Jorge Esmoris, tras la magia de los tablados: "El Concurso y el Teatro de Verano han devorado al Carnaval"

Este jueves, Jorge Esmoris llegará al Teatro Solís con "Una noche en el tablado", el espectáculo que irá hasta el 11 de febrero. En la previa, dialogó con El País sobre el enfoque del espectáculo.

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Jorge Esmoris.
Foto: Estefanía Leal.

"A veces veía que lo que pasaba entre conjunto y conjunto era el verdadero carnaval”, dice Jorge Esmoris cuando recuerda sus largas giras por los tablados junto a la histórica Antimurga BCG. “Apenas entraba decía: ‘Acá tienen que estar Fellini o Buñuel filmando’, porque solo el surrealismo o el absurdo puede llevar las cosas a ese nivel’”.

Habla de la libertad para “cometer tonterías muy grandes”, de las charlas en las cantinas, de la “deliciosa barbarie” y de esa familia que va a ver a su vecino cantando en el escenario y con la cara pintada. Pero, sobre todo, habla del público que baila con la murga durante la despedida; habla de ese momento en que se diluyen la frontera entre el espectador y el artista. “El tablado es un mundo aparte, un ágora donde están todas las voces”, define.

Esos recuerdos son los que inspiraron, justamente, Una noche en el tablado, el espectáculo que llegará esta noche a la sala principal del Teatro Solís luego de haber agotado varias funciones en El Galpón y el Auditorio Nelly Goitiño (ver recuadro). En la previa de la puesta que irá hasta el domingo 11, Esmoris dialogó con El País.

—En una entrevista con Radiomundo comentaste que el silencio en un espectáculo de humor es conmovedor. ¿Qué vivís durante esos instantes?

—Ese silencio debe ser de las cosas más grandes que le pueden pasar a un actor. Son momentos que uno quisiera guardar en una cajita... pero lamentablemente no hay cajita. (Sonríe) Es algo muy difícil de describir, pero es como que la gente entra a un mundo del “no-lugar” y te hace pensar con qué poco se puede hacer mucha cosa. Yo, como a veces hago El candidato, cuando me cruzo con un político le digo, embromando: “Usted tendría que salir a hacer stand-up para ver cómo disfruta la gente y con qué poco se siente bien. A ver si alguna vez se pone a hacer algo para ellos”. A veces me subleva esa cosa de que no se trabaje para la gente y que no se depongan apetitos personales en pro de la gente... Es imposible que 10 personas no se puedan poner de acuerdo en algo para todo el mundo, y me parece que por eso la gente va más al teatro y a recitales. Creo que empieza a encontrar lo que para mí debiera ser el arte: sacar a la gente de la rutina de la actualidad.

—Se trata, como has dicho en otra entrevista, de salir de los espectáculos centrados en “el titular constante”.

—Seguro. Yo a veces hablo con alguno, sobre todo en carnaval, y le digo: “Está bien, yo te entiendo, pero ir a decirle a la gente lo que estamos viviendo, no una vez, sino toda la noche...”. Me parece que habría que empezar a buscar otras alternativas para que el público no solamente esté informado. Hay gente que lo hace bien y otra que no, ¿viste?

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Jorge Esmoris.
Foto: Estefanía Leal.

—Imagino que debe ser difícil para una murga hacer, por ejemplo, un salpicón sin pasar por alto los titulares más importantes y a la vez evitar repetir lo que hacen otros.

—Claro, pero antes lo veías solo en la murga; ahora lo ves en todas las categorías. Entonces llega un momento en que... (se interrumpe) Por eso hacíamos lo que nosotros hacíamos. Yo soy muy respetuoso de las cosas populares y siento que hay que cuidarlas mucho. Esto es una fiesta, no “digo lo que se me cante”. Además, yo vengo del mundo del teatro, y si ahí no hago determinadas cosas, ¿por qué las tengo que hacer en carnaval? Me acuerdo que con la BCG nos decían que si íbamos a los tablados de las periferias no hiciéramos esas cosas surrealistas y absurdas porque nos iban a prender fuego. Pero cuando empezamos a ir con eso, la gente deliraba. Era como una obra de niños. Lo que nosotros hacíamos era jugar arriba del escenario y ellos nos seguían. A mí me cautiva transformar al público en gurises de cinco años.

