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La historia de la serie que rescató una estrella de TV y hoy es una de las grandes sagas del cine

Misión Imposible se estrenó en 1966 producida por Lucille Ball e inaugurando una idea que se mantiene con muchos cambios y Tom Cruise en el protagónico

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Graves, Landau y Norris del elenco original de Misión Imposible

Con información de La Nación/GDA
Para mediados de la década de 1960, la moda de las series con espías había tomado por asalto a la televisión. Inspiradas por sus contrapartes cinematográficos —James Bond, Matt Helm, Flint—, las propuestas iban desde la ironía de El santo al Superagente 86.

Es en este contexto que al productor Bruce Geller se le ocurrió un nuevo proyecto: Misión imposible. Tomó algo de inspiración bien entendida en la película Topkapi de 1964.

“Quería resumir una película de espionaje en 50 minutos televisivos”, diría el mismo Geller años después. Para 1966, año en que debutó la serie, Geller había producido la serie Rawhide con Clint Eastwood, y guionado episodios de El hombre del rifle y El rebelde.

Para la lógica de producción de la época, la idea de Geller era original y disruptiva: a nadie en la industria le interesó apostar por ella. Hasta que apareció una estrella de la televisión.

En 1950, Lucille Ball y su marido Desi Arnaz habían fundado Desilu Productions, con la que habían logrado independencia para sus proyectos, sino también apostar por aquellos que les resultaban particularmente interesantes: Los intocables, Viaje a las estrellas o Mannix.

Fue Ball en persona quien quedó fascinada con la propuesta de Geller y le prometió darle su apoyo. Alcanzó para que CBS diera luz verde a Misión imposible.

Entre los muchos méritos de la serie está su solidez argumental, virtud que prácticamente se mantuvo intacta a lo largo de los siete años de su primera encarnación. Su atractivo está en claro cuando se piensa en la permanencia de su versión cinematográfica, que está en los cines con su séptima aventura pergeñada por Tom Cruise, Misión imposible: Sentencia mortal. Parte 1.

Todo estuvo ahí desde el primer día. La mecha que se encendía, la cinta que se autodestruía en cinco segundos y resumía la trama, las habilidades del equipo y su casting desde fotografías guardadas en la carpeta “Impossible Missions Force”, y especialmente la música compuesta por el argentino Lalo Schifrin que se convirtió en una de las más famosas de la historia, aun cuando estuvo a punto de pasar inadvertida.

La composición para los títulos de la serie que había pensado Schifrin era completamente distinta. A Geller mucho no le había gustado. Ya en plena edición del piloto, al productor se le ocurrió que podían ir bien con los créditos de apertura unos compases incidentales que Schifrin había escrito para una escena de persecución. Le pidió que los adaptara: allí apareció la melodía inolvidable.

En la Misión imposible televisiva, estaba Peter Graves como Jim Phelps, el jefe del equipo. Graves era la imagen perfecta del espía: duro, decidido, seductor y las canas le daban un toque de distinción.

Sin embargo, los caprichos de emisión alrededor del mundo ocultaron que durante el primer año de la serie Graves no estuvo. Los 28 episodios de 1966 estuvieron protagonizados por Steven Hill como Dan Briggs, quien recibía las órdenes y armaba el equipo.

Que al comienzo de cada capítulo, el jefe seleccionara quiénes iban a ser sus colaboradores mediante fotografías no fue una decisión artística, Geller soñaba con tener un elenco rotativo en el que poder presentar estrellas invitadas. Es decir, habría un equipo de base, pero entre episodio y episodio habría invitados.

Esto no se consiguió pero le permitió a Martin Landau (el experto en disfraces, Rollin Hand) aparecer el primer año como “estrella invitada”. Sucedió que en la prioridad del actor no estaba la televisión sino el cine, así que dejó abierta la posibilidad de irse de un momento para el otro. Algo que sucedería recién cuatro años después, y por motivos menos agradables.

A partir de su segunda temporada, Misión imposible armó el equipo perfecto: Phelps (Graves); Hand (Landau); Cinnamon Carter (Barbara Bain), modelo y femme fatale; Barney Collier (Greg Morris), técnico en tecnología; y Willy Armitage (Peter Lupus), el hombre fuerte.

Esta formación, la más recordada por los televidentes, se mantuvo hasta 1969, cuando un cúmulo de malas decisiones marcó el ocaso de la serie. Con la salida de Desilu Productions, las decisiones económicas quedaron en manos del productor Douglas S. Cramer, hombre que sabía más de negocios que de arte, y un nombre familiar para los consumidores de series de las décadas siguientes.

Apoyado en los altos números de audiencia, Cramer decidió ganar más invirtiendo menos, redujo el presupuesto y ajustó los tiempos; y si a alguien no le gustaba, siempre estaba la puerta abierta para irse.

Landau y Bain, marido y mujer, decidieron capitalizar su fama y reclamaron un aumento. Estuvieron solo tres temporadas.

Sin darle mayor importancia al incidente, pero teniendo en cuenta la popularidad que, especialmente el actor, habían cosechado, los productores decidieron convocar a otro intérprete de peso para ocupar su lugar. Leonard Nimoy venía de ser el vulcano Spock en Star Trek (papel que le habían ofrecido antes a Landau) y aceptó pensando en la ventaja de pasar de un éxito a otro.

Pero no sucedió. Si bien su personaje, un ilusionista llamado París, estuvo a la altura, la marca dejada por su predecesor fue tan profunda, que no le alcanzó para borrarla. El lugar vacante de Bain costó pero tuvo mejores resultados. Después de varias alternativas, el rol femenino fue para Lesley Ann Warren (Dana Lambert), mucho más joven y desinhibida.

En sus dos últimos años en el aire, y por cuestiones de política internacional, los villanos fueron locales.

Así el éxito de Misión imposible fue apagándose y la fábrica cerró en 1973. Quince años después alguien pensó que era una buena idea retomar el proyecto.

Con ideas y presupuesto austeros, solo quedaba Peter Graves, más arrugado y menos entusiasmados. No pasó gran cosa durante las dos temporadas que duró este revival. Estaban la música, el fósforo, la mecha, la grabación autodestructiva y Graves. Pero no alcanzó.

Misión imposible terminó definitivamente en 1990. Pero su muerte televisiva dio paso años después a un nuevo comienzo, esta vez cinematográfico y con Tom Cruise.

Y aunque algunos viejos fanáticos de la serie pudieron haberse molestado porque, por ejemplo, Phelps era el villano. Detalles porque la verdad es que si se habla de la serie es por el éxito de la película, no por la nostalgia de un montón de cincuentones.

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