Con información de La Nación/GDA
El actor argentino Diego Velázquez está ocupado. Solo recientemente al marplatense se lo vio en las miniseries Santa Evita y El reino vacío y en películas como Casi muerta y El agrónomo.
A esa carrera, ahora se suma La mente del poder, la serie con producción de TNT (donde los episodios se estrenan de uno por semana los domingos y así llegan al catálogo de Max) y Flow (que la incluyó íntegra a su grilla). Son ocho capítulos.
Allí, Velázquez, interpreta Marcos Dorrego, el psicólogo del presidente recién asumido Víctor Noriega (Mike Amigorena). El profesional, que tiene sus propios problemas, decide terminar con la terapia, lo que amenaza con una crisis institucional. Pero Dorrego es víctima de una espía (Elena Roger) que lo amenaza con destruir a su familia, sino le pasa información del mandatario. Dorrego decide seguir con la terapia.
Dirigida por Mariano Hueter y creada por Nicolás Mellino y Pablo Flores, en el elenco también están Eleonora Wexler, Michel Noher, Antonia Bengochea, Carlos Belloso, Rita Cortese y Luis Machín.
Sobre la serie, va esta entrevista con Velázquez.
—Cuando llegó a Buenos Aires se dedicó casi exclusivamente al teatro. ¿Por qué tardó tanto en llegar el cine a tu vida?
—Vine a Buenos Aires con la idea de hacer actuación y dirección. Trabajaba todo el día en el buffet de la Facultad de Derecho y a la noche cursaba en la Escuela de Cine de Avellaneda. Pero en esa época no se filmaba tanto, ni había mucho lugar para nuevos actores. A comienzos de la década del 90, por ejemplo, llegamos a tener solo 13 estrenos en un año.
—¿Y en televisión?
—En ese momento no me gustaba mucho el tipo de proyectos que se hacían. Además, era una lógica de tira, que te consumía mucho tiempo y no te permitía alternar. Yo quería vivir de la actuación, pero tampoco es que me desesperaba. Hacía obras independientes, trabajaba de mesero, podía esperar el momento.
—Y un día llegó el Erdosain de Los siete locos o el doctor de Kryptonita, comenzando un arco en tu carrera que hoy deriva en el protagónico de La mente del poder.
—Sí, una serie muy interesante de hacer y de ver. Un thriller psicológico que, si bien sucede en un ámbito como es la presidencia, tiene que ver con la manipulación entre las personas. Mike interpreta a un político que acaba de ganar las elecciones, y yo soy su terapeuta, razón por la cual me aprietan para conseguir cosas a través de las sesiones.
—Un psicólogo que a su vez tiene una historia personal muy dura.
—Sí, viene de enfrentar una pérdida muy importante, lo cual lo transforma en una persona muy frágil. A mí hay algo del género más clásico que me divierte mucho, y esta serie lo tiene. Además, la dirección es de Mariano Hueter, algo que me entusiasmó también.
—¿Cuál es el potencial que le viste a La mente del poder?
—Siempre cuando agarrás algo es un acto de fe, pero mi personaje tiene una oscuridad interesante, que se va desarrollando a lo largo de los capítulos. Igualmente, al personaje no es que lo construyo yo, sino que hago algo para que el espectador vea a un personaje. Los actores no somos seres iluminados, somos trabajadores de algo que es muy difícil de nombrar.
—¿Hacés terapia? ¿Te basaste en alguien para delinear a este personaje?
—No nunca hice. El psicólogo es alguien que tenemos muy visto en el audiovisual, y más en las tiras argentinas. Yo crecí viendo Vulnerables, por ejemplo. Igualmente, mi personaje en La mente del poder está atravesado por otras cuestiones, es alguien que está intentando sostener la fachada de psicólogo, porque es lo único que le queda. Lo interesante es que el espectador pudiera ver eso, que usa la dinámica de las sesiones para hacer una manipulación lisa y llana.
—-¿Cómo te imaginás al psicólogo del presidente?
—Necesario, muy necesario (risas).
—Asumiendo que tiene…
—El otro día, hablando con Mike y con Elena (Roger), nos dimos cuenta de que la serie está iluminando también un lugar que tiene que ver con la salud mental presidencial, de la que no sabemos nada. No solo ahora, nunca. No sé si Cristina iba al psicólogo, si Alberto iba al psicólogo, si Macri iba al psicólogo. Espero que sí, porque pienso que así podrían tener algo de contención, importante para el rol y la responsabilidad que tiene un presidente. Sí sabemos de brujas, de tarotistas, de esas cosas. Es preocupante; las cosas se van profundizando hacia lugares cada vez más extremos.
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