ENTREVISTA
La actriz argentina vuelve a Montevideo con "Las irresponsables", una obra en la que comparte escenario con Gloria Carrá y Paola Krum y que está este fin de semana en el Teatro Movie
"La obra tiene una cosa muy disparatada”, le dice Julieta Díaz, vía teléfono, a El País. Se refiere a Las irresponsables, la pieza escrita y dirigida por Javier Daulte con la que llega este fin de semana a Montevideo; será el viernes y el sábado a las 21.00 en el Teatro Movie de Montevideo Shopping con entradas a 1.680 pesos. Quedan pocas.
La obra —que fue la elegida por el porteño Teatro Astros para su reapertura— es la historia de tres mujeres que acompañan el duelo amoroso de una de ellas, precisamente el personaje que interpreta Díaz. Haciéndole el aguante están su hermana (Gloria Carrá) y su mejor amiga (Paola Krum) y la noche va a tener sus vueltas de tuerca. Las irresponsables, adelanta Díaz, “habla de los límites de lo que está bien o lo que está mal en los vínculos, de las imperfecciones de cada uno y del amor y aceptarse uno como es y también aceptar al otro”.
El tono, cuenta, pasa por el drama pero también por la comedia que es un poco el estilo de Daulte. “Es muy hermoso poder divertirse así con las carcajadas del público y la sinergia que eso representa. La obra termina y ni cuenta te das que te hizo llorar, te hizo reir y hasta te hizo sentir vergüenza”, cuenta Díaz.
La obra le permitió, además, cumplir con el deseo compartido de trabajar con Carrá y Krum conformando así un trío de grandes actrices argentinas. Y con Daulte.
Díaz, quien adelantó que está grabando su primer “larga duración” de su proyecto con el cancionista uruguayo Diego Presa, es una de las figuras más conocidas del espectáculo rioplatense. Su carrera abarca éxitos en televisión (de 099 Central a Graduados) donde consiguió cuatro Martín Fierro, cine (Corazón de león) y mucho teatro.
—Para empezar con lo que nos convoca, ¿cómo surgió esta obra y cómo es trabajar con Gloria Carrá y Paola Krum?
—Surge de un deseo, en principio, de Gloria y mío, de hacer teatro juntas. Ellas habían trabajado muchísimo con Javier (Daulte, quien escribió y dirigió Las irresponsables) y tenían ganas de seguir trabajando juntos. Yo con él había hecho ficción en televisión pero no teatro que es meterse en ese mundo “daultiano” tan maravilloso. Gloria me dijo de pedirle que escriba algo para partir de ahí. Justo a él lo habían convocado tres actrices de España para escribir una obra y pensó que podría ser para nosotras. Y ahí se sumo Paola, con quien fue mutuo amor a primera vista. Es muy placentero trabajar con ellas porque son, además, unas interlocutoras divertidas y profundas.
—¿Cuán importante es ese vínculo para el éxito de un proyecto?
—Cien por ciento. Siempre es mejor llevarse bien y nunca fui buena trabajando bajo presión: me gusta trabajar con armonía, buena onda y cariño. En general suele ser así, porque estamos todos trabajando de lo que nos gusta. Si bien no he tenido el nivel de amistad y admiración que tengo con este grupo, en general siempre he trabajado con buenos equipos y en lindos proyectos. Trabajar armoniosamente es muy importante en cualquier vínculo, hace el trabajo más relajado.
—Por lo que uno percibe en mucho teatro que viene de Argentina o incluso el que se hace acá, hay una mayor visibilidad de la experiencia femenina. ¿Cómo ve eso?
—Estoy de acuerdo con lo que planteas. Sí, creo que hay una nueva escucha. Y que lo femenino -por hablar concretamente de este nuevo lugar donde nos estamos parando- no tiene que ver solo con las mujeres. Estamos todos encontrándonos, haciéndonos preguntas que a veces son más importantes que las respuesta: las preguntas siempre quedan ahí y en algún momento es uno el que empieza a buscar su propia respuesta. Lo femenino representaría lo perceptivo, lo sensible, la tierra fértil, el lugar de escucha, el lugar de recibir; un montón de cosas, y se le está dando más espacio a las mujeres porque representan eso. Pero eso también va para los hombres. Eso de machito proveedor o que no lloran, son cosas que aún están muy enquistadas y de una manera muy angustiante, muy terrible. Van mutando pero siguen ahí.
