ENTREVISTA
El actor uruguayo habla de "Influencers", la obra que escribió, y protagoniza, con Leo Masliah; también de su carrera y su vínculo con las redes sociales.
Daniel Hendler se sorprende al punto del epíteto cuando se le recuerda que ya pasaron 22 años de su primera colaboración con Leo Masliah. Fue en una puesta en escena de Bulimia, la obra de Masliah, por el grupo juvenil teatral en el que participaba el actor.
Actor es un poco limitado para definir a Hendler, quien es capaz de dirigir cine y teatro, pergeñar guiones, proyectos y obras de teatro como esta Influencers que escribió con Masliah y se verá el fin de semana en la Sala Zitarrosa (ver recuadro).
Ha pasado mucho tiempo desde aquella Bulimia y Hendler se ha convertido en uno de los actores más prestigiosos del Río de la Plata con una carrera que abarca cine, teatro y televisión. Y no para de trabajar.
Sobre su momento, su generación e Influencers, Hendler habló desde Buenos Aires con El País.
—Ya llegaremos a Influencers pero quiero empezar con una curiosidad personal. Hace tiempo que no dirige una película, ¿habrá que esperar mucho más?
—Estoy escribiendo un guion que me gustaría filmar el año que viene. Voy de a poco.
—¿Cómo es su vínculo con la dirección de cine?
—Seguramente sea lo que más me guste. Pero tengo la mala costumbre de priorizar los buenos proyectos de actuación y posponer lo autoral. Cuando empieza a tomar forma un proyecto para dirigir ahí sí me tomo dos años para dedicarme a eso. Pero uno no se anima a soltar tan fácilmente el oficio.
—Pero eso también quiere decir que está demandado como actor...
—Justo fueron dos años con buenas propuestas y lindas oportunidades que no me quise perder.
—¿Y qué tiene que tener algo para que lo seduzca y lo haga demorar sus proyectos autorales?
—Lo que siempre pesa más es la mirada de quien dirige. Ahí se nuclean una serie de atractivos que son los que terminan convocándome. El elenco, el guion, el marco de la historia que se cuenta siempre responden a la mirada de la dirección. Entonces, cuando me interesa trabajar en algo, la forma de ver del director es lo que me da más confianza para meterme. Cuando leo un guion y me gusta mucho casi que me olvido del personaje que me están ofreciendo: solo me dan ganas de colaborar en lo que le parezca a quien esté al mando.
—En 2000, su grupo de teatro montevideano, Acapara el 522, hizo una puesta de Bulimia, la obra de Leo Masliah...
—¿Ya pasaron 22 años?
—Y sí. ¿Cómo recuerda aquel encuentro con Masliah?
—Bulimia fue un sueño hecho realidad que encuentra en Influencers, su punto máximo, por ahora, en mi colaboración con Leo. Lo conocí a los 15 años cuando una de sus canciones, “El jodedor”, estaba primera en el Ranking 100.3, el programa de El Dorado en el que la audiencia votaba sus temas favoritos. Yo hinchaba por esa canción a muerte. No podía creer que existiera una canción así. En la biblioteca del esposo de mi vieja, encuentro un libro de Leo, El show de José Fin y me lo devoré muy sorprendido de que pudiera haber literatura así. Empecé a hacer un taller literario con él, escribí algunos cuentos y me propuso publicar un libro de relatos. La editorial rechazó el proyecto pero esa idea me llevó a la cocina de la casa de Leo a que me corrigiera puntuaciones y cosas así. Él era uno de mis ídolos y yo estaba en su cocina.
—Volviendo a aquel muchacho de hace 22 años. ¿Cuál pensaba que iba a ser su camino?
—Estaba muy contento porque estudiaba arquitectura y la actuación era un plan B al que quería proteger. No estaba dispuesto a exponerme a ser actor. Y pasara lo que tuviera que pasar, lo iba a disfrutar. Y eso fue encontrando sus canales y tuve unas oportunidades privilegiadas. Así que lo disfrutaba tal como era sin verme un futuro como actor. Ya me sentía un privilegiado: tenía mi grupo de teatro y empezaba a hacer alguna película. No me la jugué de primera, fui un poco cobarde.
—Su carrera, más allá de esos recelos del comienzo, ha crecido libremente: puede hacer su propia serie web, participar en Integra, un lindo programa de Canal Encuentro o trabajar en una tira y convertirse en celebridad.
—Lo que me mantiene vivo es no especular demasiado si no hacer cosas que me ayuden a crecer. Las veces que elegí un proyecto especulando porque me venía bien por trabajo o me parecía que me podía llevar a una vidriera que me servía, terminé haciéndolo mal. Y no solo no crecí sino que probablemente corté un círculo virtuoso de agarrar cosas que eran desafíos. La astucia radica en no especular demasiado si no siempre buscar cosas que me generen un interés real.
—Ver las cosas desde ahí , ¿tiene algo de uruguayo y generacional?
—Creo que sí. Generacional sin dudas porque en mi generación la idea de ser actor ya era un desafío, era pertenecer a una tribu. Al principio era como un poquito vertiginosa la idea y hoy me parece que los gurises son un poco actores, influencers en ese doble hábitat, el analógico y el digital. Ahora todos somos un poquito actores de nosotros mismos.
—¿Cómo es su vínculo con ese mundo?
-Con las redes tengo una relación distante como en esos vínculos familiares que uno mantiene porque no queda otra. Y no soy un tipo con demasiadas aptitudes tecnológicas: me olvido rápidamente de las cosas digitales que aprendo. Igual, lo digital tiene varias dimensiones: está lo puramente tecnológico y después las inteligencias digitales, esas aliadas que pueden ser tóxicas. Ahí si me pongo a mirarlo con perspectiva generacional. Me dedico a esto porque vi cosas que un algoritmo jamás me hubiera sugerido ver. Ni aquella obra de Eugenio Barba o aquel mimo callejero o las películas de Buñuel en Cinemateca. No hubiera llegado a esto ayudado por las inteligencias artificiales.
—¿Cómo surge Influencers?
—A Leo me lo cruzaba mucho en Buquebus: siempre que subía al barco lo veía, como si viviera ahí. Y charlábamos y en esos cruces surgió esto de escribir algo juntos. Empezamos por mail, llegó la pandemia que se metió en la temática de la obra y nos terminamos juntando a ensayar cuando ya teníamos fecha prevista de estreno.
—¿Qué se encuentra uno cuando la ve?
—Son dos personajes que tienen nuestros nombres que están tratando de crear una obra usando sus habilidades artísticas: Leo desde el piano y yo desde la pantomima. Están regidos y asediados por los algoritmos que son sus principales aliados y al mismo tiempo empiezan a transformarse en entidades difíciles de clasificar, casi humanas. Es eso: dos tipos que tratan de hacer su camino en este mundo tan digital.