A los 15 años, Silvia Kutika (66) vio una película de terror que, aunque no recuerda su nombre, le dejó huella. Trataba sobre almas perdidas en un laberinto, intentando cumplir un karma para poder elevarse. Su tía la llevó al cine a escondidas de sus padres, y mientras veía rodar cabezas y mucha sangre, dijo: "Esto es lo que me gusta". Tiempo después, su primera cita con el actor y director Luis Luque, su pareja hace 33 años, también estuvo ligada al terror: fueron a ver Drácula, de Francis Ford Coppola, y siguió atesorando recuerdos con ese género.
Así que cuando Kutika recibió la propuesta de protagonizar El cuarto de Verónica, un clásico del teatro de suspenso escrito por Ira Levin, aceptó encantada. "Me ha llenado de satisfacción, era un desafío hacer suspenso y misterio en teatro y logramos un trabajo hermoso", dice la actriz argentina a El País. Y aclara que no es un terror convencional, sino un thriller psicológico: "No hay fantasmas ni sangre, sino personajes que deben cumplir con una especie de karma para salir del punto en el que están anclados, y lo hacen a través de engaños y situaciones muy terribles", explica.
Los uruguayos tenemos tres chances para ver a Kutika y Fabio Aste protagonizar esta obra que en Argentina lleva cinco temporadas de éxito. El jueves 15 se presentan en el Teatro del Anglo (entradas en Redtickets y Red Pagos), el viernes 16 en el Centro Cultural Rosario, de Colonia (Redtickets), y el sábado 17 en el Salón Ovo de Enjoy, en Punta del Este (entradas por Suticket).
Revela, además, que participó de la película uruguaya Cuando yo existía, junto a César Troncoso, que se estrenará en 2025: "Es una joyita, disfruté mucho de la estadía acá".
La vuelta de El cuarto de Verónica a la cartelera local es la excusa para conversar con Silvia Kutika sobre el despertar de su vocación, el paso de los años, la dicha de haber actuado con Robert De Niro en la serie Nada (Star+), su veta de artista plástica, y más.
—¿Cuándo diste la primera señal de que ibas a ser actriz?
—Yo estudiaba Ciencias Naturales, quería ser bióloga, pero empecé a trabajar porque no quería que mis padres pagaran mis estudios. Una amiga trabajaba en una agencia de modelos, así que le dejé unas fotos y comencé a hacer publicidad. Salí primera princesa en el certamen Siete días y Reina Panamericana en Colombia. A partir de ahí, hice muchas fotos para revistas, me vio un secretario de Calabró y me invitó a participar en Calabromas. Yo le decía, "no soy actriz", pero me animé a hacer un personaje pequeño, y empezaron a llamarme para más trabajos. Hice un casting para la película Sentimental, de Sergio Renán, y me entusiasmó la actuación. Empecé a estudiar y a tomar roles más importantes. Recuerdo una escena muy emotiva, donde un actor hacía de mi abuelo, y me conmovió tanto que dije, "quiero hacer esto: contar historias que emocionen". Hice un clic y decidí que la biología podía esperar.
—Te faltaban pocas materias para terminar pero nunca te recibiste, ¿qué papel juega la naturaleza en tu vida?
—Es algo muy arraigado en mí. No puedo estar sin plantas, sin animales. Rescato bichos de la calle, en casa llegamos a tener cuatro perros, diez gatos, cotorras, loros. También rescato plantas para intentar salvarlas.
—Sos muy observadora, ¿qué te inspiró para crear al personaje de El cuarto de Verónica?
—En la obra empiezo interpretando a una viejita y me fui a la calle a estudiar cómo se mueven las personas mayores, cómo caminan, cómo cambia su voz. Mi papá falleció hace mucho tiempo pero uso un pañuelo suyo en gran parte de la obra y para mí fue un sostén emocional. Su energía está ahí y me ayuda cuando tengo una dificultad. En los primeros ensayos siempre digo, 'no voy a poder, para qué me metí en esto, si hay cosas más simples'. Pero ahí está lo lindo del desafío.
—Trabajaste con Ricardo Darín, Guillermo Francella, Gerardo Romano, Osvaldo Laport, Raúl Taibo, ¿imaginaste que se te iba a dar con De Niro?
—No, creo que nadie se imagina algo así. Es un regalo a esta altura de la vida, un plus increíble. También compartí con Brandoni en esa serie, dos maestros. Decís, "hay que aprovechar porque no se va a repetir".
—¿Cómo reaccionaste cuando te confirmaron el papel?
—Fue una sorpresa total. Tenía que hacer un casting para el personaje, y esa mañana me llama mi representante para decirme que lo posponían. Pensé que era una forma elegante de rechazarme. A los pocos días, me llamó de nuevo, y me dijo directamente: "Vas a hacer la serie". Le corté y quedé pensando, "pero si no hice el casting", hasta que me lo repitió: "No hay casting, quedaste". Le volví a cortar pensando que era un mal chiste. Flasheé y fui corriendo a contarle a Pipo (Luis Luque): "Quedé, ¿y ahora qué hago?" Siempre pienso lo mismo: "¿Ahora de qué me disfrazo?"
—¿Pudiste intercambiar con De Niro?
—Poco, porque él no habla mucho español y mi inglés es horrible. Además, en el set estábamos muy apurados porque vino poco tiempo. Entre escena y escena hablaba con un coach que le traducía lo que le decían los directores. Pero estaba ahí y fue increíble.
—Has dicho que la sociedad es cruel y presiona con la belleza física, ¿hay menos papeles conforme pasan los años?
—Absolutamente. Y no solo en Argentina, también pasa en Hollywood, por eso se tocan tanto la cara y se ponen bótox, para intentar frenar el paso del tiempo, pero es imposible. Si pasás a ser abuelo son personajes que hasta los maltratan los hijos y nietos. Hay millones de historias interesantes que nos pasan a los grandes y se pueden contar.
—No te has hecho cirugías...
—No. El paso del tiempo te va a llegar, quieras o no, sino tenés que morirte. Un actor yankee decía en una nota que viendo las dos posibilidades, prefería seguir envejeciendo.
—La pintura apareció en tu vida a partir de un sueño, ¿cómo fue ese proceso?
—Sí, me desperté y sentí la necesidad de expresarlo en una obra. Busqué a una artista plástica cerca de casa y le dije: "Necesito reproducir esto en grande para exorcizar un sueño". Armé un hombre de un metro que parece elevarse de la tierra con un grito al cielo. Fue un proceso catártico porque coincidió con un momento muy difícil en mi vida. Mi papá estaba enfermo y la pintura se convirtió en una forma de canalizar esa emoción, esa necesidad de ser fuerte, de sostener a mi familia. Me encantó, me metí a investigar e hice talleres.
—Has dicho que vas a trabajar hasta que el cuerpo te diga basta, ¿qué te impulsa a seguir actuando?
—Creo que me lleva a conocerme más, a bucear mucho más profundamente, a ser más generosa. Es más egoísta el tema, pero me hace ser mucho mejor persona. Además, me encanta emocionar a la gente, sentir esa energía, ver qué les llega de lo que estoy contando. Si la persona sale distinta después de la función, el trabajo está hecho, y me voy mucho mejor.
-
¿Qué hay para hacer en la semana? Ola de shows internacionales, un festival de teatro gratis y más planes
El festival que reivindica la migración y llevará más de diez propuestas artísticas a la calle con entrada libre
Con Julieta Ortega: la actriz que la inspiró, el podcast como catarsis y su plan para el futuro cercano
Luis Brandoni y Robert De Niro: la inesperada amistad que se volvió serie y la anécdota que incluye a Uruguay