Balance
Una cuenta regresiva hacia las mejores series del año
La realidad, la ficción y todo entre medio queda en esta lista que seguramente sea polémica por sus nombres y ausencias. Seguramente alguna producción habrá quedado afuera por cuestiones meramente numéricas. Es que si por uno fuera, la lista sería interminable. Por eso, aquí va una cuenta regresiva hacia la mejor serie de este año.
Jean-Marc Vallée vuelve a dirigir la serie del año. El año pasado contaba la historia de las tres mujeres de Big Little Lies, y el crimen que las rodea; ahora vuelve con otra historia femenina y policial, donde las mujeres son quienes toman el control de la situación, y de sus vidas, en sus manos.
La historia de Sharp Objects (o Heridas abiertas, como se tradujo el libro) se basa en la novela de Gillian Flynn, quien viene llamando la atención desde la publicación de su novela Perdida. Si bien la historia se centra en una serie de asesinatos en un pueblito en medio de la nada, el verdadero misterio a resolver es el de la protagonista, Camille Preaker, quien es interpretada por una magnífica Amy Adams. Aunque ella no es la protagonista indiscutida, ya que, como también pasaba en Big Little Lies, hay todo un ensamble femenino para destacar, comenzando con la siempre magnífica Patricia Clarkson y continuando con la joven Eliza Scanlen.
Pocas historias logran atemorizar y asombrar a la vez, Sharp Objects es una de esas series.
David Budd (Richard Madden) es tan heroico como volátil. Sus años en el ejército lo convirtieron en un hombre que escucha disparos cuando los demás oímos un tren pasar, o que asocia terrorismo cuando un hombre desecha un teléfono en la basura. Cuando logra detener un atentado, es premiado con un ascenso: ser el guardaespaldas de la ministra del interior. Una mujer política para quienes los soldados son meros números, y eso molesta, y mucho, a su guardaespaldas. Así, empleado y empleador comienzan a jugar un perverso juego del gato y el ratón, donde el guardaespaldas intenta averiguar en qué está su jefa, mientras ella intenta desviar su atención. Son seis episodios que están disponibles para ver de corrido. Eso sí, más vale mirarlos con mucha calma para que la ansiedad que transmite esta serie no le juegue una mala pasada.
Hay una gran mentira en la segunda temporada de American Crime Story. Si bien se anuncia que la serie se centrará en el modisto italiano asesinado en Miami a medidos de los noventa, la serie cuenta la historia de Andrew Cunanan (un magnífico Darren Criss), su asesino. La serie antológica, en su primera temporada se centró en el juicio a O. J. Simpson, comienza con un paralelismo entre Versace y Cunanan. Versace en su mansión, Cunanan en una playa, el modisto tomando pastillas para la ansiedad y su asesino liberando tensión en el agua. Así, hasta llegar al momento de la muerte de Versace.
Desde ese fatídico hecho, la serie comienza a ir hacia atrás, contando la historia, de manera muy original, del asesino. Sus primeros crímenes y su creciente obsesión con el diseñador. Y cuando uno podía pensar que la serie iba a ser solo sobre Cunanan, llega el penúltimo episodio donde se cuenta la vida y carrera de Versace, solo para conocer, en el episodio final, su fatídico desenlace.
La genial primera temporada de esta serie de HBO que se basa en la película Vacaciones mortales que dirigió Michael Crichton en 1973, no fue una casualidad. Sirvió para plantar la semilla de lo que vendría en esta segunda, y mejor temporada. Una tanda de episodios que es perfectamente circular, con una historia que comienza, y por ende termina, en el mismo punto. Los androides "muertos" en una laguna, mientras los incrédulos humanos intentan averiguar qué sucedió en el parque de atracciones. Si, el espectador también está como los humanos de la serie, buscándole una explicación a lo que sus ojos ven. Y allí es donde se nota la genialidad del guion de los creadores de la serie, Lisa Joy y Jonathan Nolan, quienes dejan, en los últimos minutos de la temporada, la explicación de lo que ha pasado en este tiempo. Más vale no andar spoileando nada más, para que los espectadores que todavía no vieron esta temporada, puedan descubrir y asombrarse con lo que sucedió.
No solo es el regreso de Verónica Castro a la televisión, también es la confirmación que hay series a destacar que no proceden de Estados Unidos, España o Inglaterra. La casa de las flores es una de esas series para hacer maratón. Una producción mexicana de Netflix que logra un humor negro (por momentos negrísimo) a través de la familia De la Mora, propietarios de una vieja y destacada florería de México. Claro que esa familia, de apariencia perfecta, dista mucho de lo que muestra al exterior. Y en el primer episodio ya se nota cómo esa imagen se resquebraja, cuando la amante del patriarca decide suicidarse en una fiesta familiar. Desde entonces no paran de surgir enfrentamientos, secretos y recriminaciones entre los miembros de la familia. Si a este dramón, que el creador Manolo Caro logra diluir con justas dosis de humor se le suman unos personajes tan patéticos como entrañables (la forma de hablar de Cecilia Suárez, o sea Paulina, hace que valga la pena ver los episodios), algo de picardía, y unos personajes secundarios muy disfrutables, convierten a esta producción en un éxito, que si no vio, vale la pena descubrir.
