Era finales de febrero y todavía faltaban dos meses para el estreno de El amor después del amor, la miniserie sobre Fito Páezque sería furor en Netflix. Hasta ese momento, se sabía poco del rol deIván Hochman. Estaba claro que iba a interpretar al rosarino, pero no había más que unas fotos y un breve video que lo mostraba caracterizado con rulos largos y unos lentes gigantes como los que el músico muestra en la tapa del vinilo de Corazón clandestino (1986). Ni siquiera se había estrenado el tráiler.
Pero entonces, Hochman recibió una llamada del pintor argentino Ariel Mlynarzewicz. “Él, que es amigo de mis padres, me dijo que tenía que hacer un unipersonal cuando se estrenara la serie, así llevaba a toda la gente a la sala. Era una especie de recomendación estratégica”, le cuenta el actor a El País. Al principio Hochman, que además es escritor, músico, clown, dramaturgo y acróbata, se tomó el comentario como un chiste. Eso sí, duró poco.
Habló con Tomás Masariche, con quien ya había trabajado en varias obras teatrales, y apenas le comentó lo que le había dicho el pintor, su amigo quedó serio. “La hacemos”, le lanzó sin dudarlo. Pero como no les alcanzaba el tiempo para escribir una obra -El amor después del amor se estrenaba el 26 de abril-, prefirieron trabajar con un texto del dramaturgo mexicano Emilio Hernández Martín.
Era Yo también me llamo Hokusai, titulado así en honor al pintor y grabador japonés detrás de La gran ola de Kanagawa.
“Lo que nació como una recomendación se transformó en un chiste, y lo que fue chiste se convirtió en un proyecto para el que trabajamos mucho”, asegura el actor de 29 años.
Junto a Masariche adaptó el texto para incluirle una cuota de autoficción. “Le empezamos a meter cosas de nuestro proceso creativo y de mi vínculo con El amor después del amor”, comenta. “Así apareció la idea de hablar de Tipo Fádez y del actor que quiere despegarse de su personaje porque tiene miedo a quedar encasillado”.
Y Hochman lo deja claro desde el arranque. Apenas sale a escena, narra: “el 26 de abril de 2023 estrené una serie en la que encarnaba a un músico famoso del rock nacional, llamémoslo Tipo Fádez, y ahora la gente me para en la calle y me dice: ‘Tipo Fádez, mové la cabeza’; ‘Tipo Fádez, cantate una’. Yo les respondo que soy un actor que hace de un músico, pero me preocupa quedar pegado al personaje como le pasó a Daniel Radcliffe con Harry Potter”.
Es por eso que en Yo también me llamo Hokusai, el argentino le saca jugo a toda su experiencia artística. Canta y toca el teclado. Baila y usa recursos de su época como clown. Se inspira en la autoficción y deja salir aprovecha su costado humorístico. Es la propuesta ideal para descubrir todo lo que Hochman ofrece, y se la podrá ver este domingo a las 20.00 en Sala Camacuá (RedTickets, 1090 pesos).
“Esta obra fue un desafío muy grande porque es mi primer unipersonal”, admite. “Pero además es una propuesta muy viva porque me tengo que hacer cargo de un montón de cosas, incluso tengo interacciones con el público; por eso, antes de estrenarla estaba aterrado porque sentía que todo dependía de mí. Pero cuando finalmente la hice la disfruté muchísimo: me divierto porque cambia en cada función”.
Yo también me llamo Hokusai, que recorrió varias ciudades argentinas y recibió elogios de la crítica teatral, no solo habla de la relación de Hochman con El amor después del amor. La obra también cuenta la historia de un escritor sin nombre y sin talento al que abandona su novia. Lo único que le deja es una remera con La gran ola de Kanagawa estampada, y él decide utilizar su prosa para tratar de reconquistarla.
Pero volviendo a su trabajo para la biopic de Páez y el interés del personaje del unipersonal en despegarse de ese trabajo, Hochman prefiere matizarlo.
“Exponer eso me divierte mucho porque es como nombrar al elefante en la habitación”, comenta el actor. “Después de ver la obra, hay gente que se me acerca con pudor a decirle que le gustó mi trabajo en la serie, pero no es que la odie; es un chiste que hacemos en la obra. Yo estoy recontra contento con El amor después del amor y con todo lo que pasó porque me involucré mucho en la serie y trabajé meses para preparar mi papel. Estoy muy agradecido”.
-Ya que en el inicio del unipersonal hablás del 26 de abril, ¿qué recordás del día en que se estrenó la biopic de Fito Páez?
-Fue una locura. Por un lado fue un boom en redes y en las críticas de diarios, pero también había gente que la estaba maratoneando desde las cuatro de la mañana. Yo ya la había visto porque me la habían cargado unas semanas antes en mi Netflix personal, y estaba un poco nervioso con los primeros capítulos porque no me gustaba mi actuación. Cuando llegué al final me gustó más porque sentí que había un arco de crecimiento que hacíamos con el personaje que iba apareciendo en cada episodio. Era una especie de Breaking Fito en vez de Breaking Bad. Después, cuando vi que a la gente le había gustado, me terminé de calmar (risas).
-Un fenómeno interesante es que muchos comentaron que la serie también hablaba de sus vidas. ¿Cómo tomaste esa identificación?
-Fue muy fuerte, y para mí es increíble haber participado de una serie tan masiva. Podría haber interpretado a un detective del 1800 en una serie totalmente distinta, pero haber trabajado en El amor después del amor, que cuenta la historia del rock argentino, del resurgimiento de las bandas después de la dictadura y de las salas de ensayo, es impagable. Es mejor que cualquier otro proyecto. Y creo que la gente se emocionó y sintió que la historia era suya porque no solo contamos la historia de Fito; es algo colectivo.