ENTREVISTA
La actriz, cantante, bailarina e imitadora argentina se presenta en Teatro Metro con el espectáculo "Fátima es camaleónica" y más de 40 personajes.
Fátima Florez descubrió en la escuela que podía hacer imitaciones. “Siempre soñé y me percibí artista”, dijo a El País la actriz, cantante, bailarina e imitadora argentina, que ahora llega con su show Fátima es camaleónica al Teatro Metro. Tendrá funciones del viernes 14 al domingo 16 de octubre, y las entradas están a la venta por Abitab.
"Cuando era chica y me preguntaban qué quería ser de grande respondía famosa", comentó. Para lograr esa meta primero se formó en el baile, y antes de cumplir los 18 años ya había trabajado en varios espectáculos de Pepe Cibrián como asistente de coreografía y bailarina.
"Me sirvió porque siempre fui muy esponja y absorbía todo", dijo. Gracias a una beca se fue a estudiar a Cuba en la escuela de Laura Alonso, lo que para ella fue tocar el cielo con las manos.
Florez también estudió canto y actuación porque sabía que tenía una veta cómica que quería explorar. “No sé si es facilidad o qué, pero siempre pude hacer voces o pequeñas parodias. Lo hacía como un juego porque no creía que pudiera dedicarme profesionalmente a eso”, dijo.
Cuando tenía 20 años se unió al grupo Las Primas donde conoció a su esposo y mánager, Norberto Marcos. Un día, durante una gira por Perú, Fátima le hizo a su pareja la imitación de una presentadora de televisión.
"Abrió los ojos y me dijo: ‘es gracioso, pero esto es como un diamante en bruto que no estás explotando. Tenés que ir por acá’. Me alentó y fui para adelante. Metí horas y horas y horas a estudiar", comentó.
Desde entonces Fátima Florez no paró de crecer: trabajó en televisión con Jorge Lanata y Susana Giménez, ganó dos Martín Fierro, y por sus espectáculos teatrales en Carlos Paz y Mar del Plata recibió dos Carlos de Oro y una Estrella de Mar de Oro.
Ahora que vuelve a Montevideo con nuevo show, y que acaba de pasar por ¿Quién es la máscara? en su versión argentina, habló con El País.
—¿Cuántos personajes hacés en Fátima es camaleónica?
—Son como 40 personajes porque algunos hablan y otros cantan. También hay un imitador de Ángel de Brito y en el diálogo surge una catarata de imitaciones; también hay bailarines, es un gran show. Ya lo presentamos en Miami y Carlos Paz y la gente viene con muchas ganas de divertirse.
—Lo que vos hacés no se enseña en ninguna academia. ¿Cómo se aprende a imitar?
—Sí, es muy autodidacta. Lo que hice fue aplicar todo lo que estudié en canto y baile, y la técnica la aplico en mis personajes porque tengo que hacer otras coloraturas de voces, cantar como Isabel Pantoja, Tini, Lali, Valeria Lynch o bailar como Michael Jackson. Entonces todo lo que aprendí lo fui aplicando. Creo que la clave está en que nunca paré de hacer teatro. Eso te da un fogueo muy grande y cuando a no me tocaba estar en escena, miraba lo que hacían mis compañeros. No me quedaba boludeando en el camarín con el celular, porque este siempre fue mi sueño y quería absorber todo.
—Y llegaste a la televisión en un momento de mucho rating.
—Tuve la suerte de agarrar esa tele de 40 puntos, y al día siguiente hacía recorrida por todos los programas. Por eso digo qué suerte que me pudo tocar esa televisión. Ahora se sumaron las redes y estoy activa, me enganché a crear contenido. Yo no tengo nadie que me las maneje, hago los TikTok y subo cosas a Instagram que te hace llegar a otro público. Te ven por todos lados y siempre estás presente.
—¿Qué es lo primero que surge cuando preparas una imitación?
—Para mí lo primero es entender la psicología del personaje para saber cómo piensa y siente. Soy un poco psicóloga de los personajes que hago. El siguiente paso es la voz, y soy muy quisquillosa, y como consecuencia vienen los movimientos y gestos. Todo eso para armar al personaje y que salga con gracia. Hay mucho trabajo detrás de cada imitación.
—¿Has conocido a todas las personas a las que has imitado?
—A todas las argentinas menos a Cristina Kirchner, es a la única que no conozco personalmente. A las demás sí y me han venido a ver al teatro. A las internacionales las voy a ver a Las Vegas o donde estén. Me acerco porque necesito palpar, sentirlas. Además de que me gusta como espectadora lo necesito por mi trabajo.
—¿Qué te han dicho Susana, Moria o Mirtha de tus imitaciones?
—A Susana nunca le gustaron las imitaciones. A Mirtha tampoco porque se sentía un poco incómoda, pero creo que vine a poner un poco de paz. Antes las hacían hombres y ahora hay otro respeto.Fue un orgullo estar con Susana en su programa imitándola. A Moria le fascina que la hagan, e incluso a las políticas les encanta porque es publicidad y las conoce más gente. Por eso todos me han recibido bien.
—Además de cantar, bailar e imitar, tenés una gran facilidad para la improvisación, ¿no?
—Me gusta mucho improvisar y creo que salen cosas muy lindas cuando lo hago. De hecho algunos productores me dicen que me salga del guion y por eso cada vez improviso más. Creo que improvisar es muy importante, porque suma mucho al espectáculo. Eso lo hacemos en este show, porque a la gente le gusta y se genera un lindo ida y vuelta.
—¿Sos perfeccionista?
—Sí, hay que serlo. Eso no significa tener mal carácter sino estar comprometida con la profesión. La vara está muy alta y siempre me exijo. Estoy atrás de las luces, el sonido, pero eso hace que uno crezca y que el show sea mejor. Año a año me he ido perfeccionando y hay que estar en eso, no bajar la guardia, y tengo que estar informada porque en el show puede salir alguna noticia de la semana.
—Ganaste el Martín Fierro, el Carlos de Oro, la Estrella de mar de Oro. ¿Cómo hacés para mantenerte centrada y que no se te suban los humos?
—Noto que hay colegas que se marean porque les hicieron dos notas.En esto hoy te ganás un oro y mañana no te llama nadie y no hay que sentirse fracasada porque esta es una carrera que tiene revancha todos los días. Creo que no hay que creérsela nunca. A veces uno es el que se autoboicotea, y para eso está la contención de la familia y amigos. También es importante salir a la calle porque los taxistas y los porteros son el mejor termómetro y te dicen si estuviste bien o mal.