POLÉMICA REAVIVADA
Un largo y atrapante documental sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman y sus hondas raíces, que se remontan a atentado terrorista a la AMIA
El miércoles pasado, Netflix sorprendió a sus usuarios conNisman. El fiscal, la presidenta y el espía, una serie documental de seis capítulos, sobre la misteriosa muerte del fiscal argentino Alberto Nisman, el 18 de enero de 2015. A cinco años de ese hecho que conmocionó a la opinión pública internacional, esta serie vino a reavivar una enorme polémica, que tenía sus raíces en el atentado de 1994 a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), del que Nisman fue investigador. Y este nuevo producto audiovisual está generando una repercusión significativa, principalmente por la cantidad de declaraciones nuevas que salen a la luz.
En principio se podría creer que si se está por fuera de la política argentina, esta producción puede ser de relativo interés. Pero no es así: más allá de todo el contexto político (enorme, inabarcable), la trama que va desde el atentado de 1994 hasta la muerte de Nisman, esas dos décadas, constituyen un verdadero thriller capaz de competir con cualquier ficción.
Realmente, la cantidad de momentos atrapantes que contiene esta nueva producción es descomunal. Por un lado, están todos los hechos que rodean a la enigmática muerte de un fiscal de la Nación, y el gran debate sobre si fue suicidio o muerte violenta. Ese hecho, a su vez, está rodeado de un contexto con muchos detalles impresionante, desde el origen del arma que aparece en la escena del crimen y todos sus entretelones, hasta la voz de la madre del fiscal llamando a la emergencia para decir, en tono controlado, que su hijo está muerto y que por favor manden una ambulancia. Pero la historia se remonta a más de 20 años, a los tiempos de la presidencia de Menem, para seguir el complejo entramado que va desde cómo se urdió el atentado a la AMIA, hasta quién es el asesino de Nisman, si es que lo hubo.
En esas dos décadas largas, se pasa por todo tipo de circunstancias, armándose una complejísima trama política y delictiva, que se extiende hacia las redes del terrorismo internacional, y hacia las relaciones entre los gobiernos. La serie también entra en una reflexión sobre el modo de operar de los servicios de inteligencia, y del nexo que tienen con los sucesivos gobiernos. En ese sentido, el largo documental trenza muy bien la historia del fiscal, su biografía, su familia, su temperamento, su próspera situación financiera, su vida mundana y su elegante estampa, con un contexto bien mayor, que abarca los servicios de inteligencia, el espionaje, el periodismo, la política, y el uso político de todos esos hechos. Desde Cristina Fernández de Kirchner (siempre tan convincente y categórica) hasta el canciller Héctor Timerman, el desfile de fuentes es abundante y de primer nivel.
Por contrapartida, frente a un abanico de temas tan amplio y complicado, el espectador se puede sentir en algunos momentos un poco perdido ante tantos nombres, cargos y fechas. Sin embargo, desde el punto de vista formal, la producción de la serie buscó despejar mucha cantidad de información, aportando líneas cronológicas y un conjunto de gráficos aclaratorios. El documental tiene el mérito de difundir información poco o nada conocida, especialmente escuchas telefónicas, filmaciones de cámaras de seguridad, y otros elementos surgidos de una profusa búsqueda.
Desde el punto de vista del armado, el documental busca aligerar los tramos de archivo y entrevistas, con imágenes de mayor producción, donde se ve la ciudad de Buenos Aires, principalmente en la noche, y la belleza de sus rascacielos. Y en medio de esas imágenes, se instala un clima de misterio, en el que no se sabe bien de quién sospechar. Por eso, Nisman. El fiscal, la presidenta y el espía demanda un espectador atento, concentrado: no es una serie para mirar mientras se está haciendo otra cosa.
El tema crece hacia muchas áreas, y hasta se vincula a otros atentados terroristas en otras geografías. Y focalizando en la AMIA, se centra también en las víctimas y sus familiares, entrando en historias de vida que quedaron truncas. En ese punto, el documental transita por una sensible reflexión sobre cómo la muerte puede estar a la vuelta de la esquina.
Como suele suceder en mucho de lo que respecta a la cultura porteña, no faltan personajes de novela en esta triste historia, que tiene como telón de fondo componentes de antisemitismo. Hay personajes secundarios, por llamarlos así, que cobran gran protagonismo y que podrían ellos mismos ser objeto de otra serie. Y hay en toda esa trama, hechos increíbles, impensables, que rozan el absurdo. Que causarían humor, si no se tratase de temas tan duros.
La serie tiene capítulos más ágiles, en los que la acción transcurre a ritmo atrapante, y otros más cerrados, en los que ganan el protagonismo las declaraciones. Y el espectador se puede dejar llevar por los detalles de las pericias de balística, por las acusaciones entrecruzadas, por el suspenso, y seguir la historia como si fuera un policial lleno de fantasía. Pero también se lo puede ver desde una mirada fuertemente política, indignada, sobre un juego de espejos en el que no siempre está claro qué lugar ocupa cada uno de los protagonistas, cuáles mienten y cuáles no.
El final puede dejar al espectador bastante escéptico, y con un aire de pesimismo. Si se sigue esta serie como un mero thriller, hay episodios de pericias forenses, de tramas internacionales, de acusaciones cruzadas, que lo hacen tan complejo como atrapante. Para quienes lo miran con mayor sentido cívico, el caso es desmoralizante. Desde el atentado a la AMIA a la muerte de Nisman, hay un rompecabezas gigante. Lo peor es que el espectador queda con la sensación de que a ese gran rompecabezas le faltan piezas fundamentales.