Pierce Brosnan tiene serie en Paramount + sobre mafiosos británicos: "El arte de vivir es lo que me alimenta"

El exJames Bond estrenó "Tierra de mafia" donde comparte elenco con Tom Hardy y Helen Mirren y acá charla de la serie, de su amor por la pintura y de que representa seguir siendo, aunque no lo interprete hace 25 años, James Bond

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Pierce Brosnan
Pierce Brosnan en Tierra de mafia.
Foto: Luke Varley/Paramount+

Alexis Soloski, The New York Times
En el último día de marzo, en el Museo Solomon R. Guggenheim de Manhattan, los admiradores se acercaban al actor Pierce Brosnan cada pocos minutos. Algunos lo llamaban señor Brosnan, otros señor Bond, en referencia a las cuatro películas de James Bond que protagonizó en los años 90 y principios de los 2000. (Brosnan tiene un rostro que exige títulos honoríficos).

Vestido con un elegante conjunto monocromático —trench azul marino, pantalones azul marino, un ascot azul marino al cuello de una camisa del mismo tono—, fue amable con todos, aunque ligeramente evasivo. A sus 71 años, rara vez muestra todo de sí. La gente ve lo que quiere ver. Y, en su mayoría, ven a Bond.

“Se pierden mucho, dijo.” Pero no me corresponde mostrar todo. No me corresponde hacer otra cosa que ser amable”.

Siempre ha habido más en Brosnan de lo que salta a la vista, aunque lo que se ve, claramente, es muy agradable.

“Es muy afortunado en el departamento genético”, dijo Tom Hardy, su compañero en la nueva serie de gangsters de Paramount+ (disponible en el servicio de NSNow de Nuevo siglo) Tierra de mafia. Brosnan se refiere a eso como “la alquimia celta”.

Pintor desde hace mucho tiempo y apasionado del arte, Brosnan considera que El caso Thomas Crown, un thriller de robo de arte de 1999, es su película favorita, sobre todo porque se quedó con los cuadros. Así que cuando sus compromisos promocionales lo llevaron a Nueva York —divide su tiempo entre Malibú y Hawaii—, aprovechó para visitar un museo.

Al llegar, encontró que la espiral del Guggenheim estaba cerrada por una instalación. (”Qué aburrido”, comentó suavemente en la taquilla). Se conformó con las obras en exhibición.

“Me encanta el color”, dijo Brosnan, admirando algunos lienzos de la pintora brasileña Beatriz Milhazes. “Exhilarante. Cautivador”.

Su forma de hablar tiene un lirismo casual —rara vez usará un solo adjetivo cuando puede usar dos o tres—, pero parecía hablar en serio.

En su carrera como actor, su paleta ha sido bastante particular.

“Ha sido parte de mi historia como actor”, dijo. “Interpretar al héroe, al hombre misterioso, al hombre en quien confías”.

Pero sus papeles recientes (y algunos anteriores, como El matador, El sastre de Panamá) complican esa imagen.

Conrad, el jefe criminal que interpreta en Tierra de mafia, esconde brutalidad bajo su vestimenta caballerosa. Arthur, el jefe de espionaje británico que encarna en el elegante thriller Código negro de Steven Soderbergh, ahora en cines, también tiene sus complejidades. Y aun así, Brosnan sigue siendo, y siempre será, Bond.

“Realmente no puedes escapar de eso” dijo.

Al salir, Brosnan admiró un Pierre Bonnard, un Paul Cézanne, varios Picassos. Reconoció un Wassily Kandinsky desde el otro extremo de la sala.

“Te dan ganas de pintar”, dijo.

Tiene fantasías con mudarse a París y ser aprendiz de algún artista en un atelier. Pero aún no está listo para dejar la actuación.

“Ya es como una droga”, dijo. “La necesito”.

Aunque Brosnan suele ser muy gracioso (“Tiene un sentido del humor endiablado”, dijo Hardy), no quedaba claro si bromeaba.

Y ciertamente no ha dejado de actuar. Rodó su papel en Código negro (que está en cines) en una pausa rápida de otra película, Giant. Comenzó a trabajar en Tierra de mafia, en la que comparte créditos con Helen Mirren, justo después de terminar el rodaje de The Thursday Murder Club, también junto a Mirren.

Código negro lo devuelve al servicio secreto. Su personaje es un maestro espía de motivaciones ambiguas. La película rinde homenaje a los clásicos del cine de espionaje, lo que convirtió a Brosnan en una elección atractiva para el papel.

“Hay una complicidad con el público que es muy placentera, un secreto compartido”, dijo Steven Soderbergh, el director.

Brosnan también lo sabe.

“Confiaron en mí para atraerlos, para conectar con el público y luego desmontar esa imagen”, dijo.

(Un añadido más al desmontaje: le pidió a Soderbergh una leve prótesis para la nariz, que agudiza sus rasgos).

Juega un juego similar en Tierra de mafia, creada por Ronan Bennett y dirigida en parte por Guy Ritchie. Conrad parece el caballero perfecto, pero no duda en patear a un hombre herido y sangrando por la boca. Como dice su esposa Maeve (Mirren), debajo de su impecable ropa tweed y su chaqueta Barbour, es “un asesino irlandés de sangre fría”.

La interpretación de Brosnan hace que esa brutalidad resulte fascinante.

“Tiene lo que llaman encanto”, dijo Hardy. “Hechiza a toda la sala”.

Esto es cierto también fuera de la pantalla. Su cortesía es pródiga, natural. Durante nuestra conversación, sostuvo puertas, me ayudó con el abrigo, me llamó “querida”. Sabía que me estaba encantando. Y no podía evitarlo. Pasar unas horas con él fue como ser embestida por un tráiler de puro carisma.

Esta versión de Brosnan —el vestuario impecable, la manera en que pidió amablemente enfriar su Chablis de mediodía (“Póngale un buen hielo, por favor”)— parecía auténtica.

“Me encantan la ropa, el estilo”, dijo. “Me encanta la belleza de la vida, de los hombres, de las mujeres. El arte de vivir, eso me alimenta”.

Pero también es una pose que ha perfeccionado a lo largo de los años, una que tiene raíces, al menos en parte, en una infancia en Irlanda marcada por el abandono de su padre y una larga separación de su madre.

“Quería ser artista; quería ser pintor”, dijo. “No tenía ningún título. Estaba realmente en desventaja —sin madre, sin padre.

Pero esa libertad, dijo, le permitió crear “este personaje llamado Pierce”, que con el tiempo se ha ido refinando gracias a la riqueza, la fama y la realización de sus aspiraciones artísticas.

Pierce es, posiblemente, su mejor papel. Y no muestra ambivalencia hacia él ni hacia la celebridad que le ha traído.

“Lo deseé; lo quise”, dijo. “Así que lo acepto y sigo adelante”.

Aun así, admitió que esperaba con ansias el fin de semana, cuando pudiera ser él mismo, sin tener que mostrarse. Pero lo que muestra —en persona y en pantalla— es suficiente. Para él, y quizá para el resto de nosotros.

"Seguiré interpretándolo mientras dure", dijo. "Me trajo hasta aquí. Seguiré adelante".

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