalismos, una idea que ahora se traduce en una identidad difusa y un castellano neutro, amalgama de acentos que no emociona a nadie.
Y sin embargo, gracias al streaming parece que el poder de la telenovela sobrevive y renace con una nueva piel al modo de muchas protagonistas en las segundas partes de las tiras. Retorno, revancha y final feliz.
A días de su lanzamiento en Netflix, la nueva Café con aroma de mujer está primera entre los 10 contenidos más vistos de la plataforma en Uruguay, una lista que hace tiempo tiene a La reina del flow, otro culebrón, aunque más actual y con dos largas temporadas, en los primeros lugares.
Casi en el extremo opuesto de la estructura dramática y narrativa de las series, las telenovelas lograron hacerse un lugar en el streaming. Resiliente y decidido, su público las sigue aunque ya no sea en dosis diarias sino con sus más de 80 capítulos todos juntos y al alcance de su mano. Si eligen verlas en interminables e insalubres maratones eso ya depende de cada uno, pero que las están mirando no cabe duda. 100 días para enamorarnos, por ejemplo, se mantuvo meses en el Top 10 de Uruguay; es la versión de Telemundo sobre la telenovela argentina de Sebastián Ortega.
Puede que las historias de amor, de engaños, de familias retorcidas y heroínas fuertes y cada vez más aguerridas realizadas en América Latina ya no tengan el mismo impacto del pasado en la televisión abierta, pero claramente conservan el suficiente poder de atracción y encantamiento para hacerse un lugar y conmover hasta al frío algoritmo.
La trama de un clásico que está de regreso
La remake de Café con aroma de mujer se estrenó en mayo de 2021 en la televisión colombiana y estadounidense, y en diciembre llegó a América Latina vía Netflix.
Cuenta la historia de Teresa Suárez, conocida como “La Gaviota” (Laura Londoño), que cada año viaja junto a su madre a recolectar café en la hacienda Casablanca, y se prepara para su última temporada ya que está por cumplir un sueño. Sin embargo, el destino le tiene preparadas algunas sorpresas: el dueño de la hacienda muere repentinamente y así Gaviota conoce al hijo del hombre, Sebastián Vallejo (William Levy), de quien se enamorará perdidamente. Pero será, claro, un amor prohibido, y para defenderlo deberán luchar contra varios obstáculos y una sociedad que dice que dos de mundos tan diferentes no pueden terminar juntos.
Son 92 capítulos en total.