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"El comandante Fort": las revelaciones de la serie sobre el millonario que solo quería ser querido

Se estrenó en Star+ la miniserie sobre Ricardo Fort, con acceso a un diario íntimo inédito y la revelación de un abuso sexual.

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Ricardo Fort.
Difusión

Hace más de un siglo, Felipe Fort llegó a Argentina, con 12 años y un sueño: si el mundo quería chocolate, él iba a dárselo. Lo que jamás imaginó Felipe es que dos generaciones más tarde, el sueño de su nieto Ricardo iba a ser el mismo, aunque con una vuelta de tuerca.

Si antes la Argentina había necesitado chocolate, en los 2000 necesitaba entretenimiento. Él iba a dárselo. La empresa que gestionaría Ricardo no era la fábrica familiar sino la de su propia vida, y la maquinaria llevada al extremo de la productividad y a la “perfección” iba a ser su cuerpo. Pondría su intimidad servicio del plan que él mismo ideó para ser famoso.

Compuesta por cuatro episodios rodados en diferentes locaciones de las ciudades de Buenos Aires y Miami, la serie documental de Star+ El comandante Fort sigue la historia del origen, el ascenso a la fama y la repentina muerte de Ricardo Fort, el heredero multimillonario.

Excéntrico. Caprichoso. Mediático. Extremo. El costo del personaje que creó sería primero su fortuna y después su salud. Lo sabía y no se echó atrás. Su obsesión era ser una celebridad y reveló que, como casi todo, eso también podía comprarse. Aprendió de su abuelo que los sueños se cumplen y confió en el suyo.

“Yo no manejo el rating. Manejo un Rolls Royce” dijo en el paraíso del prime-time y conquistó a la audiencia al participar del Bailando por un sueño en 2009, tras varias apariciones en otros ciclos.

La serie aborda temas de relevancia social asociados a la revolución mediática de Fort, la escena gay de las décadas de 1990 y 2000, la crueldad del star system de la televisión, la adicción a la fama, y la manipulación extrema del cuerpo. Esa fama que Ricardo tanto anhelaba se iba a convertir en su gracia y también en su tortura.

A sus 40 años, Fort alcanzó la notoriedad mediática que tanto había soñado. Una vez que logró instalar su nombre, supuestamente lo tenía todo. Casi todo. O casi nada: dinero y fama. No se preocupó en ocultar que buscaba el sentido de su existencia en lo más efímero que tiene el hombre: su cuerpo. Tampoco actuó con reparos a la hora de exponer sus debilidades y de ostentar sus excesos.

Su vida de millonario cortoplacista, su momentismo absoluto, y su exuberancia en vez de ser la fórmula de su fracaso fue la de su éxito. Su excéntrica vida no generó tanta polémica como magnetismo. Y la gente lo adoptó. Tal vez porque detrás de todo el maquillaje, el bótox y las cámaras, también podía verse su sufrimiento. Alguien que a la noche se sentía solo. Alguien que lo único que quería era sentirse amado. Pero encasillar a Ricardo Fort dentro del estereotipo de “un niño rico que tiene todo excepto amor” más que falso, es incompleto. Al fin y al cabo fue un hombre que terminó deseando lo que cualquiera: el amor de su familia. La serie busca ahondar en las profundidades del Comandante. De escarbar en el vacío existencial que no pudieron llenar las cirugías, ni el Rolls Royce, ni Miami.

Tras su repentina muerte en 2013, su figura trascendió su vida. Ricardo Fort está en estampitas, en chats y se transformó en todo un ícono pop ¿Qué sentía? ¿Qué pensaba? ¿Qué ocultaba esa maquinaria de apariencia perfecta? A partir del relato, la serie invita a la audiencia a reflexionar y entender por qué este artista sin obra sigue vivo en el corazón de la gente, convirtiéndose en mito y leyenda para una multitud de fans que lo venera hasta el día de hoy.

La investigación de la serie estuvo a cargo del periodista argentino Eddie Fitte y durante el proceso, fue encontrado un diario íntimo e inédito en el que Ricardo relata, entre otras cosas, su fracaso en la música y revela sus primeros amores, iluminando una parte de su historia hasta hoy desconocida.

“Creemos que llega a la cultura pop por ser una especie de realizador individual del sueño colectivo”, dice Fitte. “Por ser una persona que efectivamente teniéndolo todo decidió pegar un volantazo. El público compró su figura porque entendió que estaba combatiendo contra resistencias fuertes. Combatió primero la figura de su padre y la dinámica con sus hermanos que sí trabajaban en la fábrica familiar. Era una persona indomable. Tenía tatuada una sola idea: ser feliz. Quiso hacer musicales y trató de lograrlo poniendo todos sus recursos y medios a disposición de eso”.

“Trabajamos mucho en entender que Ricardo era mitad fábula y mitad realidad”, apunta Patricio Álvarez Casado, creador y director de la serie. “Esa es la forma que tuvo de estar un poco feliz en la vida y poder sobrevivir. No importa si nunca viajaste a Miami o si no tenés un mango. Hay algo que te puede identificar con él que es que él quería ser reconocido, quería ser querido y eso es algo que nos pasa a todos”.

Cada uno de los cuatro capítulos contó con un equipo creativo propio y está contado de manera diferente, desde el uso de una voz en off que remite a un cuento de hadas, hasta José María Muscari haciendo casting de imitadores, buscando a uno que perpetúe tanto su apariencia y esencia.

La producción echa luz además sobre su camino hacia la paternidad mediante vientre subrogado. Eduardo, su hermano mayor y presidente de la fábrica familiar, revela la intimidad de su infancia (incluyendo una situación de abuso sexual) sobre Ricardo, la difícil relación con su padre y el funcionamiento del negocio a lo largo de los años.

Hay un episodio en el que los protagonistas son los hijos de Ricardo- donde se subraya el gusto por el arte de ella y la fascinación por los autos y los videojuegos de él, con estética de videoclip y en una Mar del Plata virtual. Y la apertura de una muestra sobre su historia, con alfombra roja, vestidos de gala y cameos de Graciela Alfano, Gustavo Martínez, Silvina Escudero, Marina Calabró y el Mono de Kapanga. Todo muy absurdo y exagerado, todo muy Fort.

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