ENTREVISTA
La actriz argentina llegará a Montevideo con la comedia "Perdida Mente", y antes charló con El País sobre sus referentes, su marca de pijamas y la familia.
“Mucho de mi vida es suerte”, dirá Julieta Ortega en un momento de la charla con El País. Para ese entonces estará hablando de su historia familiar, pero la reflexión también aplicará a tiempos pandémicos. Mientras el mundo de la actuación quedó frenado por el coronavirus, la marca de pijamas que cofundó hace siete años y a la que tanto le había dedicado, tuvo una explosión impensada de ventas. Fue, reconoce, su momento de más trabajo.
Y luego, en 2021, José María Muscari la convocó para hacer Perdida Mente, comedia de elenco estelar con Leonor Benedetto, Ana María Picchio, Karina K y Patricia Sosa, con la que la actriz argentina hará su debut teatral en Uruguay. Estará este lunes, en doble función, y el martes en Teatro Movie, y quedan las últimas entradas en la web. Ortega interpreta a la singular hija del personaje de Benedetto, una jueza cuya memoria empieza a fallar.
“Siempre fui más perezosa para el teatro. Es que cuando todo el mundo se dispone a descansar, vos más trabajás: no tenés feriados, fines de semana, asado con amigos, y entrás en una especie de sacerdocio, ¿viste? Es muy raro lo que pasa. Las pocas veces que hice teatro fue así, y por eso trataba de evitarlo”, confiesa entre risas. “Nosotros llevamos como siete meses con funciones de Perdida Mente y no tuvimos ni feriado ni vacaciones ni nada. Pero la gente no para de reírse, y una no puede más que agradecerlo. Se agradece estar en ese lugar, arriba del escenario haciendo reír, sobre todo en momentos como estos, con pocas razones para reírse tanto”.
Ortega ya supo hacer reír de la mano de un fenómeno como Graduados, que está en Paramount+ y que tiene una reunión por delante. Y a una filmografía amplia que va de Disputas a Un gallo para Esculapio, ahora le aportará dos contenidos nuevos: es la conductora de Malvinas y yo, una serie documental para la televisión pública argentina; y la narradora del ciclo de micros Tres poemas de Canal Encuentro, donde promoverá la poesía de autoras mujeres.
De su presente y de una familia popular (es hija de Palito Ortega y Evangelina Salazar), Julieta Ortega charló días atrás con El País. Este es un extracto de la conversación.
—¿Qué factor hizo que Perdida Mente le ganara a esa pereza para con el teatro?
—Las actrices. Si esta obra la iban a hacer Ana María Picchio y Leonor Benedetto y Karina K, que eran las que estaban cuando me sumé, ¿quién era yo para decir que no? Ana María es mi madrina de nacimiento, mi modelo, la razón por la que me convertí en actriz; a Karina la había visto hacer de Judy Garland y me pareció maravillosa; y a Leonor la he admirado toda la vida. Ahora no dudo ni por un momento: no me gustaría estar en otro lugar que no sea en este.
—En una entrevista con Infobae dijiste que Muscari es un director que te interesa siempre. ¿Por dónde pasa eso?
—Creo que por el humor. Yo era muy fanática de José cuando él estaba haciendo obras en los sótanos, en los 90 o principios de los 2000. Estaba muy en el under porteño, ya era medio un secreto a voces; creo que lo primero que vi de él se llamaba Mujeres de carne podrida y era genial. Después hice su primera obra en el circuito comercial, que fue un desastre. No venía nadie a vernos y la obra era un disparate. Pero después le empezó a ir muy bien, y me había quedado esa cuenta pendiente. Creo que es un gran puestista, y que tiene mucho sentido del show arriba del escenario. Él no defrauda y no aburre, y aburrir en el teatro es complicado, porque si te sentás y eso te empieza a aburrir, te mata.
—Como espectadora, ¿qué tipo de contenido te interesa?
—Yo veo mucho documental, es el género que más me interesa. Veo series, veo películas, no veo casi televisión abierta, veo muchas cosas en YouTube, donde encuentro muchos tesoros escondidos. Pero sí soy una gran consumidora del documental.
—Y si asociamos el documental y lo que representa, con los temas que toca la obra, ¿qué es la memoria para vos?
