ENTREVISTA
El comediante, integrante del ciclo La culpa es de Colón estrena su nuevo unipersonal "¡Hemos sobrevivido!" este viernes en Magnolio Sala
El humorista Diego Delgrossi presenta este viernes su nuevo unipersonal ¡Hemos sobrevivido! en Magnolio Sala (entradas por Tickantel a 650 pesos), donde habla, con su estilo, de todo lo que vivimos en estos últimos tiempos.
—¿Ya se puede decir que sobrevivimos a la pandemia?
—Creo que sí. Hemos sobrevivido y lo digo con total seguridad, no solo al virus, también al encierro y a los informativos. Hemos sobrevivido a la incertidumbre de cómo es el virus y si bien todavía seguimos medio igual, es como cuando uno va al psicólogo: sigue con el problema pero ya no le importa. Acá pasó exactamente lo mismo y en el espectáculo detallo una serie de acontecimientos de los últimos meses a nivel nacional e internacional que nos da la pauta que el mundo sigue andando. Al final la cosa no fue tan grande como nos dijeron y mirá cómo será que ya se está aprontando una guerra en Ucrania otra vez, como si no pasara absolutamente nada. Estoy seguro que en ninguna trinchera ucraniana algún oficial pregunta si los soldados tienen las tres vacunas, por si se contagian.
—¿El humor ayuda a explicar lo que nos está pasando?
—Es que el mundo sigue girando. Le ponemos un poco de humor a un mundo que cada vez está más loco, y nosotros enloquecemos con él, solo reaccionamos cuando alguno dice que algo está mal. Está bueno poder analizar lo que pasa con algo de humor. Hay un viejo refrán que dice: “la letra con sangre entra”. Y yo digo: la letra con humor entra. Me parece que es una manera de exorcizar los temores, asumirlos porque existen y que tenemos que convivir con ellos a pesar nuestros. Es reírnos de nosotros mismos con la gente.
—¿Algo de eso es cómo nos volvimos expertos en calcular la capacidad de camas disponibles en CTI y los porcentajes de infectados?
—Sí, es que las cifras parecían una quiniela. Antes, cuando aparecía un número en la televisión mi abuelo lo anotaba para jugarle, por las dudas. Si viviera no le hubiera alcanzado un block de 200 páginas, porque todos los días había cifras de todos lados. Los quinieleros se hubiesen hecho la guita con mi abuelo.
—¿Cuesta encontrarle el humor a esas situaciones?
—No, porque las personas que en forma endémica nos dedicamos al humor le encontramos la faceta humorística aunque nos embrome el tema. A veces con humor negro, irónico o ácido. Igual, con la muerte es bravo embromar, o tomarlo de manera jocosa, pero cuando se habla del tema como si fuera una carrera a ver quién da los números antes y más rápido, cuando a la muerte la tratás como un número más, ya podés bromear, porque no es hablar de una persona directamente afectada.
—¿Hay un límite para el humor?
—Creo que el humor no tiene límites, es uno quien se los pone acorde a lo que piensa. Me siento parte de unos privilegiados que tuvimos la fortuna de que lo que hacíamos con el humor, se transformara en algo público. Pero por cada uno de nosotros que sale en cámara, hay 300 uruguayos que podrían estar en nuestro lugar. Sobre todo hoy que si pierde Peñarol o Nacional, en el momento ya sale un meme. Hay alguien que está mirando y en segundos hace un juego de palabras con el apellido del que pateó, o del golero que no atajó y le pone una captura de pantalla y quedó. Ahí tenés más actualidad que en cualquier programa de televisión, murga o periodista en las redes.
—Ya que sacaste el tema de la murga, ¿te gusta el Carnaval?
—Me gusta, desgraciadamente no he podido mucho ir a verlo. Lo he seguido por televisión y está muy lindo. Está recargado porque vienen con una contención de dos años.
—¿Saldrías en un conjunto?
—No he podido hacer Carnaval por circunstancias ajenas a mi voluntad. Por ahora está en el debe, pero he tenido muchas y buenas ofertas de colegas que son o directores, dueños de conjuntos, o conocidos y me llamaron. Algún día lo haré, aunque hay que tener mucho estado físico y yo no tengo físico, así que tampoco puedo tener estado. Tengo miedo que la garganta afloje y al rato esté afónico, y si el letrista arregló una cuarteta, un cuplé, o sos el protagonista del salpicón y quedás afónico, la murga te mata. Así que antes de crear el enojo, prefiero quedarme con las ganas.
—¿Por qué no hay conjuntos que hagan humor oficialista?
—Casi nunca hubo humor oficialista, lo que tal vez hubo fue cierta tibieza ante determinada facción política por la afinidad de sus componentes, eso no tiene ningún misterio. Lo que se ve últimamente y esto va más allá del Carnaval, es que se está tornando demasiado blanco o negro. Como dice mi amigo Richard Read, la Ámsterdam contra la Colombes, y en política no tiene que ser así.
—Nunca ocultaste tu simpatía por el partido Colorado, ¿has tenido problemas por hablar de tu posición política?
—Problemas, no. He discrepado, debatido en un ambiente donde mayoritariamente no son de la idea política de uno, pero yo desde el primer momento lo dejé claro. Una de las pocas cosas que tenía claro a los 18 años, cuando empecé a trabajar en televisión, si tenía algo claro, era de qué filosofía política era y con qué candidato estaba. Te puede sorprender de alguien que nunca lo dijo, que lo diga ahora, pero hoy decir que sos Colorado es como ser de una minoría reprimida.
—¿Cómo es eso?
—Soy profesor de historia donde la mayoría son militantes de izquierda, y los otros no hablan para no tener problemas. Eso pasa en muchas facultades. En la de Derecho no tanto porque es más política que el resto, pero hay otras donde la gente no anda diciendo la ideología, pero bueno, es parte del hombre político como decía Aristóteles.
—¿Has tenido discusiones en las redes por tu postura política?
—Los otros días terminé hablando por privado con una chica que me criticaba por ser Colorado, y le escribo: “¿vos querés que todos los actores sean de tu idea política? El 99,9% comparten tu idea política, dejá que el uno, por lo menos sea de la contra”; y ella se reía. Tendría que ser al revés, se tendrían que enojar que todos son de tal partido, no porque uno vaya contra la corriente, déjenme ser disruptivo, denme el derecho a ser. Además, estamos en un momento donde cada cual tiene un sentir sexual y lo dice o quien tiene una vocación la plantea. Son tiempos donde los hijos van en contra de los designios de sus padres, porque ya no existe más eso de que quiero que seas abogado. Se sienten en la libertad de discrepar con lo políticamente establecido, con lo que viene de generaciones atrás, que es muy loable, pero capaz opacaba alguna libertad. Hoy, cuando hay hijos que no militan la religión de sus padres, se revelan del designio vocacional que te imponen, cuando la gente por suerte puede salir a la calle a gritar que ama a alguien de su mismo sexo y quiere construir una vida y una familia con esa persona, no me digas que no puedo decir que voto a Sanguinetti, vamos.