El ballet olvidado de Tchaikovsky que se convirtió en un clásico navideño mundial y regresa al Sodre

Del 7 al 20 de diciembre, el Ballet Nacional Sodre despide su temporada 2024 con "El Cascanueces", la historia navideña que se convirtió en un clásico en todo el mundo desde hace solo 70 años.

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El Cascanueces
Una puesta de “El Cascanueces”.
Foto: Archivo

Se estrenó en 1958 por el elenco que entonces atendía como Cuerpo de Baile del Sodre, con coreografía de Yurek Shabelewsky. Se repuso 10 veces hasta 2007, y desde que Julio Bocca tomó la dirección de la compañía (2010) hasta ahora, es la producción que más veces ha representado el Ballet Nacional. Todo eso para introducir a El Cascanueces, el ballet de Tchaikovsky que antes que un clásico a nivel mundial, supo estar condenado al olvido.

Convertido en emblema de la temporada navideña y en uno de los títulos favoritos del BNS, El Cascanueces regresa este sábado al Auditorio Nacional del Sodre, en Mercedes y Andes, para quedarse hasta el 20 de diciembre. La función del 11 será a beneficio de la organización América Solidaria; entradas por Tickantel desde 150 pesos. En esta temporada, el elenco estará acompañado por el Coro Nacional de Niños, el Coro Juvenil y la Orquesta Juvenil del Sodre.

"El cascanueces", de un cuento a los escenarios

Bsado en un cuento de E.T.A. Hoffmann y estrenado en 1892, El Cascanueces se ha convertido en uno de los ballets más representados del mundo, aunque su popularidad comenzó recién a mediados del siglo XIX: en su tiempo fue un completo fracaso.

El Ballet del Sodre haciendo El Cascanueces
El ballet del Sodre haciendo "El cascanueces". Foto: Archivo.
Santiago Barreiro

Es una creación de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, el más popular de los compositores rusos gracias a sus melodías, armonías y orquestación que evoca una profunda respuesta emocional. Creó siete sinfonías, 11 óperas, cinco suites y 11 oberturas, pero hoy son sus tres ballets, creados hacia el final de su carrera, los que más se recuerdan en todo el mundo.

Su primera versión de El lago de los cisnes fue un fracaso. Tchaikovsky quedó reacio a componer otro ballet, pero en 1890 estrenó La bella durmiente y consiguió así un éxito de los teatros imperiales. Dos años después le llegó el turno a El Cascanueces, pero los tropezones estuvieron desde el inicio. Al coreógrafo Marius Petipá y a varios bailarines implicados no les gustaba la partitura del compositor. Lev Ivanov, que había sido responsable de dos actos de El lago de los cisnes, terminó de desarrollar los pasos de baile.

“Uno puede preguntarse cómo es posible, porque quizá lo más hermoso de El Cascanueces y El lago de los cisnes sea la música de Tchaikovsky”, dice a El País la escritora e historiadora de danza Lucía Chilibroste. “Pero en ese momento los bailarines consideraban que la música de Tchaikovsky, al ser tan sinfónica y con tantos instrumentos, era poco bailable, y les costaba seguirla”.

Al público de la época tampoco le interesó demasiado la historia infantil sobre una joven que, entre sueños, viaja a un mundo de fantasía. No había tragedia, amantes desesperados, muertes, engaños ni traiciones en el relato, y aunque en Rusia nunca se dejó de bailar, en el resto del mundo El Cascanueces quedó relegado.

Pero ese letargo se terminó un día, tal y como si se tratara de un truco de magia del padrino de Clara, que es quien que le regala a la protagonista de esta puesta el cascanueces que cobra vida. Y el responsable de ese cambio histórico fue el coreógrafo George Balanchine.

De su mano, en 1954, El Cascanueces llegó al New York City Ballet y de pronto se convirtió en emblema de la compañía que, salvo por la pandemia en 2020, nunca lo abandonó. Desde ese epicentro estadounidense, la popularidad de esta pieza comenzó a diseminarse por el mundo, y hoy es un título obligatorio para las compañías del planeta.

Nadia Mara en "El cascanueces". Foto: Kim Kenney
Nadia Mara en "El cascanueces". Foto: Archivo.

“Es gracioso cuán equivocado puede estar un artista respecto a su obra”, decía Deems Taylor, el conductor de la película Fantasía de Disney, en 1940. “La composición que Tchaikovsky detestaba era su 'Suite del Cascanueces', probablemente la obra más popular que escribió. Es una serie de danzas tomadas de un ballet entero llamado El Cascanueces que una vez compuso para el Teatro de la Ópera de San Petersburgo. No tuvo mucho tiempo y nadie lo interpreta hoy en día, pero estoy seguro de que reconocerán la música cuando la oigan".

De alguna forma, anticipó un futuro. Dos décadas después del estreno de la película, comenzó una especie de "cascanuecesmanía" que todavía continúa. El cascanueces ha sido cowboy, ha jugado al hockey o a viajado a Hawaii; sin importar los cambios, todos parecen querer tener su propia versión de la historia. Se estima que son más de 700 las producciones de El Cascanueces que se realizan por año en Estados Unidos, donde este fenómeno tiene su principal base. Para entenderlo: en 2019, la mitad de la venta de entradas de toda la temporada del New York City Ballet se debió a las funciones de El Cascanueces, informó el New York Times.

El fenómeno moderno de "El cascanueces"

El éxito que consiguió George Balanchine se debe a que trasladó la acción de El Cascanueces desde la Rusia Zarista a una familia típica de clase media de la posguerra, y logró que el público que se sintiera identificado con la historia. La transmisión por televisión del ballet, en 1957, ayudó a masificar la popularidad de este título y asociarlo para siempre a la Navidad.

Aunque la conquista de la audiencia también se puede explicar por la sencillez de la historia: a Clara le regalan un cascanueces para Navidad, y entre sueños termina luchando contra el rey de los ratones y viajando a un mundo de hadas y danzas de todas partes. “No hay que saber nada para disfrutarlo y es ideal para ir con niños, porque el público se enamora”, apunta Chilibroste.

Si bien la versión de Balanchine es la más popular de todas, la coreografía que ha presentado el BNS en estos años es de la argentina Silvia Bazilis, bailarina y coreógrafa que fue la partenaire de Raúl Candal, creador de las versiones de El Lago de los cisnes y Don Quijote realizadas en el Sodre en estas temporadas.

El árbol repleto de chirimbolos que crece hasta hacerse gigante, la guerra de soldados contra ratones y la inolvidable Hada del azúcar volverán al escenario del Auditorio Nacional para traer un poco de magia y espíritu navideño.

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