LES LUTHIERS EN URUGUAY
El histórico integrante del mayor colectivo humorístico argentino habló con El País sobre el espectáculo que traen al Sodre y sobre más de medio siglo de trayectoria
Tres funciones que muchos estarán deseando que lleguen. Les Luthiersse presenta en el Auditorio Nacional Adela Reta con Gran Reserva, el jueves 30 y viernes 31 de enero, y sábado 1° de febrero a las 21.00. (Tickantel, de $ 1000 a $ 3500). En escena, Carlos López Puccio y Jorge Maronna, junto a Tomás Mayer-Wolf, Martín O´Connor, Horacio Tato Turano y Roberto Antier, harán una selección de los grandes momentos del histórico colectivo, ganador del Premio Princesa de Asturias en 2017. “Fue un reconocimiento muy importante que un grupo de humoristas sea distinguido en un premio de esa magnitud”, dice Maronna en entrevista con El País.
-Les Luthiers tiene una larga relación con Uruguay...
-Sí, Uruguay fue el primer país que visitamos, muy tempranamente. En 1969 actuamos en Punta del Este, y creo que por 1972 en Montevideo por primera vez, en el Teatro Nuevo Stella. Fuimos mucho al Teatro Solís, desde antes de su reforma, un teatro maravilloso. Ustedes tienen teatros estupendos: ahora nos estamos presentando en el Auditorio Nacional Adela Reta, que es realmente hermoso. Desde el principio el público siempre nos ha recibido muy bien.
-¿Cómo definiría Gran Reserva?
-Creo que es una antología muy poderosa. Venimos con una antología variada, en cuanto a los géneros musicales, y en cuanto a los temas de humor. Es una muy buena selección de piezas que han sido probadas durante muchos años, y muy mejoradas a lo largo del tiempo. Somos muy vigilantes de la evolución de nuestras piezas, que si bien son muy parecidas a las versiones originales, se van puliendo lentamente con el tiempo. Y cuando las retomamos para una antología, se les hace una revisión más profunda.
-¿Qué sketch destacaría del espectáculo?
-Si bien podrían ser muchos, yo destacaría el Rhapsody in Balls, que es en el que toco el Bolarmonio, ese instrumento de las pelotas naranjas, con el cual molesto al pianista de jazz, que es Tato Turano. Hasta que terminamos tocando juntos. Es un número muy brillante, sin palabras, musicalmente muy lindo, con mucho virtuosismo, y una buena historia.
-¿Cómo se aprende a tocar un instrumento inventado?
-Depende mucho del instrumento en sí. En el caso del Bolarmonio era especialmente complicado, porque es muy grande. Mide más de tres metros. Es voluminoso: no podía llevármelo a casa para estudiarlo. Y el número requiere mucha velocidad. Entonces lo que hacía en casa era trabajar mentalmente: imaginar la ubicación de cada una de las notas, que están muy separadas, e ir tocando la pieza con un instrumento imaginario. Y ese entrenamiento comprobé que funciona, como los deportistas cuando van visualizando su performance futura.
-¿De los instrumentos inventados, cuáles son los que suenan mejor?
-Debo volver al Bolarmonio, porque además de ser muy vistoso y simpático, permite una interpretación bastante sutil. Se puede variar bastante el sonido de cada nota, en intensidad y en duración, lo que lo hace muy expresivo. Otro que usamos mucho es el Latín, o Violín de lata, que sin ser un Stradivarius, es un instrumento que permite una buena expresividad. Y el Cellato, una variante paródica del cello, que también permite hacer música, digamos.
-Cada miembro de Les Luthiers tiene su rol.
-Cada uno tiene varios roles diferentes. En mi caso, básicamente soy compositor, compuse una gran cantidad de músicas para el grupo, desde los comienzos. Al comienzo compuse mucho con Gerardo Masana, que fue nuestro fundador, y luego trabajé muchos años en dúo con mi compañero Carlos López Puccio, con quien hicimos muchos textos para Les Luthiers y algunas músicas juntos. Y también otra tarea que tengo es la de organizar, el trabajo de los ensayos, de los estrenos.
-¿Recuerda bien cuándo conoció a sus compañeros fundacionales de Les Luthiers?
