"El Circo de los Dinosaurios": una noche entre sonrisas, selfies y la clásica mística circense

Compartir esta noticia
"El circo de los dinosaurios". Foto: Marcelo Bonjour.

MIRÁ EL VIDEO

Desde este sábado, "El Circo de los Dinosaurios" presentará tres funciones diarias en la carpa ubicada en la esquina de Rivera y Batlle y Ordóñez. Así es una noche circense.

“Hoy estamos aquí, mañana en otro lado. Es una vida nómade”, dice el trapecista y locutor Sebastián García, de 30 años, que forma parte de la cuarta generación de artistas circenses. “Cada vez que cruzo la frontera, me viene una adrenalina al pensar que ayer estuve en Argentina, hoy en Uruguay y en una semana en Brasil... (se ríe) es como: ‘Pucha, ¿qué pasó acá?’ Es una vida de estar de gira”.

García, que se unió al Circo de los dinosaurios hace tres años, vive en una de las casas rodantes de esta comunidad artística formada por argentinos, brasileños, bolivianos, españoles y venezolanos. Y basta con dar un breve recorrido por el patio interno del circo —que tiene un pequeño “criadero” de dinosaurios y donde se venden bolsas de “pipoca” y churros rellenos— para escuchar una pintoresca mezcla de acentos.

Allí, Dmitry Astor, otro de los trapecistas, sonríe sin parar mientras dialoga en portuñol con El País. “Aquí se hace todo con amor y cariño; el aplauso del público vale más que el sueldo que ganamos”, dice. Afuera, se empiezan a escuchar los gritos de asombro de los niños que se acercan al dinosaurio que ruge sin descanso.

Dmitry, al igual García, viene de familia circense. Es séptima generación. “Mi papá hacía el globo de la muerte, y tanto mi madre como mis hermanas, eran trapecistas”.

Dimitri, uno de los protagonistas de "El circo de los dinosaurios". Foto: Marcelo Bonjour.
Dmitry Astor, uno de los protagonistas de "El circo de los dinosaurios". Foto: Marcelo Bonjour.

El brasileño, de 31 años, todavía recuerda el día en que descubrió que ese era su destino. “Fue el 1° de enero de 2005 en la función de las 16.00”, dice, y enseguida se le ilumina el rostro maquillado. “Tenía 14 años y dije: ‘Voy a arrancar mi vida solo, sin mi padre y sin mi madre’”. Pero no fue tan simple: fue bartender, mozo, auxiliar de cocinero y cocinero en un hotel, hasta que a los 25 decidió dedicarse solamente al circo. “Es que es algo mágico”.

“Detrás de este maquillaje hay una persona que no pasa todo el tiempo sonriendo como en el escenario; tenemos nuestros problemas. Por ejemplo, en Pelotas, cuando estaba listo para salir al escenario, me llamaron para decirme que mi padre estaba enfermo. No dije nada y salí igual. Yo miraba a la gente sonreír, pero atrás de mi maquillaje yo estaba llorando. Pero para mí fue muy lindo porque en el circo una persona le da vida a la otra”.

García dirá algo similar. “Por más de que me apasione el circo, a veces extrañás a tu familia y te sentís un poquito dolorido; por ahí derramás una lágrima en silencio. Pero cuando suena la música, tu mente queda en blanco y cuando entrás al escenario, dejás todo afuera. Y una vez que saliste, esa energía positiva se queda contigo durante una hora o más. Es una emoción muy linda”, revela.

Minutos antes de la función del miércoles, el patio interno de la carpa ya está repleto de familias. “¿Podemos vivir acá?”, le pregunta una nena a su madre. Está sorprendida con el criadero de dinosaurios y come “pipoca” mientras su madre le insiste para que pose para una foto.

En la carpa principal, donde se desarrollará el espectáculo, ya hay unas 450 personas sentadas alrededor del escenario circular —con un piso que recuerda al tablero de un ajedrez— y que incluye un banner gigante repleto de dibujos de dinosaurios. “En instantes, comienza ‘El circo de los dinosaurios’”, anuncia García por los parlantes. Su voz está irreconocible: estira las vocales y levanta la voz al final de cada frase.

Entre los aplausos insistentes, los padres que se esfuerzan para que sus hijos se mantengan en sus asientos y el hombre que corre entre los pasillos trata de vender su último churro relleno, la impaciencia sobrevuela la carpa. Pero, a las 20.45, las cosas cambian: las luces se apagan y la música cinematográfica se adueña del lugar. Dmitry abre el espectáculo vestido de explorador de la selva.

"El circo de los dinosaurios". Foto: Marcelo Bonjour.
"El circo de los dinosaurios". Foto: Marcelo Bonjour.

Corre, sonríe, le guiña al público mientras desarrolla la historia: un dinosaurio lo persigue porque le robó uno de sus huevos. La aparición del animalote hace gritar de asombro al público infantil e, involuntariamente, varios dejan caer su bolsa de “pipoca”. Y esto recién empieza.

Dmitry gira en el aire a una velocidad admirable; García deja sin aliento al público mientras camina boca abajo por unos agarres del techo; Los Maciel hacen una rutina de monociclo; el payaso Pum-Pum juega con el público y sube al escenario a cuatro padres para el “juego de la silla”; una de las acróbatas camina con tacos altos por una cuerda de alambre tensado y otra se eleva agarrada de su pelo.

Los Maciel en "EL circo de los dinosaurios". Foto: Marcelo Bonjour.
Los Maciel en "EL circo de los dinosaurios". Foto: Marcelo Bonjour.

Sobre el final, dos dinosaurios caminan entre los pasillos para sacarse fotos con el público. Como acto reflejo, los más pequeños se abalanzan sobre los animales prehistóricos como si se tratara de una estrella pop a la que esperaron durante todo el día en la puerta de un hotel. Dmitry camina entre la gente abrazando a un pequeño dinosaurio y posa en unas cuantas selfies.

El locutor, ahora en el escenario, sonríe sin parar mientras mira toda la escena. “Aproveche, saque su foto y filme su video. Llévese su recuerdo de esta hermosa noche de circo”, propone. Tras los aplausos, los niños caminan por el pasillo mientras le piden a sus padres que les muestren las flamantes fotos. Afuera, por supuesto, el rugido del dinosaurio aún retumba en toda la cuadra.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar