ENTREVISTA
La actriz habla de su carrera, el humor, su debut como director y la comedia "La pipa de la paz" que presenta el sábado en el Teatro Stella
Es martes a la tarde y Betiana Blum lleva casi 48 horas haciendo prensa por Uruguay, pero llega a la entrevista con la sonrisa que la caracteriza. Tiene 83 años y una vitalidad envidiable.
Está en Montevideo para presentar la obra La pipa de la paz que protagoniza junto a Sergio Surraco y que además marca su debut como directora. La comedia tendrá su función mañana sábado a las 20.30 en el Teatro Stella y las entradas se adquieren por RedTicket desde 1.390 pesos y hay beneficios con Club El País.
La pipa de la paz es una comedia de Alicia Muñoz, dramaturga argentina que a Blum le recuerda a Jacobo Langsner, el autor de Esperando la carroza. “La gente se ríe más de una hora sin parar. Pero no es por los chistes, sino porque ella construye situaciones desopilantes. Ahí es donde ves un autor”, dice Blum.
En la obra, su hijo trabaja en Naciones Unidas por la paz, y ella lo llama para que viaje a verla. Como no lo logra le dice: “si querés volver a ver a tu madre con vida no tardes”.
Él, que tiene sus conflictos se toma un avión y llega a verla antes que se muera, pero se encuentra que está mejor que él.
“La obra está muy bien construida, y por eso es tan graciosa”, dice Blum a El País. “A mí me gusta mucho el humor como forma de expresión porque cuando uno se ríe, se distiende y puede mirar y reflexionar. Por eso encuentro el humor como un camino muy sano”.
Sobre esta comedia, su carrera como actriz y como profesora de actuación es esta charla con Betiana Blum.
—Es la primera vez que dirigís, ¿cómo fue la experiencia?
—A mí me apasiona el trabajo del actor. Me gusta que las situaciones sean vividas, que no sea aprender un texto y hacer tonos. Hay gente que lo hace muy bien, pero a mí me gusta que sea vivo, que tenga el tempo de la vida. Y el humor es muy difícil aunque generalmente los premios se lo llevan los actores dramáticos.
—Trabajaste en más de 40 películas, pero seguramente te asocien con Nora de Esperando la carroza.
—Fue muy difícil ese personaje, porque lo que tiene que encarnar es la hipocresía. Y eso es difícil de actuar porque a las personas hipócritas no las reconocés. Ella dice: “qué calor” mientras tiene un zorro puesto y lo toma como algo natural. En todos los diálogos ella navega por las situaciones y no se hunde nunca.
—En La pipa de la paz son dos actores y has dicho que se llevan muy bien entre ustedes. ¿Se consigue esa armonía cuando hay grandes elencos?
—En el escenario siempre es más fácil la relación con el hombre que con la mujer. Hay excepciones, claro, pero el problema son los egos. El hombre no compite y no sé si es por trabajo o gracia que la gente me quiere mucho, y cuando entro al escenario me aplauden. Si eso es muy fervoroso, molesta a las colegas, pero nadie tiene la culpa. La vida continúa, una sigue trabajando y va eligiendo para trabajar con armonía.
—Armonía, justamente, es una palabra que te identifica, ¿es difícil lograr un estado armonioso?
—Hay que aprender eso en la vida. Como la expresión indica, “la mala sangre”, no es que te ponés mal, te enojás, generas un momento tenso, y después te tenés que desenojar para encarar la situación. Es más facil hablar y decir: “esto no está bien, ¿qué podemos hacer al respecto?”. De esa forma la persona se ve confrontada y tiene que hacer algo. Es ganancia no enojarte porque desgasta. Hay que dialogar, y siempre una tiene la posibilidad de no participar, de irse. Tengo la gracia de trabajar con compañeros que me hacen sentir muy cómoda.
—Tenés una carrera que hemos visto en cine, televisión y ahora teatro. ¿Fue difícil llegar a hacerte un nombre?
—No porque siempre tuve paciencia. No es que estaba esperando el protagónico sino que lo que me tocaba hacer, lo hacía lo mejor que podía. Mi carrera ha sido muy gradual, y cada año tenía personajes más importantes, y por su propio peso las cosas se van dando. Los directores te empiezan a reconocer, pero lo que tenés que amar es la profesión, no decir “mirá qué bien lo hago”. Porque el actor tiene que manejar sus emociones para transmitir al público el texto lo más limpio posible de lo que es uno. Es una hermosa profesión, porque a través de la actuación la gente comprende cosas del mundo.
—Sos profesora de actuación, y entre tus alumnos tuviste a Facundo Arana. ¿Cómo llegó a tu clase?
—La mamá de Facundo era masajista y un día me comentó que tenía un hijo al que le gustaba la actuación. Facundo estaba en ese entonces transitando su enfermedad y cuando salgo de la sesión lo veo, peladito y muy jovencito. Le vi un ángel y me acuerdo que hablamos de teatro. Al tiempo estaba dando una clase y llega con pelo y un saxofón a tomar la clase. Hay personas que vienen pero que solo trabajan en ese momento, no tienen la visión del actor que comprende que su trabajo es la vida misma. Entonces todo el tiempo estás trabajando, observando las reacciones de la gente. Eso es algo que se tiene que incorporar, y Facundo llegó con determinación. Cuando había que hacer cosas elegía lo difícil y se ponía con todo. Fue grato trabajar con él porque estaba decidido. El nene creció y hace unos años vi una serie que hizo, lo llamé y le dije que me alegraba que siguiera evolucionando y madurando. Es un ser humano muy lindo.
—¿Y vos cómo evolucionás a los 83 años?
—Soy de la postura que menos es más. Para responderte, desarrollando paciencia, comprensión y aprendiendo a ver al otro. Porque cuando uno es joven cree que ve al otro pero no es así. Juzgás, y en la medida que empezás a entender que el otro es un ser humano con su vida y problemas, y a veces está enredada. A lo mejor lo podés asistir en vez de enojarte si algo te molestó. En definitiva es darte cuenta que no sos el centro del universo. Tenemos que ayudarnos y escucharnos porque sino la vida se torna muy difícil. Si el otro tiene un mal día, no está contra vos, es el ego el que vive todo como algo personal, y cuando te empezás a dar cuenta de eso tu vida cambia. Y así podés cambiar la vida de los demás. Porque vivir es un aprendizaje.
—Hace varios años que no llegabas con una obra de teatro. ¿Extrañabas venir?
—Amo Uruguay, la gente es muy pacífica y culta, y me dan mucho afecto. No creo que haya algo más lindo en la vida. Además me hacen pensar que algo hice bien en mi carrera.