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Alejandro Dolina con El País: "Uruguay es el lugar donde más suerte tenemos"

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Alejandro Dolina. Foto: Difusión.

ENTREVISTA

Antes de las presentaciones de "La venganza será terrible" en San José y Montevideo, Alejandro Dolina repasó su carrera en diálogo con El País

En julio agotó dos funciones en Montevideo y ahora regresa para una tercera. Este domingo, Alejandro Dolina volverá al Auditorio Nacional del Sodre con La venganza será terrible, uno de los programas insignia de la radio rioplatense. Pero esa no será su única presentación en suelo uruguayo: el sábado también se lo verá en el Teatro Macció de San José. Las entradas para ambas fechas se consiguen en Tickantel.

“Tenemos una conexión muy grande con Uruguay”, le comenta a El País el conductor del formato que comparte con Gillespi, Patricio Barton y el Trío Sin Nombre, y que acumula más de 35 años al aire. Transmitido en Argentina por la emisora 750 AM y en Uruguay por Del Sol (99.5 FM), La venganza será terrible va de lunes a viernes de 00.00 a 2.00; en Buenos Aires se suele grabar con público en el Auditorio Caras y Caretas.

Su original mezcla entre humor, referencias literarias y música en vivo lo convirtió en un programa popular entre el público local. "Para nosotros es una sorpresa desde que fuimos por primera vez", dice Dolina sobre la cálida recepción del público uruguayo.

"No hay saqueo en decir que Uruguay es el lugar donde más suerte tenemos y donde se produce esa situación que no es solo numérica, sino también hija del cariño y de cierta empatía. Vaya a saber uno qué pasa, pero es el lugar donde mejor se da ese fenómeno", agrega.

Antes de su regreso a Uruguay, Dolina dialogó con El País.

—Al repasar tu carrera, noté que gran parte de tu camino se construyó en base a las coincidencias o a los hechos no buscados. Tu entrada a la radio se debió a una invitación que recibiste mientras trabajabas en una agencia de publicidad, y las grabaciones con público de tus programas nacieron luego de un oyente te pidiera entrar al estudio. ¿Qué valor le das a la coincidencia en tu vida?

—Las coincidencias hacen que uno sea muy precavido y esté atento a esas señales. Como bien estás diciendo, es muy evidente que todo ha ocurrido de un modo bien distinto al que yo presuponía cuando era un muchacho que tenía algunos sueños e inquietudes. Se dieron resultados que me han hecho feliz en muchos momentos, pero que no habían sido planeados. Por lo tanto, la enseñanza es que uno no tiene que casarse con sus convicciones y no debe ser tan rígido. De cualquier manera, puede ocurrir lo contrario: que uno vaya a un lugar esperando un éxito razonable y que la gente no te acompañe. Hay que estar preparado para eso también. En cualquier circunstancia, lo que uno tiene que intentar buscar es la excelencia. Eso es lo que hacemos con La venganza será terrible, aunque no somos muy vivos que digamos (se ríe). Sí conocemos nuestros límites y trabajamos por encontrar la excelencia. No estamos seguro de que la tenemos, pero sí la buscamos todo el tiempo.

—¿Dónde se encuentra?

—En el pensamiento, en los libros, en los tipos que saben más que uno y en saber escuchar. Esa búsqueda tiene que producirse porque si no, no aparece el hecho artístico. Si uno se convierte en un profesional en el peor sentido de la palabra y desarrolla solo tres o cuatro gracias y trata de ver qué está de moda, la búsqueda pasa a ser la de la tarea profesional para buscar una remuneración. Humildemente, creo que en todos estos años he buscado la excelencia, aunque muy pocas veces la encontré (se ríe). Pero buscar, busqué.

Alejandro Dolina y Gillespi en "La venganza será terrible". Foto: Difusión.
Alejandro Dolina y Gillespi en "La venganza será terrible". Foto: Difusión.

La venganza será terrible lleva más de 35 años al aire. ¿Qué te motiva a continuar con el programa luego de tanto tiempo?

—Si se lo anuncia diciendo: “Este tipo trabaja acá hace 35 años”, realmente me parece un destino funesto (se ríe). Lo que pasa es que todo el grupo no lo toma así; más bien lo vemos como la suerte que tenemos de poder juntarnos todos los días. Es cierto que no siempre tenemos las mismas ganas, pero también es una felicidad y lo pensamos como: “Bueno, esta es otra noche que me junto en la esquina con los muchachos a pensar un rato, a ver si sale algo divertido y a emocionarnos con la presencia del público”. Si no hubiéramos tenido esa presencia, el programa no hubiera durado lo que duró. Yo lo hubiera dejado antes, pero el público te brinda una aventura diaria; es como le pasa le sucede a los artistas de teatro, que trabajan durante años y no se aburren aunque representen la misma obra. Es eso.

—¿Cómo se vivió la previa de dos fechas en el Auditorio del Sodre, cuando sabían, en total, que estaban por ofrecer cuatro horas de programa para 4.000 personas?

—Se vivió con emoción, ansiedad y un temor mucho mayor. No es desagradable porque supongo que todos los actores conocen esa sensación de temor y hasta angustia de no saber qué puede llegar a pasar, pero con la enorme emoción de saber que hay un montón de personas que van a estar mirándote. Y si han venido es porque algún interés le despiertan las cosas que vos pensás a la noche cuando estás solo. Finalmente, la sensación es esa: en un mundo donde, evidentemente, el destino del hombre es ser una isla y estar solo, poder concebir estos momentos de comunión es una felicidad enorme para mí.

