Claudio Hernández tiene 23 años, es usuario de silla de ruedas y tomó contacto con la danza cuando era alumno de la Escuela Roosevelt. Disfrutó esos siete años en las clases de Juan Noblia y la bailarina clásica Nicolasa Manzo, así que al terminar la escolaridad, en 2019, buscó ampliar su abanico en el arte. "Fui unos meses a clases de guitarra, probé actuar, pero en el medio estuvo la pandemia y detuvo todo", cuenta a El País uno de los seis protagonistas de Primor, la obra de danza inclusiva ganadora de los Fondos Concursables para la Cultura 2022 otorgados por el Ministerio de Educación y Cultura.
La invitación de Nicolasa, asistente de dirección de Primor, cayó del cielo para dar un giro inesperado a la vida de Claudio: "Cuando apareció con el proyecto dije sí de una, porque fue una oportunidad que me encantó. Me atrapó y lo estoy disfrutando", asegura.
La danza lo enamoró y se encontró descubriendo una faceta suya que desconocía. "Jamás me imaginé que iba a terminar en una obra", comenta en tono dulce y con la sonrisa dibujada, que mantiene a lo largo de la charla.
Primor le permitió conectar consigo y olvidarse de los tragos amargos. Incluso cuando los ensayos se hacían cuesta arriba, más cerca de las funciones (estrenaron el 6 y 7 de octubre de 2023 en la Hugo Balzo y el 14 actuaron en Politeama), la ansiedad bajaba si oía las melodías de la obra. "La música me calma los nervios. En casa me relajo con la guitarra: empiezo a tocar, cierro los ojos y me olvido de todo", expresa.
Y agrega conmovido: "Todavía no caigo del día de las funciones, lo disfruté mucho, la gente nos felicitó, y me preguntan cuándo es la próxima. No sabía que iba a ser tan exitoso. La gente nos aplaudía. En casa me hicieron una fiesta. Mi familia me apoya desde que tomé la decisión de unirme".
Las próximas funciones son el 30 y 31 de julio a las 19.00 en el Teatro Solís. Las entradas se compran por Tickantel, redes de cobranza y la boletería de la sala.
Diamante en bruto
Nicolasa registraba a Claudio como "tremendo dancer". Lo había visto hacer cosas increíbles en esas clases en la Roosevelt: "Uno piensa que un usuario de silla de ruedas tiene la movilidad reducida y a Claudio lo he visto saltar con su silla de ruedas", remarca. Así que cuando con su amigo Oscar Escudero —bailarín argentino que integró el Ballet Nacional del Sodre (BNS) y varias compañías internacionales, igual que ella, y hoy dirige Primor— decidieron crear un grupo de investigación para trabajar con artistas diversos, enseguida surgió el nombre de Claudio: buscaban habilidosos que tuvieran en el radar para bailar entre amigos.
Como profesionales del ballet saben que el talento se trabaja y el potencial crece si se practica. Así que uno de los motores del proyecto devino en generar un espacio de desarrollo y formación dirigido a personas con discapacidad, sostenido en el tiempo.
Claudio era un diamante en bruto y Nicolasa estaba convencida de que solo necesitaba un ámbito para poder trabajar. "Este chico baila por todo los poros, y puede bailar mucho más. Di con su contacto, lo llamé para preguntarle y se copó enseguida", cuenta.
Claudio se emociona al revivir la escena: "Cuando llegué acá supe que me encantaba la danza". No niega que al inicio sintió vergüenza y le costó agarrarle la mano, pero la guía del entrañable Juan Noblia le cambió todo: "Me fui soltando y fue increíble. Conocí a los chicos y me sentí muy cómodo".
Juan fue uno de los guías de prácticas que asertivamente sumaron al proceso para enriquecer la investigación. Bastaron dos citas para que Claudio se destapara e hiciera el clic necesario para activar su confianza: "Lo llevó a recordar las cosas que él hacía, los lugares por donde podía pasar, sus posibilidades. Le dio seguridad. Abrió un portal en el vínculo con los otros artistas, sobre todo en lo corporal, porque había cierta distancia y se empezó a amalgamar", describe Nicolasa.
La bailarina, que comparte varias escenas con Claudio, pondera su memoria: es el primero en aprenderse las coreografías y hasta te corrige.
Oscar elogia su interpretación: "No es solo el movimiento sino también la expresión, y ahí es la combinación perfecta para decir que es un artista. Cada oportunidad de compartir con él es un honor".
Un trabajo, no un hobby
Profesionalizar la danza inclusiva a través de una puesta de calidad fue uno los principales propósitos que asumió el colectivo. Plantearon dejar atrás la "mirada condescendiente" para dar paso a la exigencia y el trazo de desafíos: "A veces en la danza inclusiva se deja esa cosa libre, pero acá nos proponemos objetivos, por más que uno role, otro camine, una persona no vea: planteamos una coreografía y la ensayamos para dar calidad al espectáculo", explica Nicolasa.
La remuneración fue otro motor: así lo exigían las extensas jornadas de ensayos, la intensidad del trabajo y el compromiso asumido por el grupo. Consiguieron inscribir a los artistas en cooperativas para poder cobrar y hacer aportes: "Esto es trabajo, no un hobby: son horas. Yo bailo profesional hace 20 años y Claudio hace uno, pero es una experiencia profesional para los dos por igual", subraya Nicolasa.
Soñar en grande
Ninguno de los dos bailarines tuvo que romper con las estructuras y esquemas que traía del mundo clásico: "Descubrí la danza desde otro lugar y no desde esa perfección físico técnica del ballet. Lo vivo como sumar capas de sensibilidad", destaca Oscar.
"No hay nada que mascarar ni maquillar. Es presentarte tal cual sos: mostrar tus fortalezas, debilidades, destrezas y no destrezas. No hay una forma bien o mal de ejecutar, hay formas particulares", opina ella.
Están tan felices con Primor (ópera prima del colectivo y de Oscar como director) que piensan en nuevas creaciones. Quieren incorporar gente de otros rubros para seguir investigando, pensar en la diversidad en todos sus planos, y meterse en la programación de los teatros.
Varios colegas que admiran los impulsaron a seguir: "Recibimos mucho respeto, cariño, y mucha gente interesada en apostar por proyectos de este calibre, como el Goethe- Institut Uruguay que nos apoyó en esta oportunidad, igual que la productora Nadador Cine, Gala Ballet Studio, que nos da las instalaciones para ensayar", enumera Oscar.
Sueñan en grande y aspiran a crear una compañía. Para lograrlo precisan que la colaboración no cese: "Es buscar fondos para que sea una tarea digna para cada uno de los que interviene de este proyecto hermoso", dice el director.
Pase lo que pase, Claudio y sus compañeros ya ganaron: "Me gusta todo de Primor: estar con los chicos, hacer danza juntos. Es una gran oportunidad y está bueno para la gente ver una obra inclusiva, que conozcan, se conecten con nosotros y disfruten", resume el bailarín.