Para aportar datos y contexto,Barry -la serie creada por Alec Berg y Bill Hader- ha conseguido en sus tres primeras temporadas nueve Emmy, los premios que reconocen lo mejor de la televisión estadounidense. Solo ese breve apunte quizás sirva para explicar la expectativa que ha generado la cercanía de su cuarta y última temporada.

Se estrena, de hecho, este domingo en HBO (van los dos primeros capítulos desde las 23:00), que está en el básico de los servicios de abonado y al mismo tiempo llega a HBO Max y a streaming locales como NSNow. Allí están todas las entregas anteriores.

Este artículo contiene spoilers de lo que se ha visto hasta ahora, pero el embargo de spoiler vence, pongamos, a los dos años: Barry empezó en 2018.

Para dar un poco más de elementos, Barry es la historia de redención (y por lo tanto la caída libre) de un veterano de Afganistán con un importante estrés postraumático que sublima como un asesino a sueldo en el medio oeste americano. Está a la orden de Monroe Fuches (Stephen Root), un jefe aprovechador, que le consigue los encargos y hace las veces de padre.

Uno de ellos lo lleva a Los Angeles y ahí Barry (el personaje que le dio tres Emmy a Hader) descubre una vocación escondida cuando se anota en el curso de actuación de Gene Cousineau (Henry Winkler, que también se llevó un Emmy por esto y también se lo mereció), una estrella menor con un método poco ortodoxo; se convierte en otra (fallida) figura paterna.

Que Barry le haya matado al amor de su vida (la detective Janice Moss, interpretada por Paula Newsome) cuando estaba a punto de desenmascarar su doble vida no ayuda a estrechar la relación.

En las clases conoce a Sally Reed (Sarah Goldberg), una aspirante a estrella que se convierte en su interés romántico. Su personaje va creciendo y sus tropiezos con la industria del entretenimiento y su vínculo con Barry son centrales en la serie.

La otra trama es la del vínculo de Barry con la más torpe que temible mafia chechena a la que intenta liderar NoHo Hank (Anthony Carrigan, buenísimo), un alopécico que es un gran personaje.

En algún momento los chechenos estrechan su vínculo (literalmente) con la mafia boliviana representada por Cristobal Sifuentes (Michael Irby).

Al final de la tercera temporada, Barry terminó arrestado por el crimen de la detective y, a juzgar por el trailer de la cuarta, muchos de los nuevos episodios los pasa en la cárcel. Aparecen todos los personajes.

Barry es la historia de un hombre que busca limpiar sus culpas y no hay nada más doloroso que eso. Pero lo que le da a Barry su encanto es como lo combina con una comedia desaforada, violencia tirando a explícita y con un montón de subtramas que funcionan como alivio cómico entre toda esa violencia.

Hader es otro actor surgido de Saturday Night Live, un programa -desde hace años- bastante mediocre pero que no para de sacar talentos. Es de la generación de Fred Arminsen, Tina Fey, Seth Meyers, Amy Poehler, Kristen Wiig, Andy Samberg y Jason Sudeikis, algunos de los grandes nombres de la comedia americana actual.

En cine Hader ha tenido una carrera asociada a la comedia. Es, por ejemplo, uno de los policías parranderos de Superbad (el otro era Seth Rogen) y el médico que sale con Amy Schummer en Esta chica es un desastre. Está también en It: Capítulo 2.

Nada de eso, en todo caso, está a nivel de lo que consigue con Barry, que se nota es su proyecto más personal. Es solo ver el arco que hace su personaje en estas tres temporadas y cómo va perdiendo contacto con la realidad para entender lo bueno que es.

Hay gangsters birmanos, una pandilla en motocross, clases de actuación y varios ejecutivos de los medios que pueden ser tan temibles y volubles como un sicario con cargo de conciencia. Una combinación letal.

Son episodios de media hora (la duración ideal para tiempos así de apurados) y saben cómo administrar la tensión. Cada temporada es de ocho entregas, así que en seis horas de visionado compulsivo puede ponerse al día para el estreno del domingo. Y ver una gran serie.