"Tengo que ir a Uruguay, porque tengo familia en Montevideo y no los conozco”, comenta la actriz española Nerea Barros apenas empieza el Zoom con El País. La ganadora del Goya en 2014 a actriz revelación por la película La isla mínima charla desde su casa, y acompañada por sus tres gatos, de La novia gitana, la serie policial que se estrenó en la plataforma Atresplayer y está en NSNow de Nuevo Siglo.
La serie está basada en la primera novela de la trilogía de Carmen Mola que protagoniza la inspectora Elena Blanco, quien dirige la Brigada de Análisis de Casos y comienza a investigar la muerte de una joven gitana vestida de novia. Barros interpreta a Blanco en la serie que ya tiene una segunda temporada estrenada en España, y una tercera en desarrollo.
Barros, quien tiene pocos países por conocer en Sudamérica, comenta que no se olvida más la vez que estuvo más cerca de nuestro país, porque casi pierde la vida.
“Estaba haciendo kite surf en Punta Rasa (Argentina), allí donde termina el Rio de la Plata y se abre al mar, y casi no regreso. Desde arriba veía a Uruguay al fondo, y venía bien con mi cometita pero en un cambio de viento se me cayó la cometa, me caí al medio del río y perdí la tabla. Todo fatal, con todo para morirme. Al final conseguí llegar a tierra pero mi mayor ilusión era que estaba allí, cerca de Uruguay. Sé que el lugar es hermoso porque tengo amigos uruguayos que me hablan de lo lindo que es el lugar”, comenta.
—Ya no hay excusas, tenés que venir a conocer Uruguay.
—Sí, porque además sois los guay del continente, sois los buenos.
—Igual no nos la creemos. Siempre nos definimos como un país chiquito, de pocos habitantes, no nos agrandamos mucho.
—Los gallegos somos así. Pero lo buenos que tienen, a diferencia de nosotros, es que en Galicia son vikingos, y siempre tienen esa nube negra arriba, lo que los lleva a ser muy dramáticos y pesimistas. Ustedes tienen esa cosa gallega pero tienen mucho humor, mucha luz y buen clima. Aparte, eso de “no queremos destacar, estamos en nuestro paisito y no metan las narices”, me encanta.
—Te cambio de tema porque desde La isla mínima, no has parado de trabajar, y leyendo sobre tu vida vi que eras enfermera. ¿Qué empezó primero?
—Siempre quise ser actriz. Uno de mis primeros recuerdos es de cuando tendría cuatro o cinco años con la bata de mi madre y unos tacones del desván, hablando con las paredes. Era la pequeña de tres hermanos, la que había nacido por error porque me llevo 12 años con mi hermano mayor, y mis padres mirando y diciendo: nuestra niña está loca. Pero yo era súper libre y sabía que tenía una pulsión que me explotaba por dentro.
—Debutaste en el cine muy chica.
—Sí, por una historia muy rocambolesca, protagonicé mi primera película (Nena, de Xavier Bermúdez, en 2017). Desde ahí pude gritar a los cuatro vientos que quería ser actriz.
—¿Y cómo llegás a ser enfermera?
—Mi padre quería haber sido médico, y cuando termino el instituto me dice que tengo que hacer una carrera, que la actuación es un hobby. Yo quería hacer arte dramático y danza, lo que eran muchos años, y como no quise hacer Medicina me dijo de hacer Enfermería. Estudié eso mientras hacía lo que me gustaba. Y lo bueno de enfermería es que te pone los pies en la tierra. Me especialicé en Cuidados Intensivos y Neonatos, y trabajé mucho en el Hospital Clínico de Santiago. Cuando gané el Goya, se lo dediqué a ese hospital.
—En La novia gitana sos la protagonista, quien tiene una personalidad muy característica, siempre reprimiendo lo que siente. ¿Cuánto de vos hay en Elena?
—Muy poco. Tiene de mí lo que he observado de los gatos, porque siento que es muy felina, que no la ves venir y eso me parece súper interesante. También tiene ese misterio del gato que nunca te enseña su vulnerabilidad. Yo no soy así, pero Elena tiene mucha mierda encima, mucho dolor, y nada la toca. Solo entra en emoción cuando explota, y ahí es imparable y va por todo.
—¿Y es difícil protagonizar la adaptación de un best seller?
—Estaba cagada porque es una novela conocida en el mundo, y cada persona tiene una Elena Blanco en su cabeza. Son muchos parámetros a tener en cuenta y es un personaje muy complejo, con muchas capas, así que iba muerta de miedo. Por eso salía vestida como Elena Blanco de casa. Me ponía el pantalón, las botas y es como un resorte, se me cambiaba la cara. Incluso corporalmente cambio mi postura y mi forma de caminar. Ella siempre está con las manos en los bolsillos, como escondiéndose, yo soy completamente lo opuesto. Trabajé con policías por cuatro meses, incluso me formé como policía, porque hay mucha verdad detrás de los personajes.
—¿Cómo fue trabajar con Paco Cabezas, el director de la serie?
—Genial, es muy guay. Viene de hacer series como Penny Dreadful, e Into the Badlands, y trae todo eso para la serie. Además es un andaluz que ha vivido con las colonias gitanas y quería hacerles un homenaje y colocar un pueblo tan estereotipado, con sus luces y sombras. Tiene una estética muy linda pero en el fondo cuenta un retrato muy claro de una sociedad.
—En los últimos años, la televisión ha presentado otras mujeres que cargan un dolor en un entorno policial, como Kate Winslet en Mare of Eastown o Jodie Foster en True Detective.
—Es genial, porque es una realidad. Las mujeres somos muy diferentes y es bueno como espectador poder explorarlo. Jodie Foster es una genia y la serie de Kate Winslet era una referencia. De hecho en la serie no llevo maquillaje, es más, me acentúan las ojeras, y luego me rodeaban de negro para que mi cara fuera lo más duro posible. Eso es genial.
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