Por Nicolás Lauber
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Pocas veces una soprano con la calidad de la italiana Alessandra di Giorgio llega a nuestro país. Lo hace con la ópera Madama Butterfly que se estrena esta noche en el Teatro Solís y tendrá funciones también el domingo y martes, siempre a las 20.00. Las entradas (quedan muy pocos lugares) se venden por Tickantel.
Di Giorgio, quien tiene un espectacular registro vocal, incluyendo un elogiado Re bemol alto, está en un gran momento de su carrera. En 2019 fue seleccionada para el Bayreuth Festival en ocasión de los 150 años de Siegfried Wagner, y el año pasado protagonizó seis óperas. Esta Madama Butterfly del Solís es su tercera producción para este año.
Sin aires de diva, y mientras toma un capuchino con leche de soja en el Solís, lo primero que dice Di Giorgio a El País es lo agradecida que está de llegar por primera vez a Uruguay.
“Aquí hay una muy buena atmósfera para trabajar y las personas son muy buenas, atentas. Eso no ocurre en todos lados”, dice la soprano que interpretará a Cio Cio San en esta clásica ópera de Puccini estrenada en 1904 y convertida en un clásico mundial.
En su carrera, Di Giorgio ha interpretado 15 papeles en óperas como Macbeth, Cavalleria Rusticana, Aída, Tosca y Manon Lascaut. Debutó en Madama Butterfly en 2021 en el Teatro lírico de Cagliari. Acerca de la cantidad de roles dice: “es una locura, y eso que no soy vieja”, y vuelve a reír.
Es una soprano de renombre, pero la ópera no estuvo en su vida hasta que cumplió 18 años. En ese entonces integraba una banda de rock. “Mi madre me dijo: si eres cantante y tocas el piano en la banda (hacíamos música experimental tipo Pink Floyd), ¿por qué no tomas lecciones de canto para mejorar?”.
Mientras asistía a clases conoció a una soprano de la Scala quien la escuchó y vio su potencial para la lírica. Pocas clases después, Di Giorgio entendió que no podría seguir en el rock. “Cuando estudias la técnica para cantar ópera, es otro mundo completamente distinto”, dice. Estudió en la universidad de Manheim, y luego de graduarse se presentó en festivales y ganó muchos.
—¿Sientes que la carrera del artista lírico es como un salmón, nadando a contracorriente y sabiendo que solo uno de los cientos que están en ese camino lo logran?
—El principio de este camino, siempre fue difícil. No conoces a las personas, no sabes lo que es ser parte de todo esto, y hay muchas lecciones importantes que tienes que aprender, entender, porque nuestro trabajo no es solo cantar. Es todo. Es cómo te presentas, quién eres, cómo te comportas y tratas a las personas. Es más que solo cantar. Es un trabajo complicado, tienes que tener una buena psicología, porque eso es también parte del todo. Fui afortunada porque mi madre me dio muchas cosas y me preparó para este mundo. Me enseño que tenía que ser fuerte, atenta, cordial y por encima de todo, buena persona. Y esa honestidad se ve en el escenario. Porque llegas con tu verdad, muestras esas emociones y el público las recibe. Todos somos inteligentes, tenemos teléfonos que hacen de todo pero la apatía que se vive hoy es muy mala para el arte, sobre todo en la ópera, porque la ópera es el arte de las emociones.
—¿Hay un estilo para actuar una ópera de Verdi o Puccini?
—No creo que haya un estilo de interpretación, pero de haberlo es la honestidad. Cuando aprendo el rol, lo hago con la emoción, porque si solo emites un sonido técnico, no es el mismo que si le añades rabia, amor, o sorpresa. Es otro sonido, así que no se puede trabajar sin emociones. Por eso insisto que no es solo llegar al tono, si no escuchas la felicidad, o el entusiasmo, es un tono muerto. ¿A quién le importa una voz sin emoción? Mis profesores decían que todos tenemos voz, lo importante es qué le pones adentro. Ese sería mi estilo, si tuviera que definirlo.
—Has interpretado a mujeres muy aguerridas y apasionadas como Lady en Macbeth, Aida o Santuzza en Cavallería rusticana. ¿Cómo es interpretar a Cio Cio San en Madama Butterfly quien está siempre con la emoción contenida?
—Es muy diferente. Es difícil porque no puedes ser extrovertida. Todo lo que le ocurre es en su interior pero de alguna manera tienes que mostrarle al público qué le está pasando así que no puedes parecer relajada o calmada con lo que ocurre. Básicamente, para mí ese es el juego en Madama Butterfly, tienes que mostrar esa cultura donde todo es así, discreto, introvertido, y encontrar el momento justo para mostrar todas las emociones del personaje. Es una lucha constante entre lo exterior e interior del personaje, y allí se encuentra la clave. Uno de mis momentos favoritos de esta ópera es cuando dice: “Con onor muore chi non può serbar vita con onore” (Con honor muere quien no puede seguir viviendo con honor). La cultura japonesa es muy fascinante, y el sentido del honor que tienen es algo que me atrapa.
—¿Qué tiene el aria “Un bel di vedremo” para haberse convertido en un himno?
—Esa aria es el himno de la fe y la esperanza. Todos hemos atravesado un momento de debilidad y desesperación, cuando estás deprimido y solo ves las cosas oscuras, y luego intentamos salir de ese pozo. Creo que esa aria es el momento de fe de Butterfly donde ella cree que todo se va a arreglar. Ella dice: “va a volver, va a volver”, como si fuera un mantra con el que intenta convencerse de que no todo está perdido. Esa aria es su momento de esperanza y fe.