El amor de Uruguay a Les Luthiers ha sido duradero, por lo que era inevitable la conmoción que ha provocado que su próxima visita sea la última: será en el Auditorio Adela Reta el 4, 5, 6 y 7 de octubre. Traen Más tropiezos de Mastropiero, las dos primeras funciones están agotadas y las dos siguientes van camino a eso; las entradas están en Tickantel. La banda cierra así una trayectoria de más de 55 años y el espectáculo con el que también con entradas así de agotadas ya despidieron de Buenos Aires, Madrid y Bogotá, entre otras ciudades . De la formación clásica hoy -tras la muerte de Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich y la salida de Carlos Núñez Cortez- están Carlos López Puccio y Jorge Maronna, quien, justamente, charló con El País sobre esta nueva visita de unos viejos amigos.
—¿Cuánta gente le cuenta la primera vez que escuchó Les Luthiers?
—El comentario habitual después de agradecernos la carrera es la narración de la historia de cada uno con Les Luthiers. Cosas como“la primera vez que los escuché” o “mi papá los escuchaba en casa”, son comentarios clásicos.
—Eso supongo que le pasa mucho en Uruguay, donde vienen hace más de 50 años.
—Fue el primer país que visitamos fuera de Argentina. Eso fue en 1968, o sea que teníamos menos de un añito de vida y fuimos a trabajar a Punta del Este. No recuerdo el nombre del local, creo que era el hotel Hotel Playa. Está cerrado pero lo visité este año porque me daba mucha curiosidad. Y también tempranamente fuimos a Montevideo, al Stella D’Italia. Era una gran emoción ver que el público se divertía mucho con lo nuestro, a pesar de que era así de incipiente. Y después el Teatro Solís que siempre se llenaba y eran hermosas funciones.
—¿Tiene alguna cábala montevideana?
—Caminar por la rambla. ¡Qué delicia!
—El vínculo está también en la influencia de Telecataplum. ¿Es así?
—Éramos dos muestras de humorismo que podían tener cosas en contacto. Admirábamos profundamente a Telecataplum: no me perdía ninguno de sus programas y quería mucho a cada uno de los integrantes. Así que cuando nos invitaron a hacer una pieza en el programa en diciembre del 65, fue una emoción enorme. ¡Tomar un café con Los Lobizones! Y después la grabación, todos vestidos de frac. Una delicia y un orgullo para nosotros.
—¿De dónde venía el humor de Les Luthiers? ¿Con qué se reían?
—El coro de Ingeniería donde nos conocimos era un grupo con una tradición de preparar algunos números humorísticos para las reuniones. Podía ser una canción, un poema, una pantomima, y eso se formalizó en el 65 con la “Cantata Laxatón” que era una creación de Gerardo Massana. Y Marcos (Mundstock) puso lo suyo en los textos de presentación. Fue un recital muy breve, la fiesta del festival de coros. Pero luego lo hicimos en la Facultad de Arquitectura y con mucho éxito. Y de ahí pasamos a un teatro y seguimos creciendo.
—Su humor es universal y eso les ha hecho recorrer mundo.
—Es lo que nos permitió ser comprendidos y disfrutados en varios países. Lo universal y lo atemporal ya estaba diseñado desde el principio. Los primeros viajes fueron interesantes porque confirmábamos que el grupo gustaba, pero que había algunos localismos argentinos que suponíamos eran incomprensibles en otros países.En nuestros comienzos, por ejemplo, teníamos muchas piezas folklóricas. Y muchas veces faltaba el código para comprenderlas.
—¿Cuándo surgieron los instrumentos propios?
—Eso fue idea de Massana. Hizo varios entre ellos el emblemático “Bass-Pipe a vara”, que tocaba él y estaba hecho con tubos de cartón que encontró paseando por la calle.
—¿Cuál es su instrumento favorito?
—El que más me impactó en nuestra historia es la “Ferrocalíope”, que era como una locomotora en el escenario, terriblemente sonora porque tenía el silbato del ferrocarril y unos chorros de vapor. Era el más complejo y espectacular de todos los instrumentos de Les Luthiers y era obra de Carlos Iraldi.
—Él fue uno de los luthiers del grupo.
—Empezó en 1967 y ayudó a Massana en la construcción de varios instrumentos, entre ellos el primer “latín” para Daniel (Rabinovich), quien no tenía instrumento y le hicieron ese violín de lata. Iraldi era un tipo muy interesante: médico psicoanalista de enorme cultura y mucha ingenio.Hizo cantidad de instrumentos preciosos.
—¿Algunos de esos instrumentos tuvieron vida más allá de Les Luthiers?
—No. Los demás se han salvado hasta ahora de esos sonidos. Hay grupos que nos piden permiso para hacer nuestras obras y hay uno en Mar del Plata que incluye reproducciones muy buenas de varios instrumentos, que hasta suenan mejor que los nuestros.
—En Más tropiezos de Mastropiero traen piezas nuevas, lo que es raro en una gira de despedida. ¿Por qué es eso?
—No quisimos hacer la clásica despedida con los éxitos porque, en parte, hace 15 años que venimos haciendo antologías. Pero ya era momento de hacer un cambio y hacer un espectáculo nuevo. Y hay solo dos números conocidos, “Pasión bucólica y “El Aria Agraria”, porque hacía tiempo que no las tocábamos y como un pequeño mimo a nuestros espectadores.
—Muchos grupos amenazan con despedirse y después vuelven. ¿Ustedes son de esos?
—No. No pensamos volver. Somos gente seria y una vez que anunciamos algo tratamos de cumplirlo.