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Este viernes llegó a la plataforma de streaming una nueva producción, ambientada un siglo después de los hechos narrados en la popular serie "Vikingos"
Cuando apareció, en 2013, Vikingos parecía aprovecharse del éxito de Game of Thrones. También se mostraban los conflictos palaciegos entre distintas familias poderosas y se salpicaban con desnudos y peleas con espadas. Claro que la serie creada por Michael Hirst estaba enfocada en el universo de las leyendas nórdicas desde la perspectiva de la familia de Ragnar Lodbrok, un vikingo y granjero visionario que encontró la forma de viajar, precariamente, hasta las costas de Inglaterra. La historia lo reconocería como rey de Suecia y Dinamarca, vivió en el siglo VIII y tuvo una muerte horrible. Y en Vikingos no hay dragones.
A lo largo de sus seis temporadas, todas disponibles en Netflix, Vikingos se convirtió en uno de esos fenómenos que captan fanáticos en el mundo. Su popularidad llegó a darles un lugar en la ComicCon de San Diego, un evento reservado casi exclusivamente para superhéroes. Los vikingos, con su historia de sádicos y conquistadores, llenó el encuentro de fanáticos disfrazados como sus protagonistas.
En sus primeras temporadas, la serie sirvió para entrar en una cultura legendaria donde se mezclaban los paisajes hermosos de los fiordos, con interiores repletos de detalles de estas culturas y sus costumbres. Tierras donde las mujeres tenían voz y voto, gobernaban y luchaban a la par de los hombres. Un mundo brutal pero más igualitario.
A medida que la serie fue avanzando, los conflictos políticos entre clanes y pueblos, así como las batallas multitudinarias fueron ganando protagonismo. Es que sangre y muertes nunca faltaron en esta serie.
Y si bien hay nombres y hechos conocidos, lo que se cuenta no debería de tratarse como un hecho histórico. Eso se debe a que casi no hay textos vikingos, y la mayor parte de la información que existe surge de restos arqueológicos o fueron escritos por los rivales.
Reconstruir (o reimaginar) cómo vivían estos pueblos, con sus ritos y sacrificios es el halo de misterio que Vikingos supo aprovechar, lo que atrapó a los espectadores y está también presente en Vikingos: Valhalla, la serie de Netflix que ayer estrenó su primera temporada de ocho episodios.
El responsable de esta nueva Vikingos es Jeb Stuart, guionista de éxitos grandes en cine como Duro de matar, Otras 48 horas o El fugitivo.
Stuart estaba desarrollando la miniserie animada The Liberator (está en Netflix) cuando conoció a Morgan O’Sullivan, uno de los productores de Vikingos, quien le propuso que se hiciera cargo de una séptima temporada.
Stuart habló con Hirst y puso condiciones: no quería continuar la historia, sino hacer algo distinto, manteniendo la esencia. O sea Vikingos: Valhalla.
Para mantener su promesa, Stuart decidió ambientar esta nueva serie más de un siglo después del final de la original.
De ahí que los fanáticos disfrutarán reencontrarse con lugares conocidos como los bosques de Upsala, la ahora próspera ciudad de Kittegat o la imponente Londres; escenarios de distintas temporadas de la serie en la que se basa.
La misma crueldad y violencia que caracterizó a Vikingos está presente en Valhalla que mantiene ese detalle (al igual que Game of Thrones): no hay que encariñarse demasiado con los personajes porque algunos duran muy poco.
Valhalla comienza en un asentamiento vikingo cerca de Londres, el Día de San Bricio. Una tensa calma gana a los habitantes del lugar, quienes se sienten tan sajones como los ingleses. Claro que el rey Etelredo II tenía otros planes y ordenó exterminar a los pobladores. En 2008 se encontraron nuevos restos de esa masacre.
En represalia, los vikingos (que ya sabemos no son de quedarse lamentando ni de brazos cruzados) inician su venganza. Miles, provenientes de distintas regiones, llegan para enfrentarse a los ingleses.
Entre ellos está Leif Erikson (Sam Corlet, o sea Caliban en El mundo oculto de Sabrina), quien interpreta al hijo de Eric el Rojo. Junto a su hermana Freydis (Frida Gustavsson), y el príncipe Harald Sigurdsson (Leo Suter) componen al trío de protagonistas.
Nuevamente los conflictos religiosos entre vikingos y cristianos es la mecha que desencadena la violencia en esta serie que dejó de lado las imágenes oníricas. Ese espacio está compuesto por más acción, viajes en barcos, traiciones y muertes. Los fanáticos de Vikingos quedarán conformes con esta producción que mantiene la calidad de su predecesora.