Crónica: Roberto Moldavsky logró la risa y la complicidad en "Moldavsky de Punta a Punta"

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Roberto Moldavsky. Foto: Ricardo Figueredo.

AHÍ ESTUVE

Fue el preestreno de "Moldavsky de Punta a Punta", el nuevo espectáculo del humorista argentino, en exclusiva para socios de Club El País. Desde este viernes va en Enjoy.

Roberto Moldavsky se mueve por todo el escenario. Se ríe, gesticula y hace los silencios justos para que sus comentarios logren el efecto deseado. Si quiere que la carcajada se eleve algunos decibeles, cierra el chiste con una mueca pícara, similar a la de un niño cuando es descubierto en medio de una travesura. Abajo, en la platea, se ven los codazos y las guiñadas cómplices de las parejas cuando el humorista expone algún código interno de su relación.

En un momento dice algo así como que los hombres no poseen la capacidad de mantener la atención por más de siete u ocho minutos, y a un hombre sentado en la primera fila se le escapa una carcajada sonora. Aplaude, patalea y se cubre la cara mientras su pareja lo mira con una sonrisa de costado. Minutos después, logra un efecto similar en una mujer —esta vez sin pataleos— cuando menciona la falta de capacidad de diálogo de los hombres. Unas filas más atrás, algunos tratan de contener la risa para no quedar en evidencia.

La clave de Moldavsky de Punta a Punta, el show que tuvo su preestreno el jueves en una función exclusiva para socios de Club El País, está en la complicidad. Todo se trata de buscar la risa colectiva, pero a través de la burla hacia el otro; es una invitación a reírse de uno mismo. Es por eso que el argentino dice, en varios momentos, que esta es una propuesta de “dignidad cero”. Se ríe de su limitado repertorio de posiciones sexuales, juega con el ridículo cuando brinda un sketch sobre una bizarra visita al proctólogo y se burla de sus fallidos intentos por mantener una continuidad en el gimnasio.

Las reglas quedan claras desde el principio: sí él se ríe de sí mismo, el público también debe ser parte del ritual. Es por eso que, al arranque, una cámara enfoca a la platea mientras él interactúa con la gente desde una voz en off. “Yo hablo con la gente, me río de una pareja o juego con ella. Alguna persona lo puede tomar a mal, pero es por unos segundos; si me río de tu camisa o de tu animal print es porque es lo menos importante en la vida”, le dijo el humorista a El País días atrás. “Es una forma de establecer contacto”.

Roberto Moldavsky. Foto: Ricardo Figueredo.
Roberto Moldavsky. Foto: Ricardo Figueredo.

Y basta con unos minutos para entender la estrategia. Es verdad que los primeros chistes sobre la vestimenta animal print generan cierta incomodidad, y que hay personas que tratan de esconderse como pueden en su asiento para que no lo capte esa cámara similar a la de Gran Hermano —que todo lo ve—, pero cuando se pierde la vergüenza el efecto funciona. Sucede con un adolescente de la penúltima fila, que se tapa la cara cuando lo enfocan: lo que parece un intercambio forzado deriva en un breve pero divertido diálogo. Es una buena demostración de la capacidad de observación e improvisación del argentino.

Así, toda la formalidad y timidez se convierten en risas cómplices. Y recién ahí, cuando el clima está listo, el humorista irrumpe en escena. Baila, se acompaña de la música del grupo La Valentín Alsina, se calza un chaleco del personal del Enjoy y presenta varios sketches sobre las diferencias generacionales con su hijo Eial Moldavsky.

Termina de establecer su punto de contacto con el público uruguayo —a quien ya visitó el verano pasado en la misma sala con una temporada de El método Moldavsky— cuando habla de los viajes en Buquebus y presenta un número musical que homenajea a varios tangos clásicos. La principal novedad está en el humor político, con el que se despojó del humor judío que lo convirtió en una revelación del stand-up. Ahora presenta hilarantes comentarios sobre la realidad argentina —se mueve entre los errores de Alberto Fernández y se lleva aplausos cuando se ríe de que el grupo que atentó contra Cristina Fernández se llame “la banda de los copitos—, y hasta ofrece un monólogo dedicado a Luis Lacalle Pou, José “Pepe” Mujica y Alejandro Astesiano.

Roberto Moldavsky. Foto: Ricardo Figueredo.
Roberto Moldavsky. Foto: Ricardo Figueredo.

Pero más allá de toda coyuntura, Moldavsky de Punta a Punta se sumerge en dos temas universales: el paso del tiempo y el núcleo familiar. “Yo de ahí no salgo”, le había dicho a El País. “Ahora cumplí 60 años, pero me siento como alguien de 20; es como Gabriela Acher, que dice: “¿Qué hace una chica como yo en una edad como esta?”. Y en esos momentos lo hace con la ingeniosa ayuda de su banda, que reinventa a clásicos como “Cha Cha Muchacha” o “Cielito lindo” para convertirlos en letras sobre los achaques de salud.

Sobre el final, cuando la complicidad llega a su punto máximo, Moldavsky cierra su show con la banda tocando “Tan enamorados”, de Ricardo Montaner, y el público corea el estribillo a todo volumen. Luego, una ovación de pie para agradecer el rato de sonrisas en comunión.

Una imagen como esta se verá hasta finales de enero, ya que Moldavsky de Punta a Punta, que empieza este viernes (los socios del Club El País tendrán beneficio de 2x1), se podrá ver todos los fines de semana en Enjoy.

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