—Es que, además del espacio para el humor y la reflexión en torno al arte, La venganza será terrible te da el espacio para hablar de tus preocupaciones. Una de ellas, como dijiste una vez, es darte cuenta de que te olvidás de cosas importantes pero que recordás otras sin ningún tipo de valor. ¿Qué importancia tiene ese espacio?

—Yo lo siento como egresar, aunque sea por un momento, de la soledad. Cuando voy por la calle y un tipo me para para decirme: “Hola, Alejandro, ¿cómo le va? Sabe que lo que usted dijo el otro día a mí también me pasa”, uno se da cuenta de que no está solo. A veces me refiero a cosas que he pensado en la alta noche, muchas veces con angustia y creyendo que a nadie le va a importar, pero luego descubrís que sí. Yo creo que es eso, además de mis afectos y de mis hijos, lo mejor que tiene mi vida.

—¿Qué cosas te angustian en la noche, cuando estás solo?

—(Hace una pausa y suspira) Las cosas de siempre, pero agravadas por los años. Yo siento angustia ante la muerte desde los 15 años y no necesito de la carga de la edad para angustiarme ante la posibilidad de morirme. Esas son las cosas que uno piensa en la noche: “Me voy a morir, se van a morir las personas que yo quiero y se han muerto las personas que yo quiero”. (Hace una pausa) No pasa un día sin que yo recuerde a mi padre o piense en el envejecimiento o en la soledad. Esas cosas son angustiosas y no tienen otra solución que las alegrías que brinda el amor, el pensamiento y el arte.

Alejandro Dolina. Foto: Difusión.
Alejandro Dolina. Foto: Difusión.

—¿Qué valor le das al arte en esta lucha por sobrellevar las angustias existenciales?

—El arte es una forma de justificar la vida. Imaginate que somos mortales y a la vez tenemos un sistema que nos permite movernos, ver, anticipar el entorno, pensar y tener la posibilidad de emocionarnos ante un poema o una milonga. La emoción ante el hecho artístico es un don que nos sirve para mantenernos vivos. Ese es el rol del arte.

—¿Alguna vez pensaste en qué hubiera sido de tu vida si no te hubieses animado a dejar la agencia de publicidad donde trabajabas para apostar por la radio y la literatura?

—(Se ríe) El hombre es adaptativo, así que me hubiera adaptado y encontrado otro tipo de felicidad. Seguramente hubiera sido otro, nunca lo sabré. Pero tal como soy yo ahora, no puedo imaginarme peor destino que ese (se ríe).

—Como te mencioné antes, La venganza será terrible lleva más de 35 años al aire. ¿Por qué creés que ha funcionado tan bien?

—Me lo pregunto todos los días (se ríe). Tengo el deseo de que esto haya pegado porque tiene algún valor, pero esa no es una respuesta tan evidente. Vos y yo hemos visto muchas veces a artistas mediocres que logran una llegada fantástica de público... qué sé yo, a lo mejor yo también soy uno de ellos. Mirá, hay unos premios que dan en Argentina de los que a veces me saqué alguno y pienso: “Estos premios lo ganaron algunos tipos no muy meritorios”. Entonces, ¿por qué no pensar que, a lo mejor, yo también soy uno de ellos? Hay que tener esa sospecha. Mirá, el otro día alguien me preguntó cómo sabe uno cuál es el juicio definitivo de lo que hace. ¿Cómo sabe uno que ha escrito una buena novela? ¿Quién lo dice? ¿El público, la crítica, la posteridad? La respuesta es la siguiente: no lo dice nadie y no lo sabrás nunca.

—Bueno, pero lo más cercano a encontrar ese juicio definitivo está en que uno se sienta convencido de que lo que hace tiene valor. En tu caso, ¿recordás cuándo descubriste que este era tu camino?

—Es cierto lo que decís. En mi caso la respuesta sería más bien técnica y lo tengo más claro con la literatura. Cuando era joven yo escribía notas para la revista Satiricón que no tenían mayor pretensión que ser graciosas. Después vino la revista Humor y empecé a escribir solo, pero me costaba más: no me complacía tan rápidamente lo que escribía y tardaba tanto con mis notas que le fallaba a los editores. En un momento, el director me empezó a mandar a un tipos para que se sentaran al lado de mi máquina de escribir y que no se movieran hasta que terminara mi nota... igual les fallaba (se ríe). El cambio llegó cuando retomé un libro que había empezado a escribir tiempo atrás y que no me había salido nada bien. Lo saqueé para escribir unas notas diferentes y que tenían mucho de ficción y un poco de sentimentalismo. Así nació Crónicas del Ángel Gris: de la desesperación por cumplir con los plazos. Cuando lo entregué me di cuenta de que por ahí iba la cosa.

—¿Qué encontraste allí?

—Yo lo había modificado despojándolo de cierta entonación narrativa para convertirlo en algo más austero y parecido a una crónica. Cuando vi el resultado dije: “Esto es lo que yo puedo escribir”. A partir de ahí empecé a explorar otros caminos, pero todo surge de esa cosa, que me permitió darme cuenta de que esa era mi pequeña entonación personal; no me atrevo a decir que es un estilo ni mucho menos, pero ese fue un descubrimiento que me permitió delinear la búsqueda que mantengo hasta hoy.

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