ESTRENO
Es de 1877, fue rechazado y hoy es una joya de la danza clásica. El Ballet Nacional del Sodre estrena este sábado su puesta de 2022, la última del año.
Esta noche, el Ballet Nacional del Sodre cierra la temporada con El lago de los cisnes, uno de los títulos más importantes de la danza mundial, y un clásico en el repertorio de la compañía que hoy dirige María Noel Riccetto. Las funciones serán hasta el 23 de diciembre (excepto lunes), y las entradas, quedan pocas, están en Tickantel y boletería del Auditorio desde 90 pesos.
Los protagonistas, Sigfrido y Odette/Odile estarán interpretados por Maynard Miranda y Mel Olivera (hoy, el 13, 18 y 23), Gabriela Delgado y Ciro Tamayo (11, 14, 17 y 22), Yasmin Lomondo y Sergio Muzzio (15 y 20), y Gabriela Flecha y Sandro Fernandes (16 y 21).
Estrenado en 1877, El lago de los cisnes es uno de los ballets más representados en el mundo junto a El cascanueces, Romeo y Julieta y Giselle. Y en algún momento de los 145 años desde su estreno, se generó un acuerdo tácito y colectivo que asocia este título como sinónimo de ballet. Si bien El cascanueces también es un título asociado a la danza, y uno de los más representados en el mundo, está restringido por ambientarse en Navidad.
Por este motivo no fue El corsario, Bella durmiente, La bayadera o Don Quijote, sino El lago de los cisnes el título que eligieron las compañías de todo el mundo cuando los teatros volvieron a abrir sus puertas tras el covid. El New York City Ballet, la Ópera de Paris, el English National Ballet, los ballet sde Australia, Birmingham, Washington, Canadá, Berlín, el Scalla de Milán y el American Ballet Theatre, marcaron este título para representarlo este año.
En su estreno, el 4 de marzo de 1877, fue un fracaso. Su compositor, Pyotr Ilyich Tchaikovsky murió sin saber que su obra se convertiría en sinónimo de danza en el mundo.
“Es un ballet que combina las tendencias artísticas de la danza”, comenta la magister en historia y estudiosa del tema, Lucía Chilibroste.
Fue el primer ballet que compuso Tchaikovsky (los otros: El cascanueces y Bella durmiente) en una época cuando no estaba bien visto que un compositor de su estatus se dedicara a esa música de segunda categoría, porque tenía que ser sencilla y con una melodía fácil de seguir para los bailarines.
“Tchaikovsky crea una orquestación para la que no estaba acostumbrado ni el público ni los bailarines”, dijo Chilibroste. “Los bailarines que estuvieron en el estreno odiaron la música porque les parecía poco bailable, demasiado sinfónica. Hoy es uno de los elementos fundamentales para entender por qué El lago de los cisnes se sigue bailando”.
Además, este ballet cuenta con el ideal visual asociado a la danza: bailarinas en zapatillas de punta, un personaje central frágil y un gran cuerpo de baile.
Cuando se reestrenó, en 1895, se creó una nueva coreografía, a cargo de Marius Petipá y Lev Ivanov. Su combinación, entre los giros y piruetas del primero y la poesía del segundo, resultaron ser una combinación exitosa.
“Tiene poesía, pirotecnia, una gran música y una historia que relativamente es fácil de seguir. Esa combinación, sumado a un personaje bueno y uno malo, convirtió a este ballet en un verdadero vendetickets”, comentó Chilibroste.
Lo que no ha cambiado ha sido la historia. El príncipe Sigfido se enamora de una joven a quien conoce en el bosque. Ella está bajo el hechizo del brujo Rothbart, el cual se romperá solamente cuando alguien le declare su amor.
Sí hay diferencias en cuanto al final. Hay desenlaces felices y, como ocurre en la versión del Sodre, trágicos donde los protagonistas mueren, pero se reúnen en el más allá.
La primera versión que se realizó en Uruguay fue en 1957, y desde entonces ha sido un título recurrente en las temporadas del BNS.
Un ballet clásico y uno de esos que siempre dan ganas de ver regresa al Auditorio.