Nacida en el Cerro, Sandra Galeano se caracterizó siempre por su personalidad extrovertida. Era la payasa del barrio y cada Navidad salía a repartir souvenirs hechos por ella subida a unos zancos. Su fascinación por el arte se despertó durante la niñez, al ver un mimo en televisión: “No sabía qué era, pero me pareció alucinante. ‘Quiero hacer eso’, dije”, recuerda Galeano vía Zoom con El País.
La actriz, bailarina y tallerista de pantomima empezó a estudiar teatro en secreto con 14 años. A los 21 vendió rifas para viajar a México: el plan inicial era ir tres meses, pero consiguió un rol protagónico, y se quedó. Forjó su carrera en tierras mariachis y vuelve a Uruguay para actuar por primera vez desde que emigró, en 2001. El sábado 16 presenta Voilá París, un unipersonal que recrea la vida de la artista Josephine Baker, en el Centro Cultural Florencio Sánchez, y no le entra en el pecho tanta felicidad. Las entradas se compran por Tickantel. Cuestan 450 pesos y hay 2x1 para socios de Club El País.
"Vuelvo a mi barrio, al teatro que pisé por primera vez, con mi familia y los vecinos que me conocen de niña. Espero que la emoción no me juegue una mala pasada y que la gente pueda disfrutar de la obra", expresa ilusionada.
La gira por Uruguay incluye otras tres fechas: el jueves 21 actúa en el Teatro Stella (entradas en RedTickets con 2x1 para miembros del Club El País), el sábado 30 en el Teatro Eslabón de Canelones, y el sábado 7 de diciembre en el Teatro Nelson Sierra de San Luis, también en Canelones (reservas al 099246374).
El regreso a los escenarios de su país tiene una fuerte carga emocional: el reciente fallecimiento de su padre y su tía la motivó a compartir con sus seres queridos todo lo que construyó en México. "Las funciones van dedicadas a ellos dos. Me hubiera gustado que estuvieran para ver la obra", asegura.
La trayectoria de Sandra Galeano está marcada por la pasión y la perseverancia. Hizo lo que estaba a su alcance para cumplir con su sueño de triunfar en las tablas. Trabajó en una fábrica, limpió máquinas en casinos, fue estatua viviente en una plaza, y se quedó con lo puesto después del terremoto ocurrido México en 2017, cuando su casa se vino abajo. En esta nota, su historia de superación.
Sacrificarse por el anhelo de actuar
A los 14 años, la actuación se cruzó en su camino para quedarse. Fue en el Liceo N°11, cuando el teatro apareció como materia extracurricular y no dudó en inscribirse. Formó un grupo llamado El Sótano, y se cansaron de ganar movidas de teatro joven. El debut en el Florencio Sánchez fue con una obra de Fontanarrosa, y se grabó a fuego en su memoria. Como dato curioso: participó Rafa Cotelo como artista invitado.
El arte la atrapó de inmediato. Se anotó en la Casa de la Cultura para seguir formándose, pero para evitar conflictos, iba a clases a escondidas. "Las salidas en mi familia eran muy restringidas y, para no generar problemas, prefería hacerlo en secreto. Decía que iba a la plaza a hacer ejercicio o a estudiar con compañeras, y así lo pasé", recuerda.
Sus padres se enteraron de que tenían una hija artista cuando abrieron el diario y vieron su rostro en el anuncio de la obra Congreso de sexología. El fin del secreto la liberó: "Los invité a ver la obra, los llevé a cenar y me solté yo también. Ellos lo veían como un hobby y quizás yo tampoco sabía si era lo que quería hacer", justifica.
Tomó clases de pantomima y danza contemporánea; estudió en el Instituto de Enseñanzas Teatrales, donde tuvo a Elena Zuasti y Nacho Cardozo como maestros, y en la extinta escuela Puerto Luna, donde aprendió de Iván Solarich, Coco Rivero y Paula Villalba.
Empezó a trabajar para poder independizarse (se mudó sola a los 19) y costear su formación artística. Su primer empleo fue como niñera a los 14 años, a los 16 arrancó en una fábrica de ropa interior y también limpió máquinas en casinos.
El viaje que cambió su vida
El quiebre en su vida ocurrió a fines del 2000, tras finalizar los estudios en Puerto Luna. Una compañera le propuso vender rifas para financiar un viaje de tres meses a México junto a una escuela de fotografía, y en 2001 se subió a un avión sin saber que esa aventura iba a cambiar su vida para siempre.
Apeló al arte al quedarse sin dinero: se instaló en el Zócalo, la principal plaza de Ciudad de México, hizo de estatua viviente frente a la catedral, y causó furor. "Me vestía de blanco, con un globo terráqueo en la mano, y la gente se acercaba a rezarme. Fue una experiencia muy linda", recuerda.
De pura curiosidad, se acercó a escuelas de teatro en México, fue a ver obras, hasta que dio con un lugar donde pedían una actriz sudamericana para un protagónico. Hizo el casting y la eligieron. No estaba en sus planes mudarse al exterior pero no podía dejar pasar semejante oportunidad: en Uruguay ganaba a borderó (por venta de entradas) y allá le ofrecían un sueldo fijo.
"Me la jugué, acepté el trabajo y me quedé", dice convencida de que la Virgen de Guadalupe quiso que permaneciera en México. "Lo que tiene México es que, si la Virgen quiere que sigas, te da oportunidades; sino, te pone obstáculos. Hay una energía tan poderosa que enseguida sabés si te quiere fuera. A pesar de todo, sigue dándome oportunidades, y eso me da la tranquilidad de saber que aún me quiere."
Resurgir después del trágico sismo
En 2017, la patrona favorita de los mexicanos le puso la prueba más dura: un terremoto derrumbó el apartamento donde vivía, que era de una amiga suya, y quedó con lo puesto. El sismo fue a las 13:15 y ella recién se enteró a las 18:00 de que su hogar era escombros. "Estaba dando clases, el WhatsApp se bloqueó, y cuando volvió la señal tenía 800 mensajes y poca carga. Lo primero que hice fue avisar a mi familia que estaba viva", recuerda.
La ayuda de la comunidad uruguaya en México y de amigos y familiares de su país fue crucial para que saliera adelante. "Hicieron colectas, y se organizaron funciones a beneficio", cuenta. Una amiga la alojó un mes, y otra le prestó un cuarto en su oficina. "No podía dormir, sentía que todo se movía. Decidí irme a Uruguay ese diciembre para calmarme. No fue fácil superar el miedo. Estoy muy agradecida por el apoyo que recibí", asegura.
—Volvés a Uruguay para presentar Voilá París, ¿qué significa esta obra para vos?
—Es un proyecto muy importante que estrené en 2023 y lo dirige Fanny Sarfati. Es un monólogo escrito para mí por Gilda Salinas sobre Josephine Baker, una mujer afroamericana que superó la pobreza y el racismo para convertirse en bailarina, cantante y activista. Apoyó a Martin Luther King y rompió esquemas en Francia, donde fue la primera vedette negra. Me identifico mucho con su lucha por lo que amaba, su fortaleza y su sueño de ser reconocida en el escenario.
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