ENTREVISTA
Hasta el sábado presenta el espectáculo "Mágiko" en el Teatro del Notariado y en esta entrevista con El País repasa su carrera y su vigencia
Cuando se le pide que describa el hogar donde nació, el Mago Ariel hace silencio. Está del otro lado del teléfono, pero uno se lo puede imaginar con los ojos cerrados mientras evoca las imágenes de aquella antigua casa del barrio La Unión. Como si fuera a tomar un impulso antes de sumergirse en sus recuerdos, advierte: “La recuerdo como si fuera ayer y te la puedo describir sin mentir ni exagerar”.
Luego, se lanza. “Al fondo había un galpón gigante, donde mi padre tenía todo su material: desde grandes ilusiones como la mujer serruchada y guillotinas a turbantes, baúles, aparatos raros y animales de todo tipo, tamaño y color. Imaginate que, en plena ciudad, tenía a una ¡oveja! de mascota”, dice entre risas.
La magia está en su entorno desde que nació y no planea cambiarlo. Es más, se aferra a ella con la máxima convicción. “Voy a seguir hasta el último día de mi vida porque este es un arte que se renueva permanentemente y que no va a morir nunca”, asegura el artista que cultiva el legado de su padre, el primer Mago Ariel. “De él heredé su vitalidad y el amor por lo que hacía, que no era algo común. En abril de 2010 y con 81 años, mi padre estaba armando un espectáculo para el carnaval siguiente cuando murió de un infarto doble. Esa pasión no se ve en todos lados, y yo voy a seguir con esto hasta que la salud me lo permita”.
Y Ariel Tabares Bissio —que hasta la muerte de su padre fue el Mago Ariel junior— ya lleva medio siglo dedicado a su profesión. Toma como punto de partida su participación en el programa Completísimo de Canal 4, donde debutó a los 15 años. Sin embargo, ya tenía bastante experiencia: a los nueve acompañaba a su padre como secretario y asistente de sus shows, y a los 12 ya tenía su propio número. Pero esa participación televisiva lo marcó tanto que lo toma como el kilómetro cero de su carrera. Ahora lo celebra con el espectáculo Mágiko, que hasta sábado se podrá ver a las 15.00 en el Teatro del Notariado (entradas en RedTickets).
Y su nueva propuesta, que estrenó la semana pasada, es un buen resumen del camino recorrido. Presenta cinco bloques de magia musicalizada con “muchos animalitos, apariciones, desapariciones y transformaciones”, y tendrá la participación de los personajes Winnie Pooh, Tiger y el Conejo Rabito, que “van a ser la delicia de todos los chicos”. Pero la celebración no solo se ve en los escenarios: también está plasmada en el libro Magia registrada, 50 años del Mago Ariel, donde repasa su vida en base a diálogos con el periodista Claudio “Cacho” Rivoira.
“No siento que hayan pasado 50 años; lo que sí siento son las mismas ganas de hacer cosas y de estudiar como si recién estuviera arrancando. Eso le llama mucho la atención a la gente, pero es que esto es pasión y amor por la magia. No hay otra cosa”, dice el artista de 66 años que en setiembre presentará la 19° edición de la convención Festimagia, que reunirá a magos de Argentina, Chile y todo Uruguay en el Teatro del Notariado.
Para Ariel, parte del secreto detrás de su entusiasmo está en la recepción del público infantil. “Los niños son lo más auténtico que hay. Si no se enganchan te lo demuestran enseguida; no son como los adultos que no se van de la sala por educación. Si les gusta, te lo dicen y tiene un valor enorme. Muchas veces he terminado de trabajar y vienen solitos a decirme: ‘Me encantó tu magia’ o ‘La pasé bien’. Es maravilloso y eso me planta el desafío de seguir creciendo para sorprenderlos permanentemente. Eso hace que se mantenga viva la llama de la magia”, asegura.
Y la clave está, según dice, en la complicidad: “Yo no trato de ser el mago misterioso o ceremonioso; yo me presento como el amigo que viene a tu fiesta con un conocimiento que los demás no tienen”. Y se le pregunta sobre el método para conquistar a un público disperso, responde enseguida con un ejemplo que demuestra la fascinación que despierta la magia. “Hace tiempo fui a trabajar para un evento en una embajada y cuando llegué al lugar me encontré con una pared repleta de pantallas de videojuegos. Me impresionó”, relata. “Pero cuando anunciaron que yo había llegado, los niños se dieron vuelta como diciendo: ‘¿Quién es este bicho raro?’ Pero al final se sentaron a ver el show y quedaron entusiasmados. Es que la magia es maravillosa: con una serie de juegos podés amenizar cualquier reunión”.
—¿Qué hace de la magia algo tan cautivante y atemporal?
—Es que fue la primera religión del hombre y lo acompaña desde la prehistoria. Es un arte que engaña para sorprender y divertir, y todos necesitamos —hoy más que nunca— divertirnos y que nos llamen la atención con algo. Si agarrás a cualquier persona y le sacás una moneda de la oreja le va a llamar la atención enseguida; no importa si es un niño, un doctor o un ingeniero. A eso se le llama “punto de fascinación” porque la sorpresa es muy grande. Después trata de encontrarle una respuesta y razona cómo pudo haber ocurrido, pero no lo va a descubrir porque cuando un mago profesional saca un truco está 120% seguro de que va a salir bien. Te lo digo de otra manera: yo soy un loco del cine y cuando me siento a ver una película con mi familia quiero que me engañen. En Misión imposible, por ejemplo, ves a Tom Cruise tirándose de cabeza o saltando de un edificio; sabés que es imposible pero te fascina. Y con la magia pasa exactamente lo mismo: te sorprende todo el tiempo.