Ryan Murphy es uno de esos creadores de series prolíficos y versátiles. Sus producciones transitan entre el retrato más verosímil de un caso mediático como la primera temporada de American Crime Story, la serie musical Glee, el drama de médicos Nip/Tuck o películas para televisión como A Normal Heart, donde se contaban los primeros tiempos del VIH en la comunidad gay. Este año Murphy estrenó tres series, la que toca hablar es Pose. Una serie en la que se cuenta el mundillo del ballroom, donde hombres, mujeres y trans desfilaban por una pasarela improvisada para ganar el respeto de su pares. Sin dudas, Pose es de las mejores producciones de Murphy, donde se describe ese mundo de rivalidades, egos y glamour de las comunidades compuestas por inadaptados (prostitutas, jóvenes gay expulsados de sus hogares, chicas trans que sueñan en grande), que desfilaban por las noches en los años ochenta. Una perfecta unión de comedia con drama (sin ser graciosa ni lacrimógena) donde estos desconocidos intérpretes -es la serie con el elenco más diverso de la televisión- conmueven en cada capítulo.
Cary Fukunaga es el responsable de esta serie de Netflix. Un director que viene llamando la atención desde que se estrenó True Detective, y de eso hace varios años. Esta nueva producción, Maniac, cuenta con un elenco impresionante. Están Jonah Hill, Emma Stone, Sally Field y Justin Theroux al frente de una historia cambiante. Si bien la serie se centra en Owen y Annie (Hill y Stone), dos jóvenes con una vida bastante complicada que deciden someterse a un experimento farmacéutico que promete resolver cualquier problema mental, es la manera en que está contada, lo que la hace una gran serie. Cada episodio nos transporta a la mente de estos complejos personajes, como si se tratara de una ensoñación, cambiando la ambientación, los colores y hasta la manera que tienen los personajes para relacionarse.
Stephen King es uno de los pocos autores que han logrado crear un universo propio. Sus historias dialogan unas con otras, al igual que los personajes, que pasan de una novela a la otra sin problemas. Esa es la esencia de Castle Rock, la serie de Hulu donde los personajes más oscuros de King se unen en una misma historia. Sí, hay muchos sustos en esta serie creada por Sam Shaw y Dustin Thomason que tiene la particularidad de contar en su elenco con actores que han trabajado en las adaptaciones cinematográficas de las novelas de King. Están Sissyi Spacek (la Carrie original), Bill Skarsgård (el nuevo Pennywise de It), así como Jane Levy, quien protagonizó las películas Posesión infernal y No respires del uruguayo Fede Álvarez. Así, Castle Rock es una de esas series para mirar con la luz encendida y, preferiblemente, de día.
Quién iba a pensar la cantidad de muertos que tenía guardados en el ropero el cantante mexicano (bueno, la serie se encarga de aclarar este punto) más conocido del mundo. Este año Luis Miguel: la serie fue uno de los éxitos de la televisión, esos que cada vez son menos frecuentes. En parte se debe al buen trabajo de su protagonista, Diego Boneta, pero también está el villano de la serie, un impecable Oscar Janeada (que interpreta al padre de Luis Miguel) y a la historia sobre la desaparición de la madre del cantante que dejó a todo el mundo en vilo. Netflix se anotó un golazo con esta serie mexicana donde no solo están presentes todas las canciones, también ese mundo privado del músico que para muchos era desconocido. Un gancho final que deja más dudas que certezas será el comienzo de una nueva temporada que ya está en desarrollo.
No es usual que una serie sea tan redonda, mezclando en sus episodios algo de risa y algo de suspenso. Barry, esta pequeña pero entretenida ficción protagonizada por Bill Hader, lo logra. En la serie de HBO, Hader es un exmilitar que por cuestiones meramente monetarias se vuelve un sicario que ya está con ganas de colgar el puntero láser. Es que en una de sus últimas misiones encontró una profesión diametralmente opuesta a lo que conoce: la actuación. A este soldado bastante estructurado lo rodea un universo de personajes entrañables como el profesor de actuación o alguna alumna que se cree mejor. Claro que a medida que su popularidad como actor mejore, tomará visibilidad, y su pasado estará al acecho para cobrarle alguna que otra deuda.