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La secuela de la clásica serie protagonizada por Sarah Jessica Parker llegó el jueves a "HBO Max", con varios cambios y giros
Hace algunos años, cuando en la licuadora de internet se mezclaron millennials, series de culto y plataformas de streaming de alcance mundial, un clásico como Friends sufrió una ola de rechazo generalizado. Duró, hay que decirlo, lo que un suspiro, y no hizo mella en la extrema popularidad de la comedia estadounidense. Pero sirvió para alimentar la eterna discusión en torno a la cultura de la cancelación y la regla de que al arte hay que entenderlo en su contexto de producción.
De Friends, una generación moldeada con una agenda de derechos que ya no es la que rodeaba a la juventud de los noventa, dijo que era homofóbica, transfóbica y sexista. La reflexión que se disparó al respecto no demoró en salpicar a otro de los iconos televisivos del mundillo sitcom de hace 20 años: Sex and the City.
Creada por Darren Star y considerada, en su momento, una bocanada de aire fresco por la forma en la que mostró a cuatro personajes femeninos técnicamente empoderados e independientes, el tiempo hizo que se la viera como una ficción estereotipada, clasista y gordofóbica: prejuiciosa.
Que su vuelta sea con aires de diversidad da cuenta de que además de reconquistar corazones y de intentar revalidar un título de éxito, Sex and the City quiere demostrar que escuchó, creció y quiere cambiar.
En And Just Like That..., la secuela que el jueves pasado estrenó sus dos primeros episodios en exclusiva en HBO Max, esa intención de cambio no se disimula ni se limita al frente de las nuevas sensibilidades.
La principal novedad es, como se había anunciado, la ausencia de Kim Cattrall. Sin su irresistible Samantha Jones, aquella rubia que vivía su sexualidad a pleno con un discurso que buscaba escaparle a los tabúes, la pandilla de espléndidas mujeres neoyorquinas quedó en versión reducida.
Carrie Bradshaw, Miranda Hobbes y Charlotte York, que son las actrices Sarah Jessica Parker, Cynthia Nixon y Kristin Davis, volvieron a frecuentar calles y restaurantes neoyorquinos pero con la ausencia de, quizás, la mejor de todas ellas.
El guion aborda el tema sin rodeos con una incomodidad y una tensión que se sienten como una referencia fácil a una realidad donde, desde el relato oficial, Cattrall se ha convertido en la villana. Al parecer, Samantha también.
La conflictiva relación entre Sarah Jessica Parker y Kim Cattrall se moldeó en tiempos de la serie y terminó de explotar entre las dos películas que le dieron continuidad a la historia, estrenadas en 2008 y 2010. Un tercer film nunca llegó a concretarse porque las actrices dejaron de hablarse.
Desde el entorno de Cattrall, la versión de esta ruptura se centra en una humillación constante por parte de Parker, un maltrato sistemático basado en una necesidad de reafirmar el protagónico. Desde la otra vereda, se habla de reclamos económicos y lucha de egos. En el medio quedó aquel fuerte mensaje que en 2018, Cattrall le envió a su colega luego de que esta le mandara condolencias públicas por la muerte de su hermano. “Déjame dejar esto MUY en claro, si aún no lo he hecho: no sos mi familia, no sos mi amiga”, le dijo vía Instagram.
La postura de And Just Like That... también es responsabilizar a, en este caso, Samantha. El resumen es que decidió mudarse a Londres y dejó de contestar mensajes y llamadas a sus viejas amigas, como si quisiera borrarlas de sus vidas. Aunque luego “aparece” en forma de gesto amable, la frase que dispara Miranda es letal: “Es como si estuviera muerta”.
La secuela también ofrece un cambio importante en el tono, que al menos en este comienzo se acerca más al drama que a la liviana comedia que fue originalmente. Era esperable y es entendible: aquellos feroces 30 años que exploraban sus protagonistas hoy se convirtieron en cincuenta y tantos y a esa altura, la vida es otra historia. En eso, el guionista Michael Patrick King tampoco se anda con rodeos: toma una decisión radical, elimina de un plumazo a un personaje clave y deja a los espectadores que esperaban, por fin, disfrutar un amor feliz, bastante desolados.
En charla con Entertainment Weekly, King se justificó diciendo que la idea de esta etapa es explorar la interrogante de si es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado y, poner a prueba eso de que el principal amor es el de uno por uno mismo. Alrededor de unos zapatos azules Manolo Blahnik que vuelven a funcionar como símbolo del cuento de hadas, del mundo ideal, sus declaraciones no logran borrar la sensación de capricho.
En cualquier caso, el giro en la trama es uno de los caminos con los que la serie se orienta hacia esa obligada renovación que es el otro gran cambio sustancial. Carrie, Miranda y Charlotte parecen estar más despiertas que nunca ante las injusticias del sistema patriarcal, pero será una viudez la que obligará a una de ellas a volver al mundo de las citas para, quizás esta vez, buscar un vínculo sin toxicidades. La postura es: ¿para qué entrar en el pantanal de la deconstrucción cuando se puede barajar y dar de nuevo?
En el mismo sentido resaltan la aparición de personajes que aportan al elenco la diversidad que tanto se le reclamaba. Ahora la vidriera de mujeres blancas se rompe con algunas afroamericanas y un personaje latino y no binario. Se trata de Che, que dirige el podcast en el que Carrie trabaja y al que interpreta Sara Ramírez, que se identifica como persona no binaria. En una industria que todavía opta por actores y actrices heterosexuales para encarnar a personajes LGBTQ, ahí hay un acierto a destacar.
Hay, también, espacio para una sororidad que trasciende el bloque cerrado de las protagonistas, y la discusión sobre la construcción de género se cuela entre las escenas como una coprotagonista más. And Just Like That se presenta como un nuevo capítulo de Sex and The City, y quiere que se note.
Pero aunque hay mucho que cambió, la química entre Carrie, Miranda y Charlotte está intacta y la magia de Nueva York también. Y eso es lo que sostiene a este regreso.