-Conocí a Gerardo Masana, Marcos Mundstock, Daniel Rabinovich y Carlos Núñez en el coro de Ingeniería en 1965. Yo había terminado mi bachillerato en Bahía Blanca y llegué a Buenos Aires con intención de estudiar medicina. Y tuve la suerte que ese año, a Gerardo se le ocurrió la idea de inventar instrumentos informales, y organizarlos en un concierto paródico. Fue para una fiesta del festival de coros, que se hizo en Tucumán ese año. Él me invitó a sumarme, y yo hice un instrumento, una guitarra modificada, que la tocaba deslizando una llave por las cuerdas: el Contrachitarrone da gamba. Así fue el nacimiento.
-¿Por esa época actuaron en televisión, en Telecataplúm?
-Sí, en 1965, una vez que hicimos ese recital, nos invitaron de Telecataplúm, que se hacía en Buenos Aires, a participar de uno de sus programas. Tal vez el último de ese año, porque fue en diciembre. No sé cómo llegó esa invitación, pero fue una emoción muy grande para los que éramos seguidores de ese grupo maravilloso, poder conocerlos personalmente. Era conocer a nuestros ídolos: Raimundo Soto, Ricardo Espalter, Berugo Carámbula, Henny Trayles, a los que admirábamos muchísimo. Yo era muy fanático de ellos. Lamento que no hayan quedado registros de esa época, ni los nuestros ni los de ellos. Los que hay en Youtube son posteriores .
-Hoy el humor ha perdido elegancia.
-Sí, yo creo que sí. Yo no veo televisión, así que no soy muy buen opinador sobre ese tema. Pero lo poco que veo, no me interesa. Me parece muy flojo, muy malo, muy barato. ¡Qué pena! Uno hoy extraña programas como Telecataplúm, que era un lujo, una finura.
-¿Cómo recuerda a Daniel Rabinovich?
-Una personalidad múltiple, una persona muy curiosa: le interesaba todo en el mundo. Era muy apasionado, y se enganchaba con cualquier cosa de la vida que fuera interesante y rica. Fuera la música, el humor, la cocina. Tenía una enorme cantidad de amigos. Era una persona muy sociable. El más sociable de todos nosotros. Como todos nosotros, él fue encontrando su lugar dentro del grupo. Daniel en los principios no era el Daniel que la gente recuerda, ese actor, ese payaso increíble que después fue. En los comienzos eran más visibles como actores Marcos, o aun Gerardo, que Daniel. Lo veo al releer viejas críticas, de los años 67, 68.
-¿Cómo se siente cuando sube a escena sin algunos de sus compañeros históricos?
-Ha sido un acostumbramiento paulatino. Muy tempranamente, el primero que desapareció fue Gerardo Masana, en 1973. Luego, la desaparición de Daniel, después de una enfermedad que duró unos cuanto años. Para el público fue una sorpresa imprevista, pero no lo fue para nosotros. Fue sin dudas muy triste la desaparición de Daniel, pero en cuanto al trabajo mismo, nosotros tenemos un sistema de reemplazos desde hace muchos años, en el que ya tenemos gente que está preparada para reemplazar a cada uno de nosotros. Para nuestra sorpresa, el espectáculo siguió funcionando muy bien. Nuestros textos son muy buenos, más allá del actor que los diga. Son una base muy sólida como para poder continuar trabajando bien.
Una historia sorprendente
”Tuve la suerte de nacer en una familia interesada en el arte, si bien mi padre era médico y mi madre era profesora de francés. A ellos les gustaba mucho la música, y en mi casa, en Bahía Blanca, había mucha música. Luego empecé a estudiar guitarra, porque era la época de auge del folklore y a cantar en un coro”, afirma Maronna al evocar sus primeros pasos.
Después se radicó en Buenos Aires, a estudiar medicina, y el destino lo llevó a integrar un conjunto musical de humoristas, al que le dedicaría más de medio siglo de carrera. “Ninguno de nosotros lo sospechaba: esto salió por razones del azar. Pero desde el principio vimos que lo que hacíamos como una broma de universitarios, gustaba a mucha gente. Y nos profesionalizamos en esto. Yo pensaba ser médico y luego pensé que mi vida pasaría por la guitarra clásica. Pero eso nos pasó a todos: Gerardo Masana era arquitecto: tampoco habrá pensado nunca que Les Luthiers iba a tener tal desarrollo. Daniel iba para escribano, cosa que también fue. Marcos quería ser ingeniero. López Puccio también. Fue una historia linda y sorprendente”.