Succession llegó a su fin. La premiada y adictiva serie de HBO que contó la historia de los Roy terminó este domingo con una última y electrizante entrega. Este, que fue el episodio más largo de la serie con una hora y 28 minutos de duración, posiblemente dejó al público sin aliento.
Jesse Armstrong, el creador de la producción, supo mantener al telespectador en duda hasta los últimos minutos. El episodio entregó de todo: reconciliaciones, confraternización, traiciones (raro sería que faltaran a esta altura), confesiones, estrategias, informaciones filtradas que cambiaron el rumbo del juego y relaciones familiares problemáticas.
La cuarta y última temporada se reservó momentos emblemáticos. Ya en el tercer capítulo, considerado por muchos como uno de los mejores de la historia, se supo que el fin de Logan (Brian Cox) había llegado y entonces todo podía pasar. Desde ahí, la muerte del patriarca pareció unir a los tres hermanos que disputaban la dirección del conglomerado Waystar Royco.
Así, durante dos capítulos, el público llegó a creer que la alianza del trío tendría un futuro. Hasta que, haciendo justicia a su guión, el gusto por el poder habló más alto y la disputa siguió más viva que nunca.
Ya se ha dicho, pero no está demás recalcarlo: las relaciones de estos hermanos con su madre y padre son un plato lleno para el psicoanálisis con perspectiva freudiana. Hay complejo de Edipo, manipulaciones con raíces narcisistas, hijos acomplejados y castrados psicológica y emocionalmente. Todo eso aparece en cada episodio con drama y requintes de humor ácido.
En ese sentido, en el icónico penúltimo episodio de la serie se ve a una familia en pedazos, rindiéndole homenaje al patriarca que tanto les dio y les sacó. Kieran Culkin con una actuación impecable, interpreta a un Roman que no puede empezar su discurso y rompe en llanto delante del ataúd de ese padre que tanta violencia ejerció sobre él.
También está el diálogo entre Shiv (Sarah Snook) y Marcia (Hiam Abbass) en el que la viuda parece resumir la relación de Logan con su familia: “Me rompió el corazón, y también rompió el de ustedes”. Es uno de los retratos más claros del capítulo, justo como el que se da en el diálogo entre Kendall (Jeremy Strong) y Hugo (Fisher Stevens): “Quiero gobernar al mundo, tú puedes venir. No serás una colaboración, serás mi perro. Pero las sobras de mi mesa serán millones”.
Final
A partir del sexto episodio la disputa por la dirección de la empresa ya se había vuelto a encender, con Shiv pasando al lado del posible comprador, el sueco Lukas Matsson (Alexander Skarsgård), quien le prometió, a cambio de apoyo, la máxima posición. El plan marchaba bien hasta que la hija menor de Logan descubrió que aquella no era la verdadera intención del joven magnate, y decidió volver con sus hermanos.
A esta altura el telespectador podía llegar a creer, aunque no combinara con la historia, en un “final feliz” para los Roy, quienes entonces pasaban tiempo juntos y hacían chistes con un aire de inocencia y retorno a la infancia. Pero Succession no decepcionó y siguió con las sorpresas hasta el final.

Llegado el gran día, con el futuro del conglomerado de comunicación estando a pocos votos de decisión, la situación parecía estar controlada hasta que surgió el último plot twist de la serie. Uno de los hermanos volvió atrás y, para sorpresa de muchos, fue Tom (Matthew Macfadyen) quien finalmente salió victorioso del entramado de negociaciones por un lugar en los nuevos rumbos de la compañía.
En “Controlando la narrativa”, un episodio explicativo del capítulo que fue lanzado momentos después del estreno del final, Armstrong habló sobre este giro: “Pensé que era el final correcto durante mucho tiempo. Tom no es exactamente el monarca más poderoso que hayas conocido, su poder proviene de Matsson. Esas figuras que se levantan y se vuelven receptivas a las personas poderosas están ahí afuera”.
Así, la última entrega de Succession reiteró la calidad —en todos los sentidos— que la producción mostró desde un principio. Con la venta de Waystar Royco concretada, la serie no se extendió para seguir en el aire y correr el riesgo de que sus personajes se perdieran en la trama. Terminó en el punto justo y dio el desenlace a la incógnita que presentó, incluso en su título, desde el inicio.