Gillian Anderson, la mujer graciosa que se esconde tras Thatcher y la agente Scully

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Gillian Anderson. Foto: Archivo
Gillian Anderson.

ENTREVISTA

La actriz de "Los expedientes secretos X" brilló como Margaret Thatcher en "The Crown" y como terapeuta sexual en "Sex Education" de Netflix

"¿Qué es lo que crees que a la gente le sorprenderá más saber de ti?” A Gillian Anderson solían hacerle esta pregunta tan cliché todo el tiempo y siempre daba la misma respuesta: “Que soy muy payasa”. Nadie le creía. Era como si tratara de enviar esta energía chusca al universo, pero lo único que la gente podía ver era a la mujer que interpretó a la racional agente Dana Scully en 218 episodios de Los expedientes secretos X, la escéptica que nunca dejó de pensar que las cosas extraordinarias pueden explicarse de la manera más mundana. Olvidate de las historias imaginativas.

Así que Anderson siguió siendo ella misma. Empezó a usar Instagram y publicaba fotografías de objetos que parecían genitales con las etiquetas #penedeldía y #vulvadeldía. No lo hacía a diario, evidentemente, solo lo suficiente para dar a entender que sí, es un poco traviesa. Y chistosa.

Después de haber sido contratada como la remilgada ex primera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher en la cuarta temporada de The Crown, Anderson empezó a publicar fotos del set donde, con un peinado de casco lleno de laca, hacía cosas muy poco dignas de Thatcher, como descansar en la silla de monarca de la reina Isabel II y recargar los pies en la silla a juego del príncipe Felipe. O cuando hace gestos graciosos junto con la mismísima reina, Olivia Colman.

“Creo que me he relajado”, comenta Anderson, sonriendo, en una videollamada reciente desde su casa en Londres. “En algún momento de mis 40 y tantos aprendí cómo ser el sujeto de una entrevista sin sentir que cargo con el peso del mundo en mis hombros”.

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Eleanor Roosevelt, su próximo reto actoral

Gillian Anderson admite que sigue sintiendo temor ante las entrevistas y que por lo tanto puede parecer alguien que pone nervioso a los demás. Esta última admisión se da como un poco de autodesprecio consciente mientras habla de los retos de interpretar a Eleanor Roosevelt en una próxima serie limitada de Showtime, sobre las primeras damas de la Casa Blanca.

Anderson se maravilla de lo mucho que fue querida Roosevelt desde el inicio de su vida pública. “Siempre hacía sentir cómodos a los demás”, dice Anderson, “así que será interesante profundizar en eso”. ¿Tal vez desarrollar ese aspecto de ti?, le pregunto. “Tal vez”. O revelarlo, como su lado picaro. “¡Sí!”, dice sin dudarlo.

“Gillian nunca rehúye los retos”, dice su viejo amigo Michael Barker, copresidente de Sony Pictures Classics, el estudio que estrenó en el año 2000 la adaptación de la novela de Edith Wharton La casa de la alegría, una película que Anderson describe como “algo realmente importante” para su carrera.

Barker asegura que el film salió bien gracias a ella y que llegó en un momento en que a Anderson le costaba conseguir buenos papeles fuera de Los expedientes secretos X.

La pandemia puso en pausa todo después de que terminó de grabar The Crown en febrero del año pasado. Anderson vive en Londres con sus dos hijos varones, de 14 y 12 años. Admite ser “bastante ermitaña”, así que el confinamiento no la inmutó. Pintó paredes, escuchó podcast, armó infinidad de rompecabezas. Al inicio no podía deshacerse completamente del personaje de Thatcher y se daba cuenta de que seguía haciendo la “cara de Thatcher” cuando se concentraba en armar un rompecabezas.

La desconexión entre la voz formidable de la Dama de Hierro y la mujer radiante que aparece en mi pantalla es incompatible de la manera más demente. Anderson enlista los muchos aspectos de la voz de Thatcher, algunos de los cuales no tuvo la oportunidad de realizar, como la manera en que agredía a sus oponentes, “así como solo ella podía”.

Gillian Anderson como Margaret Thatcher en "The Crown". Foto: Difusión
Gillian Anderson como Margaret Thatcher en "The Crown". Foto: Difusión

Parece que se lamenta de no haber tenido una buena escena de intimidación. Aclara que en una ocasión sí logró usar aquella voz de arremetida, en el quinto episodio, cuando un inglés irrumpe en el palacio y le pide a la reina que salve al país. En el fondo, se escucha a Thatcher que está dando una entrevista para un noticiero.

“Está muy alterada y su voz cambia mucho mientras intenta hablar de la economía y no sobreproteger al público, que es uno de sus temas favoritos”, cuenta, pero no hace una demostración.

Cuando Anderson regresó a trabajar el año pasado, fue para grabar la tercera temporada de Sex Education, la graciosa serie británica disponible en Netflix en la que interpreta a Jean, una mujer que tiene problemas de límites con su hijo adolescente. A Anderson le preocupaba que el tono complicado del programa fuera difícil de duplicar en medio de una pandemia y protestas sociales. “Darnos el lujo de mostrar todas las fallas feas, incómodas e inapropiadas de los adolescentes así como los errores y metidas de pata de los adultos considerando la situación del mundo se sentía raro”, dijo. “Era un ambiente extraño para estar riendo y bromeando de algo sin importancia”.

Los hijos de Anderson eran más niños cuando le ofrecieron interpretar a Jean. Ese papel podría ser la vía perfecta para lucir su talento cómico, pero tenía una “letanía” de preocupaciones. “Me preocupaba que se sintieran avergonzados por el hecho de que A) el programa trataba de sexo, B) que yo interpretaba a una terapeuta sexual, C) que hablaba de estas cosas, D) que tenía sexo en el programa”, Anderson dice al enumerarlos.

Sex Education. Foto: Sam Taylor/Netflix
Sex Education. Foto:

El primer episodio literalmente tiene una escena en la que los compañeros de escuela del hijo de Jean descubren un video sobre educación sexual en el que sale ella y lo muestran en su salón de clase, para gran consternación del joven. Esa escena rondaba por el cerebro de Anderson, aunque sus hijos le dieron el visto bueno, pues entendían por qué quería hacer la serie. Y ahora la consideran —quizá esté exagerando, dice Anderson— “un poco más genial” por haber aceptado el papel. Pero no sabe si la han visto. Medio espera que no lo hayan hecho.

Un programa que definitivamente no han visto es Los expedientes secretos X, ahora disponible en Amazon Prime Video, aunque imagina que, en algún momento de sus vidas, un amigo, compañero de trabajo o pareja se los presentará. “Y entonces se llevarán una grata sorpresa”, dice con alegría. “O incluso si acaban viéndolo hasta después de que yo haya fallecido, será algo hermoso para ellos. Tienen 212 episodios (218, pero ¿quién lleva la cuenta?) de su madre por ver. Es un regalo precioso”.

Se ríe. Y yo me río porque, vaya, siento que hemos tomado un giro oscuro aquí con esta charla sobre la mortalidad. “Noooo, ese es un giro alegre”, prorrumpió. “Pensé en eso hace poco. Alguien me mandó una fotografía en la que me parezco mucho a mi hija (Piper, de 26 años) como la joven Scully. Y se la mostré a uno de mis hijos y pensé: qué cosa tan rara. Regresar y ver un elemento de un padre al que tanta gente en el mundo ha estado expuesta, quiero decir, a profundidad, y no saberlo ni entenderlo y luego sumergirte en eso y ver horas y horas y horas de tu padre o madre de joven en todas estas situaciones extrañas”.

La idea le parece… chistosa.

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