La Nación/GDA
Cuando Baz Luhrmann la eligió para protagonizar Romeo y Julieta (1996), su irreverente relectura de la letra de Shakespeare en clave de romanticismo pop, apenas la había visto en la serie de culto de la ABC que solo duró dos temporadas: My So-Called Life. En la audición, el director australiano quedó fascinado, y meses después del rodaje la bautizó “la Meryl Streep de su generación”, menos como una promesa que como una extraña maldición. El éxito y la repercusión de aquel clásico del cine adolescente de los 90 empujó a Claire Danes a un camino promisorio, pero con demasiadas expectativas.
Ya la guionista y productora televisiva Winnie Holzman había quedado prendada de su talento durante el casting de My So-Called Life. Orgullosa habitante de Manhattan, cuando quedó seleccionada, Danes debió trasladarse con toda su familia a Los Ángeles, retomar la secundaria en otro instituto y lidiar con las largas jornadas de filmación. Pero su interpretación de Ángela en la serie la convirtió en una promesa de aquella televisión, muy lejos del streaming. El romance de ficción con Jared Leto, los desafíos del coming of age y la agudeza de los diálogos de Holzman se mezclaban con la singularidad de su talento: “Lo que ella sabía no se podía enseñar”.
La frase de Winnie Holzman asoma en una entrevista publicada en The New Yorker en 2013, en el pináculo del éxito de Homeland. La nota se hacía una pregunta que varias voces intentaban responder: “¿De dónde provienen las volcánicas interpretaciones de Claire Danes?”. Ese punto de partida era el personaje de Carrie Mathison, la agente de la CIA, impulsiva y bipolar, dispuesta a luchar contra enemigos que resultaban más cerca de lo que creía.
Creada por Alex Hansa y Howard Gordon, y del tiempo posterior al 11 de septiembre de 2001, Homeland fue un renacer para la carrera de Danes, un personaje atípico en su trayectoria pero hecho a su medida. La intensidad que alimentaba su comportamiento se alimentaba del mismo fuego que la había colocado en la cima en su adolescencia y la había arrebatado de la escena pública en un abrir y cerrar de ojos.
Es que después de la inesperada cancelación de My So-Called Life y el éxito de Romeo y Julieta, la carrera de Danes parecía encontrar un terreno más propicio en el cine. Filmó 13 películas en solo cinco años, pero para 1999 decidió inscribirse en Yale: “Necesitaba un tiempo en la universidad para tener en claro quién era y qué quería ser”, dijo. Para cuando salió de las aulas, el rumbo del cine había cambiado.
Los 2000 fueron un tiempo de reajuste. Hizo pequeñas películas con cierto reconocimiento —Las horas (2002), Me and Orson Welles (2007)—, alguna incursión en el mainstream —Terminator 3 (2003), Stardust: El misterio de la estrella (2007)—y no más. La danza reapareció en su vida y llegó a los escenarios del Village para interpretar a una mujer paralizada que no utiliza silla de ruedas en el unipersonal Christina Olson: American Model.
Fue la casualidad la que la condujo a Homeland. HBO preparaba una película sobre Temple Grandin, una mujer con autismo convertida en una de las zoólogas más importantes del mundo, y el director británico Mick Jackson convocó a la actriz para el papel. Juntos modelaron una performance austera y poderosa, signada por la contención emocional y la profunda introspección.
“Cuando escuché que Claire Danes iba a interpretarme, la busqué en Internet, la encontré con ese pelo rubio y largo, y pensé que me estaban cargando”, expresó Grandin, entonces de 60 años. Pero Danes la invitó a su loft en el Soho, la observó con detenimiento, y construyó un trabajo que esquivaba la mímesis y se proponía asumir esa personalidad desde su interior. Con la misma fuerza volcánica que había dado a cada uno de sus roles adolescentes.
