Nació en Argentina pero eligió Uruguay para vivir. El viernes, José Miguel Onaindia fue confirmado como próximo director de la Comedia Nacional, sucediendo la gestión de Gabriel Calderón. Onaindia es un nombre conocido de la cultura uruguaya, como gestor cultural y por haber dirigido el INAE y el Auditorio del Sodre, entre otros destinos.
En Argentina dirigió el INCAA y es responsable de darle lugar a una camada de nuevos directores como Lucrecia Martel, Adrián Caetano o Juan José Campanella. En charla con El País, Onaindia habla de su propuesta para el próximo año, sus anhelos y lo que necesita el teatro uruguayo.
—El viernes, cuando se realizó la conferencia dijo que antes de aprender a leer y escribir, sabía de teatro, ¿cómo es eso?
—Como era muy juicioso me llevaban al teatro, y se ve que me gustaba, que prestaba atención. No solo al teatro infantil, sino lo que consideraban, y para mí era una fascinación aunque había cosas que no comprendía. Tuve padres, tías y tíos que fueron muy atentos a mis gustos y que me favorecieron porque llegué al colegio con una cantidad de obras vistas, lo que era bastante poco común. Para mí el teatro, los actores, el cine, era todo un mundo de fascinación infantil y que luego lo mantuve durante toda mi vida. Más allá que estudié Derecho y otras cosas no relacionadas en forma directa con el campo cultural, siempre fui al teatro y hasta a ver un par de obras por día, estar al tanto de lo que sucedía en las carteleras, viajar y ver teatro aunque no entendiera el idioma. Pueden parecer como obsesiones pero es mi forma de vida.
—También dijo tener una relación especial con la Comedia. ¿De cuándo viene?
—Cuando estaba en el liceo, tendría 14, hubo una temporada muy fuerte del Teatro Cervantes. No recuerdo si era una obra de Moliere, pero sí que me impactó muchísimo la primera vez que vi en el escenario a Estela Medina. En un momento hacía un mutis y fue la primera vez que vi un aplauso así a telón abierto. Y desde entonces el nombre de Estela se me grabó. Había una fascinación porque esa compañía era un elenco estable. Creo que son muy necesarios en el sistema teatral, y eso es un gran mérito que tiene el Uruguay, el haberlos sostenido a pesar de las diferencias económicas y políticas, y esas objeciones que siempre genera el elenco estable.
—¿Cuál será su propuesta al frente de la Comedia?
—En ese proyecto yo propongo, más allá de títulos y directores, propongo una apertura de la comedia hacia lo que se resumir como expandir. Quiero una expansión hacia otros grupos sociales que vienen poco al teatro, para ir a buscar al público. Tenemos un público fidelizado que ya viene, hay que ir a buscar ese público que todavía no viene, y por supuesto apostar al rigor y a la diversidad artística. La propuesta tiene teatro de repertorio, teatro experimental, hay todo lo que la comedia puede hacer. Ahí está basada la propuesta, quiero continuar con las buenas experiencias de teatro en un espacio público, pero planteo dos propuestas nuevas para que la Comedia esté presente en el espacio público para conectar con la población desde otro lugar.
—Es un conocido gestor cultural y un actor en las sombras de varios espectáculos. ¿Siente que ahora pasa al frente del reflector?
—Lo que hay es una tarea de gestión. El hecho de que no venga de la profesión escénica, de la audición, te hace ver cinematográficamente, diríamos como fuera de campo. Entonces, tenés una proyección y eso te permite apreciar distintas estéticas. Por supuesto que uno tiene un gusto personal, pero nunca puede influir. Entonces, saber que tenés que incluir una cantidad de estéticas, de directores, de temáticas que son las que van a promover un entrenamiento y una posibilidad de solidificación del trabajo profesional de la compañía, y también una apertura a la ciudadanía.
—¿Cuál sería el logro?
—Para mí la gran satisfacción sería que durante los tres años que esté al frente de la Comedia, podamos multiplicar el público. No solamente de la comedia, porque es un trabajo que se le quiere proponer al teatro independiente, de hacer una tarea de ir a buscar a la gente para que vuelva a incluir las artes escénicas como una parte de su ocio intelectual.
—En Uruguay ha estado al frente de Instituciones y salas, y en Argentina dirigió el Incaa, y bajo su dirección se hicieron películas como La ciénaga.
—Cuando me invitaron a dirigir el Instituto de Cine, era un momento donde egresaba mucha gente de distintas escuelas de cine. La década del 90 fue la época de menor producción y de menor proyección del cine argentino, y sin embargo empezaron a aparecer nuevas escuelas de cine. Entonces, al final del 90 empieza toda una nueva generación de directores, una nueva forma de producir mucho más barata que permitía hacer cine que hasta entonces se hacía en celuloide. A mí me toca institucionalizar ese nuevo movimiento, abrir el instituto y el fondo de fomento cinematográfico a todos estos nuevos autores y también apostar a la diversidad. Pude internacionalizar ese cine, porque el arte es lo que más representa a un país. Porque las vacas no identifican a un país, sí un cuadro de Figari, una canción de Zitarrosa, o una obra de Florencio Sánchez.
—¿Cuáles siente que son las dificultades del teatro uruguayo?
—Creo que tenemos que pensar mucho porque se están haciendo muy pocas funciones de cada espectáculo, sobre todo en el teatro independiente. Eso es un problema para los artistas que no tienen la posibilidad de repetición y entrenamiento y tampoco la posibilidad de profesionalizar, monetizar su trabajo. Si un espectáculo tiene solo cuatro funciones, hay gente que no va a poder ir. Por eso me gustaría hablar especialmente con el teatro independiente, con el teatro empresarial, con el teatro público, con otras salas del teatro público para que nos organicemos y tener una propuesta escénica que en primer lugar sea más visible. Para que la gente tenga mayor acceso a saber qué es lo que se ve, y en segundo lugar que pueda haber mayor repetición. Es una tarea que podemos hacer conjuntamente.
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