—¿Cuál es la mirada de Daulte sobre el mundo femenino?
—Más allá de lo femenino, siento que comprende la naturaleza humana y elige una forma de contarla que está buenísima. No es un dramaturgo de grandes parafernalias, sino que siempre está anclado desde algo muy humano, muy real. En general, habla de cómo los personajes se vinculan con sus miedos, sus deseos y muchas veces lo hace desde el humor. Puede estar en el momento más profundo del relato y dar una vuelta de tuerca de humor, que te saca de ese lugar. Eso es hermoso porque tiene que ver con el arte: te lleva a un lugar de mucha identificación pero también te distancia desde la manera de contar. Javier muestra con el humor ese permiso que quizás tienen las mujeres. No tienen otros permisos (de tomar decisiones sobre sus cuerpos, por ejemplo) pero sí tienen permiso de ser sensibles. La sensación que tengo es que hoy está apareciendo más ese espacio, no solamente eso de que tienen que protagonizar siempre mujeres o hay que hacer cosas de mujeres porque está de moda. Pero también tiene que estar de moda que el hombre se pueda permitir un montón de otras cosas y que eso le haga poder entender lo que siente una mujer en el lugar que venimos arrastrando hace tantos años.
—¿Han cambiado los hábitats de trabajo y las costumbres en la televisión o el cine con estos debates?
—Está mejorando. Es difícil porque hay cosas muy de base pero el cupo, por ejemplo, de mujeres está mejorando aunque no se llega a veces exactamente a que sea el 50 por ciento. Hay todavía manejos de poder en los que aún hay que seguir trabajando. Con respecto a la ficción que tiene que ver con mi trabajo, hay que seguir revisando mucho el discurso porque desde ahí se educa un montón. A veces los medios acá no tienen ninguna noción de responsabilidad con respecto a hablar de algunas cosas. Lo principal para ellos es tener espectadores y especular con decir lo que se cante y acomodar la verdad sin un punto medio. Siempre todo tiene que ser una grieta. Y en la ficción hay una responsabilidad en ese sentido porque uno sabe que las historias que se cuentan educan un montón a chicos y a grandes.
—Y dar voz a las mujeres...
—Eso es muy importante pero a mí me interesa el balance. O sea, me interesa mucho escuchar a las mujeres pero quiero escuchar qué pasa con los hombres en esas historias de mujeres. Hay que combatir el macromachismo a través de la Justicia y desde la educación. Pero también está el micromachismo de todos los días. Y ahí me interesa escuchar la historia de la mujer que cuenta y también qué le pasa al hombre que hace eso. El feminismo hoy tiene que incluir al hombre para dejar claro que feminismo también es humanismo.
—Y en esto de machismos y feminismos, ¿los hombres que van a ver Las irresponsables van porque quieren u obligados?
—(se ríe) El porcentaje más grande de quienes van al teatro o al cine son mujeres: son las que impulsan la vida cultural en Buenos Aires. Venían muchos grupos de amigas uruguayas a ver la obra y muchas parejas. Un grupo de varones es más difícil de ver pero es una obra de mujeres, así que está bien.
—¿Qué es lo que no puede dejar de hacer cuando viene a Montevideo?
—Aunque vaya dos días, tengo que ir a la Rambla, sí o sí, en algún momento. Es algo que no tenemos acá en Buenos Aires donde estamos de espaldas al río. Aparte, la rambla es muy democrática, es para todas y todos y no está lleno de puestos, ni de música, ni nadie te quiere vender nada. Si tuviera a veces menos cosas que hacer me encanta ir a la Cinemateca y a esa pizzería tan rica, que está frente al Solís ahí en una esquina.
—¿Tasende?
—Esa. Y después a los bolichitos de la Ciudad Vieja . Y ver a mi compañero de dúo Diego Presa con su compañera...
—¿Cómo va ese proyecto con Presa?
—Vamos muy bien: Estamos grabando el segundo disco después del EP con seis temas. Estamos con la misma banda. Estamos grabando allá y acá en Buenos Aires. Estamos muy felices porque está quedando muy poderoso.