La telenovela que hizo de Oreiro una heroína y que veían dos millones y medio de personas llega a Netflix

"Muñeca brava", la novela que convirtió a Oreiro en un icono internacional y que le mostró a una generación que había otra forma de ser mujer, se estrena ahora en Netflix.

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Natalia Oreiro y Facundo Arana en "Muñeca brava". Foto: Difusión

Eran otros tiempos. La ficción argentina vivía una era dorada, con producciones que acaparaban la mayoría de su grilla: donde ahora hay programas de “chimentos”, noticieros extendidos, formatos internacionales con adaptaciones locales o realities, antes había telenovela.

Eran otros tiempos. La discusión de género no estaba sobre la mesa. Las historias creadas, reproducidas, consagradas como éxitos históricos eran hijas de un solo estereotipo, el de la mujer débil que encontraba la salvación en brazos de un varón. Ahí donde había violencia, maltrato, sexualización y abuso, había una justificación: la historia había sido siempre así. La sociedad funcionaba así.

Eran otros tiempos.

Entonces apareció la Cholito.

Era 1998 y Natalia Oreiro, 21 años, en personaje de remera holgada, modales rústicos y una picardía inocente, cándida, le mostraba a una generación aquello que solía esconderse: que había otra forma de ser. Que enfundarse en rosa, usar vestidos, defender la pulcritud como si fuera sacramento, no era el único molde para una mujer. Que se podía jugar al fútbol, andar salvaje, bailar con amigas, tener irreverencia, a veces ser sensual, soñar, querer cosas. Que había una autenticidad y había que defenderla, que el mundo era más que un príncipe azul.

Fue un cimbronazo. Estrenada en 1998, Muñeca Brava se convirtió en una de las telenovelas más parteaguas y populares en la historia de la televisión argentina. Y desde hoy está en Netflix, en busca de una sobrevida pero lista para someterse al juicio de una nueva agenda de derechos, que ya no verá un amor a prueba de todo sino una relación reprobable y de poder. El Ivo de Facundo Arana estuvo lejos de ser el hombre ideal de la Milagros de Oreiro, aunque al final triunfara el amor. Muñeca brava podrá reabrir el debate de con qué vara se miden hoy los relatos del pasado.

Firmada por Enrique Torres y producida por Raúl Lecouna sobre el gastado binomio de chica pobre conoce a chico rico, era la aventura de Milagros, muchacha que cumplía 18 años y debía abandonar el convento en el que hasta entonces, vivía como huérfana. Habilidosa para el fútbol y necesitada de trabajo, terminaba como empleada doméstica en la mansión de los Di Carlo e iba a dar justo con Ivo, que había confrontado con ella al confundirla con un varón y llamarla Carlitos, pero se había rendido a sus pies cuando, una noche, la había encontrado en una bailanta.

Porque Muñeca brava, que acompasó e impulsó el camino de la Oreiro cantante con los hits pop “Cambio dolor” y “Me muero de amor”, también era eso: una celebración de la cumbia, el brillo y el choripán contra la frialdad de una mansión entre la discriminación y el clima hostil. Una reivindicación de la alegría popular.

El giro dramático venía por el pasado familiar de Mili, que resultaba ser la hija no reconocida del patriarca de los Di Carlo (Arturo Maly en un villano de los de antes), el supuesto padre de Ivo. Los secundarios, con la abuela que componía Lydia Lamaison, Gloria (Gabriela Sari) y Lina (Victoria Onetto) como las inseparables de la protagonista y un parco mayordomo (Osvaldo Guidi), eran impecables.

Milagros y su pelilargo galán iban a sortear obstáculos de todo tipo hasta consolidar un amor que había empezado por el maltrato. La llegada a Netflix permitirá recordar aquellos episodios iniciales en los que el improbable método de seducción del Don Juan eran la misoginia, el desprecio y un constante accionar que se salteaba el consentimiento.

“Muñeca brava mostraba a una chica empoderada que rompía el canon de su tiempo. Quizás por eso pegó tanto”, dijo Oreiro en charla con Tiempo Argentino, en 2020. “Tomaba sus decisiones, no se dejaba avasallar. En esa época no era nada común. En las novelas típicas las mujeres eran sumisas, las engañaban y parecía que no tenían otra cosa para pensar que en el amor y limpiar”. En eso, decía, se podía explicar lo que había pasado en Rusia.

Muñeca brava fue su pasaje definitivo a las grandes ligas. Estrenada un 16 de noviembre de 1998, tuvo 285 capítulos emitidos de lunes a viernes (en Uruguay a las 14.00 y por Canal 4) hasta el 17 de diciembre del año siguiente. Debutó con casi 22 puntos de rating y un informe reciente de Infobae asegura que la veían, por día, dos millones y medio de personas.

Eran otros tiempos. Cuando Gustavo Yankelevich leyó la historia, con reminiscencias de Cenicienta pero con antiprincesa envalentonada, y le auguró un éxito firme, no podía imaginar que miles de rusas e israelíes terminarían estudiando español para entender, así, el idioma de su nueva heroína. Aquella que apareció para mostrar, un día, que otra forma era posible.

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