—¿Sentís que el reestreno de Una noche en el tablado llega en el momento justo? Podría leerse como una alternativa a lo que proponen los conjuntos en el Concurso.

—Sí, pero ojo, porque yo soy muy respetuoso del carnaval y le debo mucho, por eso hago una aclaración: se estaba hablando mucho del carnaval y el pobre no tiene la culpa. Se piensan que el carnaval es una suma de categorías, pero no es eso. El desfile era lo más parecido que tenía el carnaval a sus inicios, que es el encuentro de la gente, pero ahora está vallado. Entonces, esta cosa de que todo es ordenado y que el público tiene que ser espectador y “no toquen al artista”... Es carnaval, no es Cannes.

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"Una noche en el tablado".
Foto: Difusión.

—¿Cuál, entonces, considerás que es el carnaval ideal?

—Para mí, a pesar de que esté más pasteurizado, en el tablado de hoy sigue existiendo ese fuego del carnaval. El Concurso y el Teatro de Verano lo han devorado al carnaval, hasta por un tema económico. Desde el punto de vista artístico, es impresionante porque si vos escuchás a una murga de hoy con la mejor de los años 80 no tiene nada que ver. Musicalmente, coralmente y estéticamente es otra cosa; vos lo mirás y es como si fueran espectáculos del Sodre.

—Eso es lo que conlleva la profesionalización...

—Sí, pero eso no lo ves en el tablado, porque te pintás vos o hay una parte del traje que no llevás porque pesa mucho. Hay un desparpajo ahí... Bueno, ya que haya pantallas, ¿cómo hacés en el tablado? Entonces, caés en esa contradicción de hablar del pueblo carnavalero y al pueblo carnavalero le llevás un poco de lo que hacés. Son esas paradojas humanas. También está eso de que te creés esa cosa mesiánica y decís:“¿Qué querés decir? Todo va a venir por añadidura”. Yo pienso los espectáculos y no me propongo que la gente salga de ahí convertida; no soy un profeta. Capaz hay gente que se enoja, pero yo hago lo que me gusta y ojalá que conecte con el público, pero no voy a dar clases porque no me considero con la altura moral para decirle a la gente qué tiene que hacer.

—¿Cómo definirías tu máxima aspiración como artista?

—Lo primero es una cosa muy egoísta, y es que he llegado a la conclusión de que el escenario es el único lugar donde puedo decir que soy yo y que me siento pleno. Es un lugar tan puro que no lo puedo enchastrar con nada. Jamás voy a pedir disculpas por algo que haga en un escenario, porque lo que presento no solamente está presentado y censurado 10 veces por mí. Incluso no lo hago si no es necesario. Nunca voy a decir algo que no tenga sentido o a hablar solo porque si no menciono algo la gente se va a molestar. Una noche en el tablado es un espectáculo, primero, para divertir y entretener. Hay un montón de cosas que pueden venir por añadidura, pero si no pasan, está bien.

—El cierre del espectáculo va a tener a la murga cantando en la hall del Solís. ¿Qué significa ese canto colectivo?

—Es increíble, y no es solo que ves a la gente, sino que te dice cosas. Hay gente mayor que viene llorando de felicidad y te dice que hace décadas que no escuchaba un pasodoble. También hay gurises que salen enloquecidos. Lo que se vive es como la canción “Fiesta”, de Serrat; esa es la esencia de Una noche en el tablado. Yo creo que él moriría con este espectáculo... no, mejor no (se ríe): Serrat viviría plenamente con este espectáculo porque vería su letra hecha realidad.

Así es "Una noche en el tablado".

Una noche en el tablado está protagonizada por Jorge Esmoris y llega hoy al Teatro Solís con una propuesta que tendrá a 20 artistas en escena, entre los que se incluye a músicos, actores y comediantes. La lista incluye a Néstor Guzzini y Federico Silva, que coescribió la obra con Esmoris. Las funciones estarán separadas en dos tandas: desde hoy hasta el sábado, y desde el jueves 8 al domingo 11. Las entradas se vende en Tickantel, de 700 a 900 pesos.

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