RESEÑA
El miércoles se estrenó en Disney+ el último episodio de la serie protagonizada por Tom Hiddleston, y se anunció segunda temporada
Atención: esta nota contiene varios spoilers de la trama y el final de "Loki".
Empezó con aires de comedia de detectives, fue un festín de ciencia ficción, pasó por el drama existencial y la aventura romántica y rozó el absurdo cuando cruzó un Loki cocodrilo con otro que parecía salido de Castillo Rá-Tim-Bum. Y sorteó cada una de las imposibilidades que en algún momento parecieron hacerla tambalear para cerrar a lo grande, con un final de los que dejan al público de boca abierta y pupilas dilatadas. El miércoles terminó Loki o, más bien, su primera temporada: para satisfacción de fanáticos, la escena poscréditos dura segundos y sólo está ahí para avisar que esta historia continuará en la temporada 2.
El anuncio es sorpresivo pero todo lo demás, no: Loki, la tercera serie de Marvel Studios estrenada este año en la plataforma Disney+, estuvo a la altura de las expectativas y por algunos instantes logró superarlas, con una rebuscada trama que giró alrededor de la sagrada línea del tiempo y que será fundamental en la continuidad de este Universo Cinematográfico.
Si alguien lo pregunta, es posible ver y disfrutar de esta serie sin haber seguido el paso a paso de una década de películas de superhéroes marvelianos, pero es imposible salteársela de cara a la continuidad de una Fase 4 que explorará la línea del multiverso, una promesa que estaba pendiente desde 2019.
La secuela de Doctor Strange, Doctor Strange in the Multiverse of Madness prevista para 2022, será la película encargada de llevar en alto el estandarte de los universos múltiples, pero la puerta a esa dimensión se abrió de par en par con el final de Loki, que no augura un futuro demasiado amable.
La serie dirigida por Kate Herron encuentra a Loki, hermano de Thor y dios de la mentira interpretado por Tom Hiddleston, como un prisionero de la Autoridad de Variación Temporal. La organización se encarga de preservar el flujo temporal, es decir, de que los hechos del mundo se den como deben darse; y detiene a las “variantes”, aquellas personas que alteran la línea del tiempo. Loki es una de esas.
Allí conocerá a Mobius (Owen Wilson), agente que lo fichará de compañero de trabajo para tratar de parar a la más peligrosa de las variantes que es, justo, una versión femenina del villano, Sylvie (Sophia Di Martino).
A Sylvie le dieron captura cuando era niña, se fugó y desde entonces se la pasó dando saltos en el tiempo y escondiéndose de los “cazadores” de la AVT (TVA en su sigla en inglés), elaborando un plan que le permitiera derrocar a la Autoridad que le arruinó la vida. Loki, tras las primeras tensiones, se convertirá en un aliado con el que generará una complicada relación sentimental (después de todo, son dos formas de un mismo ser) y que la ayudará a llegar al fondo del asunto.
Porque la Autoridad de Variación Temporal no es lo que dice ser, y tampoco lo son sus líderes; la fachada caerá en el episodio final, para revelar al verdadero titiritero de esta compleja puesta en escena: Kang el Conquistador, interpretado por Jonathan Majors y presentado como una suerte de científico loco con modismos de genio de Aladdín.
El juego de máscaras que ofrece el guion de Michael Waldron funciona, digamos, en dos niveles: uno interno, asociado al relato mismo que la serie ofrece, y otro externo que tiene que ver con lo que la serie es. Loki pareció salir a jugar en la cancha de la comedia de acción cuando se estrenó, pero en seis episodios abarcó bastante más y se fue complejizando hasta convertirse en otra cosa. Es un camino inherente al del personaje, que sin el traje y la pompa de sus apariciones previas en el Universo Cinematográfico de Marvel pierde la mirada irónica y encuentra en su más profunda vulnerabilidad, una enorme fortaleza.
Loki recorre un arco dramático interesantísimo, con un actor que siempre responde a lo que se le exige. Hiddleston transforma al dios poderoso y desafiante en un hombre destrozado, a veces dubitativo y frágil, que carga con el peso de los sueños rotos, la amenaza constante del fin del mundo y, para colmo, una inesperada herida de amor.
Y con ese arco avanza la serie, que pasa por todos los estados posibles mientras ofrece un espectáculo visual (hay hasta un tiburón de humo gigante), buenas secuencias de acción y algunos giros inesperados, todo cerrado con un final de impacto. El anuncio de la temporada dos es una grata sorpresa, porque siempre hay ganas de más Loki. Y está bien.