A lo largo de 10 años, el actor David Schwimmer interpretó al inteligente, torpe y querible Ross Geller en la icónica serie Friends. Esa serie sobre un grupo de amigos treintañeros que viven en Nueva York le valió una nominación al Emmy, un premio del Sindicato de Actores a mejor actor de reparto, y lo integró junto a sus compañeros, en los actores con mejores sueldos en la televisión. Comenzaron cobrando 75.000 dólares por capítulo y por las últimas temporadas se llevaron un millón por cada episodio, unos 20 millones de dólares por año.
El éxito de la serie creada por Marta Kauffman y David Crane fue tan grande, que los seis actores fueron catapultados al estrellato, pero también los hizo enfrentarse a desafíos típicos de quienes se convierten en íconos por un rol en particular.
Desde el final de la serie disponible en Max, Schwimmer ha trazado una carrera multifacética como actor, director y también activista, con personajes que se han distanciado mucho del simpático paleontólogo. Le prestó su voz al torpe y entrañable Melman, la hipocondríaca jirafa de la saga animada Madagascar, y tuvo su regreso a la televisión como el abogado Robert Kardashian en la primera temporada de la premiada serie antológica American Crime Story, creada por Ryan Murphy y centrada en el mediático juicio a O.J. Simpson. Su interpretación le valió una nominación al Emmy con un rol muy complejo y alejado de la comedia.
Hoy, Schwimmer vuelve a la pantalla chica, esta vez como protagonista de la segunda temporada de Goosebumps que llega a la plataforma Disney+.
Basada en la saga de libros (¡son 62!) de R.L. Stine y traducida al español como Escalofríos, Goosebumps se convirtió en un éxito hace más de tres décadas.
Las historias, que mezclan terror con comedia y aventuras adolescentes, se convirtieron en una serie que emitió el canal Nickelodeon por varios años (fue uno de los primeros trabajos de un jovencísimo Ryan Gosling) y también llegaron a la pantalla grande dos veces, una elogiada primera entrega en 2015 con Jack Black como Stine y con dirección de Rob Letterman, y la más olvidable de 2018 con Black repitiendo el rol y dirección de Ari Sandel.
En 2023 las novelas volvieron como serie antológica, ahora con Rob Letterman (también responsable de las animaciones El espantatiburones y Monstruos vs. Aliens) y Nicholas Stoller (director de las dos entregas de Buenos vecinos) como showrunners, e inspirada en el universo repleto de monstruos, pesadillas y niños que se portan mal, imaginado por Stine.
Esta segunda temporada que llega hoy lleva como subtítulo: La desaparición.
Como su nombre indica, la serie se centra en el misterio en torno a la ausencia de un joven. Todo eso es contado en el prólogo de la serie, ambientado en el año 1994. Ese año, un grupo de adolescentes ingresa a escondidas a un caserón abandonado, y una extraña presencia sobrenatural se lleva a Matty (Christopher Paul Richards) y además ensombrece la ciudad de Gravesand.
Tres décadas después, los mellizos Devi (Sam McCarthy) y Cece (Jayden Bartels) pasan su último verano antes de entrar a la universidad en la casa de su padre en Gravesend, barrio ubicado en Brooklyn, como regreso al vecindario de su infancia y como despedida de esos años de escuela, travesuras y juegos en la calle.
Es Anthony (David Schwimmer), el atípico padre de los mellizos y excéntrico botánico que trabaja en un sótano lleno de peligros, quien comenzará a investigar la desaparición de su hermano menor, Matty. Ese será el centro del misterio de esta temporada llena de aventuras y algo de terror.
Y mientras Devi y Cece se vuelven a conectar con amigos de su infancia, Anthony recibe las pertenencias de su hermano y comienza a intentar averiguar qué ocurrió hace tanto tiempo. En el laboratorio instalado en el sótano de la casa comienzan a aparecer una serie de partículas que estaban impregnadas en la ropa que llevaba Matty cuando desapareció, que comienzan a germinar, llenando el lugar de peligros.
Y como un científico desesperado por lo que puede generar esa extraña planta que comienza a crecer, Anthony intentará seguirle la pista a esa criatura para evitar que su familia esté en peligro.
“Conocía la serie de libros, pero como yo era mayor cuando salieron -tenía ya 25 años- me perdí ese maravilloso descubrimiento como lector adolescente”, comentó el actor David Schwimmer en una entrevista a La Nación, sobre su primer vínculo con el universo de Stine. “Cuando me convocaron para interpretar a Anthony leí No bajes al sótano [publicado en 1992], que es justamente el libro en el que está basado mi personaje, y me pareció fascinante. Creo que es un milagro que un autor como Stine haya podido combinar acción, comedia y horror en una misma historia que, paradójicamente, está afirmada en lo ‘ordinario’, en lo más mundano. El universo que subyace a su literatura es el familiar, el que todos conocemos, y por ello distintas generaciones han podido relacionarse con los libros”. agregó el actor.
“Hay muchas zonas del personaje que se conectan con mi vida presente”, dijo Schwimmer. “Hay una parte de mí que se relaciona con esa curiosidad que define a Anthony, su pasión por las plantas, su condición de científico, y luego en la vida real yo también soy un padre divorciado con un hijo adolescente, con lo cual también puedo conectarme con esa vida familiar que tiene el personaje. Además, estoy en una etapa de mi vida en la que debo hacerme cargo de mis padres, que ya son mayores, conexión aún más fuerte para la vida de Anthony”.
Y sobre la tónica de la serie, Schwimmer comentó que es fanático del terror, aunque no ha tenido muchos roles en ese género. “Me encanta el terror como género, de hecho, Halloween fue siempre mi fecha favorita y la que más disfruto. Me gusta que me asusten y me gusta mucho asustar a los demás. Y me gusta el género especialmente cuando se entrecruza con elementos del misterio y el humor propio de la comedia”, señaló este actor que regresa a la pantalla chica para conquistar nuevas audiencias.
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