Temple Grandin se exhibió en televisión a comienzos de 2010 y esa misma semana los productores Alex Gansa y Howard Gordon daban forma al thriller que la tendría como protagonista. Otra vez la TV arrebataba a Claire Danes al cine. Homeland fue todo un hito en su carrera a lo largo de ocho temporadas, con sus altibajos de audiencia, sus logros y concesiones en la excelencia, y su crudo retrato de la geopolítica mundial. Carrie Mathison se convirtió en su otra piel, le valió premios y nominaciones a los Emmy, los Globos de Oro y los Screen Actors Guild, y al mismo tiempo el reconocimiento crítico y una renovada popularidad.
Sacrificio, moral y soledad definían a Carrie Mathison como la heroína de los nuevos tiempos. Pero una vez que su camino llegó a su fin y en 2020 la serie dio las hurras, cerrando un ciclo en la vida profesional de la actriz, otro interrogante se hizo presente: ¿cómo seguir?
Para Danes era importante recuperar algo de su intimidad, agitada en esos años por tantas horas de rodaje y exposición. Casada con el actor británico Hugh Dancy y madre de, ahora, tres hijos, Danes tomó la precaución de evaluar con paciencia y dedicación cada proyecto. Al fin, nuevos vientos parecen soplar.
Primero fue The Essex Serpent (2022), drama romántico en la era victoriana sobre viuda que decide aventurarse en los pantanos de Essex para explorar la posible aparición de una serpiente marina (no está disponible en Uruguay). La crítica no fue demasiado auspiciosa; sin embargo, enseguida hubo revancha, y el mismo año llegó La nueva vida de Toby, miniserie de Star+ construida en base a sucesivos flashbacks y cambios de punto de vista que le dieron a su personaje la verdadera clave de la historia.
Todo comienza con la separación de Toby (Jesse Eisenberg), un médico de Nueva York que debe afrontar los dilemas de su nueva vida, su nuevo departamento, su nueva soltería. Pero el conflicto latente es la misteriosa desaparición de Rachel, su esposa y responsable aparente de sus fracasos y frustraciones. Danes modela a Rachel desde esa voz ajena que la recrea, que la revela ama y señora de Manhattan como agente de las estrellas de Broadway.
Su trabajo, sobre todo en el giro final que resulta revelador, reafirma su talento más allá de ese modelo de heroína que engendró con cierto fatalismo en Homeland. Es quizás la posibilidad de regresar a un mundo concreto, asimilable a su propio pasado en Nueva York, la ciudad que la vio convertirse en actriz.
Y ahora llega un nuevo personaje, otra vez en el corazón de Nueva York, pero en el centro de un círculo de misterios escrito por Ed Solomon (Mosaic) y dirigido por Steven Soderbergh. Disponible en HBO Max, Círculo cerrado es un críptico rompecabezas que tiene un secuestro fallido como disparador y una serie de malentendidos como engranajes del desastre. Claire Danes interpreta a Sam, la hija de un famoso chef del que se sostiene y goza toda su familia. Casada con Derek (Timothy Olyphant), vive en un lujoso condominio en el bajo Manhattan e intenta criar a su hijo adolescente con la conciencia de sus obvios privilegios.
La confusión alrededor del posible secuestro de su hijo y las maquinaciones de un grupo de inmigrantes guyaneses que buscan romper una maldición y encontrar un destino virtuoso en Estados Unidos despliegan una trama espesa en la que Sam asoma como uno de los personajes con más aristas y transformaciones. Es el territorio perfecto para el nervio de la actriz, que condensa las convulsiones interiores en una apariencia fría y algo calculadora.
Muchos han perdido la brújula de su carrera al intentar reinventarse luego de un personaje “definitorio”. Muchos desaparecen hasta que llega una historia que pueda asegurarles una nueva consagración. Pero Claire Danes ha logrado apropiarse de la esencia de Carrie Mathison para sus nuevos personajes, aún aquellos de universos tan lejanos como el melodrama victoriano o la comedia neurótica. En cada caso, esa fuerza volcánica sigue siendo la misma, aquella que ha despertado las emociones más intensas, los descubrimientos más inesperados. Una energía que deja sin respuestas.