Jorge Denevi: "Hoy gana más el cuidacoches en la puerta del teatro que el actor"

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Jorge Denevi

ENTREVISTA

El actor, autor y director habla de la cultura actual, su carrera y de "La violación de Artemisia", la obra que escribió y dirige y se estrena el sábado 14 en el Teatro Circular

Autor, actor y director con una carrera en teatro, cine y televisión y que ha sabido de éxitos y no solo en Uruguay, Jorge Denevi está a unos días de estrenar La violación de Artemisia Gentileschi (el sábado 14 en el Teatro Circular, con funciones sábados y domingos). La obra refiere a Artemisia Gentileschi, una artista del siglo XVII que debió enfrentar el desprecio por ser mujer y que, además, fue violada por su preceptor. La obra se basa en las actas del juicio por ese incidente.

Buena excusa para charlar con Denevi de eso y otras cosas.

—Tiene una carrera de más de 50 años. ¿La gente lo reconoce?

—Me conocen por por la televisión más que nada. Los más viejos por el Flaco Cleanto.

—¿En serio?

—Es increíble. En esa época no había rating pero debo reconocer, muchos años después, que ese programa lo veía todo el Uruguay, Seguramente por dos motivos: era de uruguayos con cosas uruguayas y hecho en Uruguay. Y eso hace falta en la televisión. Lo que se está haciendo ahora, muy meritorio para los canales, son formatos extranjeros como si acá no hubiera imaginación para hacer formatos. Se subestimó, salvo excepciones, la creación nacional. Como que no tenemos el nivel adecuado.

—¿Cómo ve la televisión en relación a su carrera?

—Inevitablemente la televisión rebaja muchísimo el nivel artístico de alguien por el producto que hace. La exigencia de la televisión de llegar a públicos masivos está en manos de productores que tienen un concepto de lo que es el ser humano. Ahí está el problema. Un productor que yo tenía en Argentina cuando hacíamos Telecataplum, usaba una frase de Goar Mestre, un exitoso ejecutivo de televisión, que decía: “La televisión hay que hacerla para un cerebro de ocho años”. Ese concepto sigue vigente.

—Pero eso no es lo que usted ha hecho.

—Traté de no hacerlo porque trabajé con Jorge y Daniel Scheck que eran tipos absolutamente superiores en eso y a quienes extraño muchísimo. Ellos tenían otra visión: en Telecataplum hacer un chiste era una cosa seria y merecía una cantidad de meditaciones de gente, no solo culta, sino que sabía que había un propósito mayor dentro de la comunicación y la televisión. Ahora no hay un Jorge, un Daniel Scheck en la televisión uruguaya. Ya no hay un Horacio Scheck, un tipo al que respetaba enormemente en ese aspecto. Era gente muy culta que respetaba la cultura.

—Pensando en usted como dramaturgo...

—No me considero dramaturgo: soy un director que ha escrito obras porque hay temas que me apasionan y quiero hacerlos yo pero no soy dramaturgo. Prefiero sentirme un intermediario entre el autor, los actores y el público. Como me siento mejor es trabajando con los actores, eso sería digamos mi definición como artista, si es que lo soy.

—¿Cómo es la situación del teatro uruguayo?

—Yo vivo porque me jubilé de la televisión e hice cosas en la Comedia Nacional, que paga bien y le paga bien a los actores. Pero por fuera de eso, nada. Hoy gana más el cuidacoches de la puerta del teatro que el actor, por ejemplo.

—¿Cómo se hace buen teatro en esas condiciones?

—Se ha tenido una increíble insistencia y hay una tradición que ha ido quedando. Igual, tengo verdadera preocupación por la formación de los actores ya que no está encaminada debidamente. Hay pocos profesores del nivel necesario y enseñan a veces cosas que no son adecuadas. Como que es tierra de nadie. Si un arquitecto dice que un edificio no necesita cimientos, lo echan pero en algunas escuelas de teatro se enseña que se puede hacer un edificio sin cimientos. Es grave.

—¿Cuáles serían esos cimientos para un actor?

—El método de encontrar el personaje. Eso lleva tiempo lleva preparación aun en el actor formado. Eso no es intuición, ni imitación es una serie de pasos que hay que seguir hasta llegar a la esencia de lo que se quiere interpretar. Hay grandes maestros en el mundo que te enseñan y que acá no se aplican.

—Y en ese contexto que describe del teatro hoy, ¿por qué escribir y dirigir La violación de Artemisia sobre una artista plástica del siglo XVII?

—Leí en The Guardian sobre un libro con las actas del juicio por la violación a Artemisa Gentileschi. Lo conseguí, lo leí y, la verdad, era un poco engorroso. Pero de pronto empecé a ver la raíz de un tema que está hoy día en todo el mundo: el papel de la mujer en esta sociedad. Vi puntos de contacto, a veces grotescos, con lo que sucede hoy y que ahí había una obra de teatro. Así me embarqué en la misión de extraer lo que dicen las actas de las que en la obra hay muchas partes textuales. Me pareció un tema necesario de conocer y con una artista de la que en Uruguay se sabe poco. Y es una de las grandes pintoras del barroco.

—En el libro con cuatro de sus obras que editó el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), y donde se incluye La violación de Artemisia, hay reproducciones de la obra de ella, que también van a estar en la puesta, y es deslumbrante.

—La versión que vamos a hacer casi empieza presentando la obra de Artemisia porque seguro que de toda esa platea uno conocerá su obra. Entonces hay un presentador que dice quién es Artemisia Gentileschi. Y a través de la obra en momentos que es necesario —no hay que abrumar con eso-— se presentan otras pinturas de ella, de Caravaggio y del violador de Artemisia, Agostino Tassi, que también era un gran pintor. Y está el proceso judicial que es una locura.

—Participó del Club del teatro, de Telecataplum. ¿Siente nostalgia por ese Uruguay?

—Me defino como antinostalgia: para mí lo mejor está por venir. Igual esa seguridad es una fe como la de quien cree en Dios pero es mi fe. Estoy seguro de que va a prevalecer el bien, la forma de vivir adecuada. El pasado pasó y le agradezco a tantos que me han dado mucha cosa muy generosamente. Siento agradecimiento pero no nostalgia.

—Sin embargo, tuvo que enfrentarse a su pasado, supongo, con la escritura de Los grandes no saben nada (editado por Fin de siglo) y el libro del  INAE. ¿Estuvo repasando su vida?

Los grandes no saben nada es un retrato absoluto de mi infancia. No hice para publicarlo, sino porque había un buen cuento, “Pelota esquiva” que es un recuerdo (prefiero llamarlos así y no cuentos) que me obsesionó durante mucho tiempo y que aunque era una pavada siempre me volvía a mi cabeza vaya saber por qué. Así que decidí escribirlo para sacármelo de encima. Pero ese recuerdo me trajo otro, y después otro y terminó siendo un libro. Me había prometido no publicarlo porque era una cosa íntima y quería ser absolutamente fiel y si uno sabe que lo va a publicar, algo va a mentir. Pero se lo di a amigos que son grandes lectores y me recomendaron publicarlo. Y les hice caso.

—Dirigió más de 150 puestas, ¿ha tenido muchos éxitos?

—En esa cantidad de obras, calculo que verdaderos éxitos no he tenido más de  20. Otras han tenido un desempeño de mitad de tabla y con otras bajamos a la B. Es un promedio que hay que aceptar y que tiene que ver con que el teatro va más allá de si la obra sale bien o sale mal, sino con si coincide con lo que el público precisa, por ejemplo. Así que es un buen promedio.

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