Es el que decía “le gustó o no le gustó”, el que aparecía desnudo en las cámaras ocultas, el “insoportable”, el que parodiaba a los cantantes con su personaje Navajo. José María Listorti, quien lleva 30 años frente a las cámaras atiende la llamada de El País para hablar de Tertawa.
"Vamos a pasarla bien", comenta Listorti sobre la obra que presenta junto a Sebastián Almada y Pachu Peña que tendrá funciones de viernes a domingo en Teatro Metro y tiene entradas en venta por RedTickets.
“Vamos a comer y hacer reír en el teatro que es lo que más me gusta, así que estoy contento”, comenta Listorti.
—¿El hacer reír es lo que te define?
—Sí, lo que pasa es que acá la gente está necesitando reír. Algunos dicen que no hay ganas de reírse y creo que es lo contrario. Cuando le sacás una sonrisa, la gente te lo agradece. Eso me pasa en las redes, con Matilda que hicimos en el teatro: la gente está buscando eso.
—Es extraño que se busque humor en redes sociales y en el teatro, pero no hay propuestas en televisión.
—No aparece nada por varios motivos. Me parece que el principal es una cuestión de costos. Hoy en día es más económico hacer un programa de panel y acá los programas que abundan son así. Hice muchos así que no me quejo, pero son programas que salen más baratos porque necesitás uno o dos conductores, cuatro panelistas y una escenografía, y a lo mejor llenás dos horas de programación, y es eso nomás, hablar. En cambio si tenés que hacer un programa de humor necesitás guionistas, un elenco más grande, escenografías que hay que cambiar, exteriores. Eso hace que sea imposible hacer un programa diario de humor, y si es semanal, no te dan los costos. Estamos envueltos en ese dilema. A eso, además, sumale la susceptibilidad de la gente en cuanto a humor. Es lo que llamo “la moralina” de las redes. Hacés un chiste sobre algo y te dicen: “cómo vas a reírte de eso”, aunque la gente consume eso, y le gusta.
—Se ríen primero, pero después te critican.
—Por eso es una moralina, porque tenés que expresar que eso está mal, pero te gusta. Lo expresan porque tienen que decir: “mirá qué bien lo que le dije”, pero en la realidad no piensan eso.
—Hace unas semanas hubo polémica con Dady Brieva por comentarios que hizo. ¿Eso también fue por la “moralina” que decías?
—Lo que pasa es que Dady se metió en el tema político, algo que yo no hago. Ni tampoco Pachu o Seba que están conmigo en Tertawa. De hecho es otro tema que no me gusta, hoy no podés hacer humor politico porque todos se enojan. En la época de oro de Videomatch estaban los “raporteros” que decían cosas terribles de Menem, de De la Rúa, cosas graciosas. También bajadas de línea no políticas, sino humorísticas, y no pasaba nada, la gente se divertía. Ahora los raporteros llegan a criticar a Alberto, a Cristina, a Massa y lo tratarían de “gorila” a Tinelli, y si hacés un chiste sobre Macri lo tratan de “peroncho”. Imaginate a Tato Bores ahora, le dirían “desestabilizador”. Está muy difícil hacer humor en este contexto.
—¿Eso pasa también en el teatro?
—El teatro es otra cosa. En el teatro la gente paga una entrada y sabe a quién va a ver y cuál es su código. De hecho cuando hicimos Matilda que es una obra políticamente incorrecta en un montón de cosas y la gente no salió diciendo: “cómo van a hacer estas cosas”, porque saben qué van a ver y no están en la moralina de las redes donde todo el tiempo están señalando con el dedo porque hay que hacerlo para quedar bien.
—A todo esto, ¿qué se va a ver en Tertawa?
—Es una obra que nos tiene muy contentos porque logramos fusionar el humor del viejo Videomatch adaptado a los nuevos códigos. Tenemos sketchs donde hablamos por Zoom y es muy divertido todo lo que pasa, hay anteligencia artificial, pero también están las poesías y un montón de cosas más que son para recordar los viejos tiempos. En los ensayos nos divertimos muchísimo y estamos contentos con el producto.
