El "conduactor" que dejó una carrera promisoria en el fútbol y despide un gran año con un show multitudinario

El País charló con Gustaf quien el 8 de noviembre despide en el Parque Rodó su show, "La dimensión de la felicidad" y aquí habla de su carrera, el origen de su humor y el papel de la nostalgia en su obra

Compartir esta noticia
Gustaf (18098583)(1).jpg
Gustaf
Foto: Leonardo Mainé

En persona, Gustafes igual que en la televisión. Y eso es algo de lo que el “conduactor” está orgulloso. Como cuando le gritan por la calle los latiguillos que inventa en Ahora caigo, el formato que conduce y que le dio, dice, un nivel de popularidad similar al de los tiempos de Atilio Capanga, aquel personaje de una campaña de El País. O como cuando ese público lo acompaña en espectáculos como La dimensión de la felicidad, del que se despide con un Teatro de Verano (el cuarto de su carrera), el 8 de noviembre y para el que aún quedan entradas en Tickantel a un precio único de 800 pesos.

El show, con el que recorrió todo el país, “tiene montaje de banda de rock con pantallas gigantes”, le dice Gustaf a El País, e incluirá una previa con una “minipelícula” que repasa sus 30 años de carrera y una animación de Coleon.Art con la canción de Los Fatales, “El humor salvará al mundo”, la frase que lo identifica.

El monólogo transcurre dentro del desaparecido cine Copacabana del Paso Molino, famoso por sus matinés y donde Gustaf pasó buena parte de su infancia. “ Todo transcurre ahí y la gente termina emocionada después de matarse de la risa durante dos horas”, adelanta.

Sobre su carrera, su etapa de jugador de fútbol y la popularidad, entre otras cosas va esta charla.

-Con Ahora caigo se ha consolidado como conductor o “conduactor” como dice. ¿Cómo se encuentra en ese rol?

-Estoy bárbaro porque es un formato para un actor: en todo el mundo lo conducen actores. Lo llamo el teatro circular de la televisión. Es un programa difícil de hacer porque al ser así no tenés fuga como cualquier programa: acá todo está a la vista. Nadie repara en que nunca me veo, por ejemplo. Es rarísimo e interesante para un actor.

-¿El “conduactor” lo fue construyendo usted?

-¡Claro!

-Y había que sacar del formato la imagen del español Arturo Valls...

-Nunca lo vi...

-Pero la gente identificaba el programa con él.

-Sí, pero nunca lo quise ver. En las reuniones pedía que me explicaran los juegos y los iba armando.

-Y tiene espectadores en el estudio, lo que es bastante teatral.

-Me encanta la platea. Son los familiares de los que van, y cuando se ríen, ya sabés que está funcionando.

-Y tiene a Marta de partenaire.

-A Marta (Porto) la conocí en el rodaje de la película Oliva. Ella es actriz. Estábamos grabando y se me acerca y me dice: “¿Vos te acordás que yo te dije que íbamos a hacer un gran éxito juntos?”. “Vamos a hacerlo”, le dije. Ahí no había ni miras de Ahora caigo pero un día llegaba al canal y estaban haciendo el casting para ese personaje del programa y ahí estaba Marta. La vi y dije “ya la tenemos”. Es una actriz excelente, nunca se equivoca.

-Debe ser agotador el programa...

-Físicamente sí, pero lo disfruto mucho y se nota. No llego nunca a un estamento de hastío. Es mucha ficción y los especiales están buenísimo. Estoy como pez en el agua.

- ¿Cómo cambió su popularidad?

-Hay una gran popularidad y eso se nota. Pero siempre como que fui parejo en eso. De hecho, se parece a lo de Atilio Capanga. Una vez caminaba por Plaza Independencia y venía de frente una madre con un niño que le dice “Es Atilio”. La mujer lo zarandea: “¡Qué va a ser Atilio”; yo lo saludé y él se sonrió. Ahí me cayó la ficha que era una figura popular. Ahora pasa lo mismo.

-¿Qué hubiera dicho aquel Gustaf que empezó hace 30 años de este “conduactor” tan popular?

