La vida de Silvia Kutika iba encaminada hacia las ciencias hasta que por cuestiones familiares tuvo que salir a trabajar. En cuarto año abandonó la carrera universitaria, quería ser botánica, y cuatro décadas después sigue juntando brotes y ramas en la calle, o en los jardines de sus vecinos, para plantarlos en su casa.
Empezó como modelo, fue reina de concursos de belleza, portada de varias revistas y un día recibió un llamado inesperado. Era 1980 y el capocómico Juan Carlos Calabró quería que ella, quien nunca había actuado antes, se sumara a Calabromas.
“Empecé ahí haciendo algunos sketches. Después hice un casting para Sentimental, la película de Sergio Renan, quedé, y a partir de ahí empezaron a salir propuestas para tele y cine”, dice Kutika a El País, una actriz a la que le gusta aceptar riesgos.
Desde entonces se volvió una cara conocida gracias a telenovelas como 90-60-90 Modelos, Las estrellas, Argentina: tierra de amor y venganza; y películas como Luna de Avellaneda, demostrando ser versátil.
“Ya me siento un dinosaurio”, comenta Kutika entre risas. “Me mata cuando en los programas me hacen un homenaje, un repaso de la carrera, yo pienso ‘tengo que estar por partir’. Igual me encanta, es muy lindo porque hace 46 años que trabajo; y en estos años, he hecho un montón de cosas distintas”.
La actriz que en estos años ha sido novia de Guillermo Francella en televisión, y de Ricardo Darín en el cine, se encuentra en Mendoza con la gira de la obra de suspenso El cuarto de Verónica, con la que llegará a Uruguay.
La pieza, escrita por Ira Levin —responsable de éxitos del género como Las esposas de Stepford, Sliver y El bebé de Rosemary—, tendrá su función este sábado, a las 21.30 a la Sala teatro del Movie. Entradas desde 1.200 pesos a través de la web del Movie.
Sobre la obra, su carrera y el sentirse una principiante con más de 45 años de carrera, es esta charla con El País.
—¿Cómo llegás a la obra que traés a Montevideo?
—Me llega cuando estábamos terminando la pandemia. Leí el libro y dije, “esto es maravilloso”. Ira Levin es un genio creando climas, así que acepté enseguida. Igual llamé al director y le dije: ¿cómo lo hacemos en teatro?; porque en cine tenés primeros planos y edición, para crear los climas; y en el teatro es en vivo, y uno de los mayores halagos que nos dicen es que El cuarto de Verónica es cine en vivo. Y el espectador no tiene un momento para distraerse. Los tenémos agarrados, y cuando piensan que hay un afloje, un momento de humor negro e inteligente, Levin vuelve a tensar la cuerda de una manera tremenda. Y no puedo contar más.
—Imagino que es un riesgo hacer una obra de suspenso.
—Sí, es un género distinto. Cuando nos propusieron la obra, hace cinco años, pensábamos que era un riesgo, que la gente en ese entonces estaba necesitando ver algo más cómico, unipersonales, pero dijimos: tirémonos igual. Es un género distinto, pero la gente también va a querer otras cosas; y una obra de suspenso y misterio llama la atención. No nos equivocamos porque después de cinco años la gente la sigue recomendando. De hecho agregamos una segunda obra, Te espero en la oscuridad que también es de suspenso y es un policial; y ahora la gente nos pide que terminemos de hacer una trilogía.
—Tu carrera empezó como modelo, ¿te interesaba la moda y ese universo?
—No, y no me había preparado para modelar. Era muy inconsciente, aparecían los laburos, los aceptaba y después me las veía negras. Igual tengo un lindo recuerdo de esa época.
—En redes sociales sos de mostrarte sin maquillje; ¿es por tantos años de pasarelas?
—Yo soy muy informal para vestirme, ando por la calle sin maquillaje y sin peinarme mucho. El otro día un vecino, no sé qué le dije de mi pelo y me responde: “siempre estás despeinada”. Me hizo reflexionar, voy a tener que, por lo menos peinarme para salir a la calle.
—Tenés más de cuatro décadas actuando. ¿Cómo recordás esos primeros años?
—Tengo que decir que me han tocado compañeros maravillosos, muy generosos, y con mucha paciencia. Porque al principio una no sabe mucho. Cuando estudié teatro, no se ahora, no te formaban para estar en un set, ni tenías mucha idea de la cámara, para dónde mirar, esas cosas. Para esos primeras incursiones necesitás de compañeros que tengan paciencia y sean generosos.
—¿Y siempre te hicieron fácil el trabajo?
—Sí. Me acuerdo que con Darín hice Luna de Avellaneda, una película entrañable. Pero le tuve que pedir a él, que es un compañero con chispa, inteligente y que está todo el tiempo bromeando, que dejara de hacer chistes. Es que dos segundos antes de entrar a hacer una escena donde había que llorar al mango, él se moría de la risa con todos. Lo hacía para crear un clima distendido, amoroso, pero yo no podía pasar de la risa al drama tan rápido. Y ahora con mis compañeros, de El cuarto de Verónica, la estamos pasando súper bien. Somos un grupo unido y nos movemos todo el tiempo juntos.
—Hablabas del trabajo con compañeros que te apoyan. Y la novela 90-60-90 modelos fue de los primeros roles de Natalia Oreiro. ¿Cómo fue trabajar con ella cuando daba sus primeros pasos en la actuación?
—Era maravillosa porque no paraba de trabajar. Veías a alguien que estaba muy ávido de aprender. Las grabaciones eran todo el día y la escuchaba decir: “bueno ahora me voy a ir a tal lado”, “voy a hacer tal nota y después a hacer esto otro, y a probar la ropa”. Era muy chiquita, tenía mucho ángel, carisma. Y no se quedó con eso, porque se iba superando con el tiempo. Fue una gran compañera, compartíamos camarines además, así que la conocí bien.
—Y me imagino que, pese a tus 40 años de carrera, te habrás sentido una recién llegada cuando filmaste la serie Nada junto a Robert de Niro.
—Sí, ahí me sentía como una primeriza. Yo miraba y decía, “no puedo creer estar acá”. Y no solo por De Niro, porque los veía con Brandoni y eran geniales los dos. Tenía escenas en las que estaba enfrente de ellos, los miraba y no podía parar de decir “wow”, qué suerte el poder estar acá”. Porque son enormes, dos maestros. Y no tiene que haber sido fácil para De Niro que no habla castellano y tenía que estar con traductores. Igual lo veía con una complicidad divina con Brandoni. Fue una muy linda experiencia, que además uno no espera, porque a veces te preguntan ¿con quién querrías trabajar?; y esta gente no es alguien que uno espera cruzarse. Bueno, sucedió, y esto demuestra que la vida siempre me sorprende.