—¿Cómo fue adaptarse a los nuevos códigos?
—Hubo que aggiornarse a los nuevos códigos, al sketch, a lo que es un teatro que es más divertido que la televisión porque podés zafarte más e interactuar con el público, y si pasa algo podés romper la cuarta pared. Eso es muy divertido.
—Seba Almada había dicho que querían hacer una obra con más exVideomatch. ¿En qué quedó ese proyecto?
—Sí, queremos sumar a Campi, a Pablo Granados y a Freddy Villareal para hacer un espectáculo bomba, pero cada uno tiene sus tiempos y obligaciones. Por ahora nos juntamos nosotros tres con esas ganas de divertirnos, acordarnos los viejos tiempos de Videomatch. Seba y Pachu son personas que después de trabajar tanto tiempo juntos y manejar el mismo código de humor, nos sentamos y ya sabemos para que lado va cada chiste que incorpora uno, y eso está bien porque lo que suma, entra. Nos entendemos, nos queremos, y con una mirada ya sabemos lo que está pensando el otro. Y para un espectáculo como este, es fundamental entenderse e ir todos para el mismo lado. Eso tal vez es lo más difícil de lograr en el humor.
—Este año es el primero en 30 años que no hacés televisión, ¿qué pasó?
—Nada. O pasó que la tele va cambiando y no me gustaba mucho. Cuando hacía Este es el show me divertía porque podía embromar con el “cero” de Polino, con Carmen que se peleaba con Moria, pero de un tiempo a esta parte, los temas eran más complicados. El tema Fardín y Darthés, la muerte de Báez Sosa. Nos tocaban temas que me hacían preguntarme ¿qué hago acá? ¿Estoy conduciendo un noticiero? No quería eso, yo quiero entretener, divertir. Entonces arranqué a hacer teatro, estoy en las redes y hago radio en la Pop, y esperando que haya una propuesta que me guste. Fueron 30 años haciendo tele, puedo descansar algunos años. Estoy seguro que no pasa nada, la gente no me va a olvidar si este año no estoy en televisión.
—¿Qué opina de Milei?
—La gente está pidiendo un cambio. Soy poco objetivo con Milei, no es que lo vaya a votar, pero fui compañero de colegio de la hermana, Karina. Me fui de viaje de egresados con los padres de Milei. Vivían a cinco cuadras de casa, y en la casa de Karina pasé la Secundaria. Después nos distanciamos aunque seguimos en un grupo de Whatsapp con los demás compañeros de clase. Son de Villa Devoto, y Javier iba al campo de deportes donde jugábamos al fútbol. Me lleva tres años, pero somos del barrio, nos conocemos. Conozco mucho a la familia, pero con respecto a la política es evidente que lo que está pasando en los últimos 20 o 30 años de este país no estaría funcionando, y ven en él una solución, aunque no sé si va a poder hacer todo lo que prometió. Lo que sé, es que gane el que gane, Massa, Bullrich o Milei, no les va a ser fácil. No es un país que esté ordenado para que el que gobierne pueda hacerlo bien. Me parece que hay que tener paciencia, hay que tolerar las ideas del otro, cosa que no estaría pasando en este país.
—Con ese contexto, hacer humor ha de ser una tarea más complicada.
—Sí, pero más que nada en la televisión o las redes sociales. Hace poco publiqué un chiste con una licuadora donde estaba haciéndome un jugo, y cuando viene mi esposa a hablarme, la prendo para no escucharla, y me dijeron que era un chiste machista, una ridiculez muy grande, y lo analizaban. Era un chiste pero saltaron a decir que son ejemplos de microviolencia. Parecía que era uno de los causantes que hubiera femicidios. Y lo que pasa es que o te resignás, o no te importa, y estoy en una etapa en la que me chupa un huevo porque se perfectamente quién soy.