-Con Teatro Trash, me acuerdo, teníamos esos reparos que siempre tuvo el micromundo intelectual sobre la televisión. Al final nada que ver: que la familia se junte frente a la televisión y se mate de risa conmigo, está buenísimo. Se ha dado naturalmente, además, y no he hecho nada a contrapelo mío. Tengo como una paz en cuanto a eso. Y después para mí el artista es su obra, y la mía son los monólogos, los personajes.

-¿Cuánto se diferencia Gustaf, el personaje, de Gustavo?

-Mantener el ritmo de Gustaf en la vida, cuesta. Igual, tengo una opinión en cuanto a eso de decirle a la gente, “mire, yo ahora no estoy actuando”. El otro día, iba apurado a un lugar y tenía que estacionar y había una camioneta mal estacionada. Entonces el tipo me ve y me dice “¡Sacala!” (una de las frases que usa en Ahora caigo). ¿Cómo me voy a negar si me piden que les haga algún personaje? No tengo derecho y está bien que no lo tenga. Esto es las 24 horas.

-¿No lo cansa?

-No. Yo siempre cuento una cosa que decía China Zorilla. Cuando están en un éxito, los actores, dicen: “Ay que horrible no puedo tomar un café tranquilo”. Y si salen y no los conoce nadie, se preocupan. Si estás toda una vida para esto, sabes lo que es que te reconozca alguien porque le hiciste reír. O llegar a que un tipo que está trabajando te diga algo que vos inventaste.

-Usted siempre menciona el camino recorrido. Habla de Capurro, de sus padres...

-Es que todo viene de ahí. Soy el humor de una esquina aplicado a la capital o al interior. El absurdo viene de la escuela de teatro porque el humor absurdo era vital en Alberto Restuccia, mi maestro: Ionesco, Boris Vian, Beckett, Genet. Y a eso se suma el picaresco inocente y rápido del barrio. Eso me sale natural.

-Y en ese repentinismo barrial. ¿Recuerda alguien que lo haya marcado?

-Mi viejo. Era rapidísimo. Y los personajes del barrio. Atilio Capanga es el mitómano de la cuadra. Hay que ir a la feria, escuchar. Tengo un huevero y charlo con él. Y hasta lo cito en Ahora caigo. Hay que salir a caminar, escuchar el sonido de la calle y ese grito en el silencio de la cancha chica.

gustaf.jpg
Gustaf en el anuncio de "Ahora Caigo Kids".
Foto: Captura de Instagram @canal4_uy.

-Jugó al fútbol...

-Y muy bien. Era 9 y estuve por llegar a Primera. Hice Séptima y Sexta en River, donde peleaba el puesto con el “Teca” Gaglianone. Y después pasé a Fénix. En 1993 salí goleador de la Quinta y en 1994 cuando me dicen de ascenderme a Primera, empiezo a hacer teatro. En el vestuario de Fénix nadie sabía que hacía teatro y en el teatro, nadie sabía que jugaba en Fénix. Y gano como mejor actor en el encuentro de Teatro Joven. Recién ahí se lo cuento a un compañero, Luis Bondelas, que me felicitó y me dijo “nosotros nos matamos de risa contigo”. Ahí largué. Esos mundos convivieron, pero nunca uno supo que existía el otro.

-Puede hablar de fútbol y de cine. ¿Esa cultura salió de su casa?

-Mi viejo fue hasta quinto de escuela pero estaba obsesionado con mi cultura y me acuerdo que le mangueaba al canillita, el Tubo Sosa, la colección de Historia Universal de El País. Estaba obsesionado para que no me pasara lo que le pasó a él. También leía mucho El Gráfico y ahí se escribía muy bien.

-Disfruta mucho de estar frente al público. ¿El proceso de escribir también es gozoso?

-Totalmente. Este último show lo hice dentro de un cuarto, en enero con el gato y la computadora, comiendo en la cama, e investigando, por ejemplo, cuántas butacas tenía el cine Copacabana en aquella época o buscando aquellos programas de cine que te daban en la escuela.

-¿Es nostalgioso?

-Capaz que en mi obra, sí. Pero en la vida solo para adelante.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

gustaf

Te puede interesar