Bananita González: "A veces me preguntan por qué no estoy en televisión, y ni yo lo sé"

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Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores

ENTREVISTA

El actor estrena mañana en Teatro Anglo el unipersonal: "El elogio de la risa" y habla de la risa, televisión, Carnaval y su hijo, "Rusito" González

Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores
Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores

Se llama Carlos González y si bien de chico le decían “el negrito”, es gracias a su hermano mayor que ganó el “Bananita” que es parte inevitable de su nombre. Siempre, dicen, fue el gracioso de la barra y de los chistes en los cumpleaños, y ya recibido de médico, llegó al carnaval en 1977 con parodistas Los Klaper’s. Allí conoció la exposición pública y de a poco se convirtió en un nombre y rostro conocido.

Comediante desde siempre, aunque ha integrado elencos en dramas, mañana a las 21.00 estrena El elogio de la risa, un unipersonal. Es en el Teatro Anglo con entradas por Redtickets a 550 pesos.

La obra escrita por Gastón Marioni -que se estrenó en Buenos Aires en 2018 con Juan Leyrado- es el regreso de Bananita González a los escenarios, una vuelta que se extenderá a presentaciones ya programadas en Colonia y Carmelo el mes próximo y a mediados de año en La Plata, en Argentina.

González comenzó a preparar este espectáculo antes de la pandemia. “Estaba buscando una obra así, un unipersonal teatral que transitara por la diversión, el humor, pero también por climas de reflexión, de emoción. Encontré todo eso en El elogio de la risa”, dijo a El País.

El covid frenó el estreno, aunque González siguió ensayando estos meses fuera de los escenarios.

Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores
Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores

“Es una obra que merece verse, sobre todo en estos momentos de tantas tristezas y guerras. Y me refiero no solo a las bélicas, también las cotidianas e interiores, esos golpes que nos da la vida. Y esta obra habla de la risa como bandera para la resistencia y esa palabra de moda: la resiliencia”, dice.

En la obra, González es Antonio, un octogenario que está esperando a la medianoche para festejar el cumpleaños 80 de su esposa, Susan. En la espera comienza a recordar algunos momentos juntos: la risa siempre fue la tercer integrante de la relación.

—¿Qué significa la risa para vos?

—Es todo. He sido, soy y seré feliz provocando una sonrisa. He tenido momentos buenos y malos como todos porque los humoristas no vivimos en un submarino. Estamos insertos en los mismos problemas de pareja, económicos, de hijos y fue la risa la que siempre me sacó del pozo. No sé cuánto me ahorré de terapia, con el perdón de los psicólogos. La risa es una bandera fundamental en mi vida. Por eso estoy muy feliz de hacer una obra así, y a esta altura de mi carrera artística me cae como anillo al dedo.

—Además del humor, una constante en tu vida ha sido el autogestionar tus espectáculos, y si no te ofrecen algo, buscás las oportunidades.

—Totalmente. Soy de la época que las figuras carnavaleras eran muy resistidas en el teatro convencional y los medios de comunicación. En carnaval arranqué en 1977 y la vida me fue dejando ahí. Me había recibido de médico, se podría considerar que era un intelectual, pero el teatro no llegaba. Era como que esperaban que antes de decir los diálogos me tomaba un vinito cortado. En los medios de comunicación también había una “momofobia”. Ya se ha revertido porque el Carnaval está mejor posicionado socialmente, pero cuando empecé había dueños del humor por derecho propio como Decalegrón pero te pegaban un codazo en los dientes tranquilamente, así que fui jugándomela por las mías. Yo espero, y si no llega nada salgo a buscar. Me gusta remarla pero a veces me duelen los brazos.

Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores
Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores

—¿Hay humor en la televisión?

—Sí, pero no es de texto o sketches. Hoy hacen humor en todos lados, relatando un partido de fútbol, o ponen dos en un estudio, pasan un video y lo comentan. O esos programas donde hurgan los errores de los demás para mandarte en cana. Hoy, el humor va por ahí, no hay un formato de humor con personajes. No se debe a que no haya actrices y actores porque sobran. Tal vez son muy caros de producir más allá que hacen cosas hollywoodenses con “celebrities”, “talents” y esas cosas. Se puede hacer un programa de humor con buenos textos y elencos. Además, los técnicos hacer maravillas.

—¿Faltan ganas?

—Por algo no los hacen. Nunca entendí la cabeza de la gente que maneja la televisión. A veces me preguntan por qué no estoy en televisión, y ni yo lo sé. Son las reglas del juego. Nunca tuve un manager, ni me senté a discutir el contrato. Preguntaba qué había que hacer, cuánto era el salario por motivos lógicos y siempre que se prendía la lucecita trataba de dejar lo mejor que tenía artística, humana y profesionalmente. Estoy dispuesto a hacer cosas, por eso me gusta reaparecer y decir: acá estamos.

—Este año se cumplieron 45 años de tu debut en Carnaval. ¿Cómo viste la evolución de la fiesta de Momo?

—El carnaval está muy sofisticado, son espectáculos del carajo en maquillaje, vestuario, y uno no entiende cómo pueden hacer esas producciones para un mes. Alguna murga se va de gira, pero un show como el de Tabú, es el de una revista que puede desembarcar en cualquier lado. Vi cosas muy lindas y otras no tanto, pero el Carnaval sigue siendo una cantera inagotable de figuras. Lo que no va conmigo es este estilo de murguero de ahora. Son muy intensas y no hay mucho clima. No está el cuplé del medio, ahora son dos tipos haciendo una especie de Yo kiero dormir con mamá. Son humoradas o imitaciones, muchas excelentes porque hay libretistas creativos, pero solo eso.

Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores
Carlos Bananita González. Foto: Francisco Flores

—¿Cómo viste a tu hijo?

—Mi hijo está en su plenitud, está exuberante y desparrama talento. Es un temporal, no para. Está en esa etapa de “esperma urgente” como dice Victor Heredia. Después empezás a tranquilizarte y manejar otros tiempos, pero ahora se está llevando el mundo por delante y se lo merece. Además, la gente lo quiere, eso es lo mejor que puede pasar a un comediante. Es más, no me molesta cuando me presentan como el padre de él. Ya perdí hasta la identidad.

—¿Le das algún consejo?

—No. Le digo: “al cruzar la calle mirá para los dos lados, y ojo con los que te endulzan mucho los oídos”. A veces me pide algún chiste, pero le dije que me los robó todos.

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