—Un poco lo que dice Leonor en la obra. Las cosas siempre se ven según donde uno puso la cámara, y con eso me refiero a lo que uno elige recordar de algunas situaciones. La memoria también es una elección de cada uno: lo que uno recuerda de la infancia, de una relación, de una discusión… El amor con el que uno baña un recuerdo específico es muy personal, y si le sacas ese manto, tal vez recuerdes otra cosa. Ahí está la diferencia.
—Has dicho que Ana María Picchio fue tu referente, tu modelo de actriz. Hoy que el feminismo nos atraviesa, ¿es diferente la configuración de ser un modelo de inspiración?
—No sé si es diferente ser modelo, tampoco sé de quién soy modelo. Pasa que hay gente que es feminista sin marco teórico. Ana María nunca me dijo que era feminista; sin embargo, para mí era un modelo de mujer independiente, que vivía su vida bastante más libre que otras que conocía, que se la bancaba sola, trabajaba sin parar y tenía una vida puertas afuera. Yo nací a principios de los setenta, y había un montón de mujeres que tenían una vida puertas para adentro. Que es maravilloso. La tarea que hizo mi mamá a lo largo de su vida me parece una maravilla, me parece que ese es el bordado de la vida: tejer relaciones familiares de manera tan amorosa es un laburazo. Eso tuvo y tiene mucho valor. Y mucho de lo que soy también tiene que ver con mi mamá. Pero las mujeres que más me llamaban la atención en esa época eran de armas tomar, y yo crecí queriendo parecerme sobre todo a ellas. Hay un montón de mujeres que, sin verbalizarlo, me mostraron lo que era ser independiente.
—Hablando de independencia, ¿hay algún vínculo entre tus facetas de actriz y emprendedora? ¿Se conectan?
—-A las dos les pongo lo que soy. Jota & Co., mi plan B, lo pensé por ser actriz: no podía seguir dependiendo de una profesión tan independiente, y eso me angustiaba mucho. Y el personaje de Perdida Mente es una chica bastante alejada a mí. Sin embargo, como me dijo un amigo: “Es lo que mucha gente debe pensar que vos sos”. Vive de la extensión de tarjeta de su madre, es muy snob, muy arrogante, y a medida que la obra se desarrolla te encontrás con alguien que fue y es una chica no mirada, y eso te produce un agujero que vas a llevar toda la vida. Toda esa construcción es un poco lo que puedo haber visto en otra gente, pero en lo hondo de todo, haciendo un personaje está siempre uno. Y con la marca pasa lo mismo: yo soy una persona que ante todo quiere estar en la casa, le doy a mi casa una importancia enorme. Celebro la vida puertas adentro, lo celebré siempre. Termino la función y salgo corriendo, como si me estuviera esperando un novio, ¡y me espera mi casa, nada más! Y hacer pijamas tiene que ver con eso. La marca se llama Jota & Co., pero se podría llamar “Nido”.
—Y compartís la impresión de tu amigo? ¿Crees que todavía hay gente que te piensa de esa manera en relación a tu familia?
—Obvio, cuando me quieren insultar siempre me dan por ese lado. Hay gente que no presta atención. Yo trabajo desde los 19 años, algo que no le recomendaría a nadie porque no me parece una gran idea hoy, a la distancia. Obviamente con miles de privilegios, no soy boluda. Nací en una familia donde, cuando dije que quería ser actriz, lo primero que me dijeron fue: “¿Dónde querés estudiar?”. Terminé en Los Ángeles, viví en la casa de Anna Strasberg gracias a que mi papá era amigo de ella y me recibió como si fuera su hija. Viví en la casa de Lee Strasberg, uno de los maestros de actuación más importantes del mundo; tenía todo a mi disposición, fue todo increíble. Mucho de mi vida es suerte, ¿viste? Tiene que ver con el lugar en el que nací y las posibilidades que tuve. Pero para nada vivo de mis padres. Soy una mujer grande y me preocupa especialmente proveerme lo que necesito. Pero todos hablamos medio al pedo. Solo que a veces uno lo hace entre cuatro paredes, y otro lo lleva a las redes y se asegura de que te llegue a vos. Pero eso tiene que ver con las fantasías, y las fantasías nada tienen que ver con uno.