La historia de Isaac Hernández: de bailar en el patio de su casa a ser uno de los mejores bailarines del mundo

Nació en México, tiene 34 años y, desde los 21 produce el mayor espectáculo de danza del mundo. A punto de incorporarse en el American Ballet de Nueva York, el bailarín habló con El País sobre su carrera, sus expectativas y deseos, sus búsquedas y sus formas de entender a una profesión difícil.

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Isaac Hernández, bailarín
Foto: Matthew Brush

La primera vez fue para regresar a casa. Isaac Hernández, bailarín mexicano, entonces 21 años, vivía en Ámsterdam, donde bailaba para el Het Nationale Ballet, y se preguntaba cómo haría para volver a bailar en su país. Porque había muchos artistas que se iban a hacer una carrera afuera y no volvían. Pero él sí. Él quería regresar, llevar a los mexicanos algo de todo lo que estaba aprendiendo y de todo lo que estaba haciendo en otros lugares.

Empezó, entonces, a pensar en producir su propio espectáculo, en crearse un espacio para volver. Le dijeron que no: que en México a nadie le gustaba la danza, que a nadie le interesaba, que no iba a tener apoyo ni público. Todo eso -para alguien que se pasaría toda su carrera como bailarín buscando desafíos y cosas nuevas- fue un impulso: cuanto más le dijeran que no, más lo intentaría.

Sabía que los mexicanos no tenían muchas oportunidades para acercarse a la danza, que el ballet no formaba parte de las tradiciones ni del entretenimiento del país, pero, sobre todo sabía que, para acercarlos, para crear a un nuevo público y formarlo, había que pensar en un espectáculo de calidad.

Así surgió Despertares, un evento que el pasado viernes 23 de agosto tuvo su décima edición, en el que Isaac, con la ayuda de su equipo, que tiene a la cabeza a su hermana Emilia y a su hermano Esteban, reúne a los mejores bailarines y bailarinas del mundo -no solo de ballet, también de jazz, de hip hop, de break dance, de contemporáneo- y los lleva a bailar al Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Además, ofrece conferencias, clases y posibilidades de audiciones y becas para que niños y jóvenes mexicanos estudien en algunas de las compañías más prestigiosas del mundo. Esta edición, como la mayoría de las anteriores, tuvo localidades agotadas.

Según la revista especializada Dance Europe, Despertares se ha convertido en la gala de danza más grande del mundo. “Este espectáculo ha conseguido lo que muchas compañías llevan años intentando: romper con el estigma elitista asociado al ballet clásico y formar una nueva generación de fans para la danza”.

Unos días antes de viajar a México para ponerse al frente del evento, Isaac estaba en San Francisco, Estados Unidos. Allí vive Mateo, el hijo que tiene junto a Tamara Rojo, bailarina española y directora del San Francisco Ballet, del que el bailarín fue figura principal en los últimos dos años.

“Yo me puse la meta de, primero, reposicionar el ballet en una escala diferente y en un lugar diferente en el entretenimiento en México. Entonces, para empezar, a toda la comunicación le quité la palabra ballet. Yo no quería ni que la palabra danza estuviera por ningún lado, entonces empecé a cambiar la narrativa de todo esto y fue un gran ejercicio para mí, para mi hermana y para todo nuestro equipo, porque finalmente me dio también la posibilidad de incluir en Despertares cualquier cosa en el ámbito dancístico y gracias a eso logramos tener un lugar en la sociedad y en el entretenimiento que hoy nos permite ser competitivos en México”, dijo.

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Isaac Hernández, bailarín.
Foto: Matthew Brush

Se refería, Isaac, a competir con espectáculos como Taylor Swift o Luis Miguel. Despertares reúne en una noche a 10.000 personas que compran una entrada solo para ver a alguien bailar.

“Estas diez ediciones no han sido fáciles. Ha sido un trabajo de muchas cosas, de cambiar ciertas ideas muy arraigadas en nuestra cultura mexicana de lo que era el ballet, por ejemplo. Y a eso lo pude lograr a través de logros personales, de la carrera internacional que he construido, pero también a través de un gran trabajo de comunicación, de hacer entender el valor del arte y de la danza, de reconocer el valor de los artistas que nos visitan, para tener precios accesibles sin dejar de dar un espectáculo de calidad. Muchas veces no encontrábamos a ningún socio que quisiera tomar estos riesgos, que son riesgos de millones de dólares, y hemos decidido hacerlo nosotros mismos. Durante estos diez años hemos sacado fianzas, hemos sacado préstamos, hemos puesto en juego terrenos, hemos tomado riesgos enormes para poder construir este proyecto y yo lo he apostado todo, confiando en el público y en que lo que estábamos haciendo valía la pena que sucediera en nuestro país”.

Algunas veces se ha preguntado para qué insiste, por qué sigue trabajando para que todos los años Despertares suceda, por qué hace frente a todos los problemas y todas las complicaciones que surgen en el camino, para qué insiste. Después se acuerda de que muchos mexicanos esperan ese evento todo el año, de que hay quienes lo siguen desde el principio, del sentimiento de comunidad que se genera, del momento de alegría, del impacto de ver a alguien bailar por primera vez, de cómo, a veces, el arte puede cambiarle la vida a alguien. Se acuerda de él, y de cómo el ballet le permitió que el mundo fuera un lugar inmenso en el que, con trabajo, algunos sueños se cumplen. Y entonces sigue.

Donde todo empezó

A los 34 años, y consolidado como uno de los mejores bailarines del mundo, Isaac está cumpliendo el primer sueño de su vida: bailar para el American Ballet de Nueva York, una compañía prestigiosa por la que han pasado Mijaíl Barýshnikov oJulio Bocca y a la que se unirá a partir de setiembre para bailar la temporada de otoño.

Todo empezó en los años 90, en el patio de su casa en Guadalajara. Héctor Hernández, profesor de danza, había colocado barras y les daba clases de ballet a sus once hijos. Para él y su esposa Laura, también bailarina, lo mejor que podían darle a los niños era la posibilidad de dedicarse al arte. Por eso tampoco los mandaron a la escuela formal y los educaron ellos, dándoles clases de historia, de geografía, de matemáticas, de ciencias naturales.

Así empezó a bailar Isaac, que lo supo desde el principio: quería ser bailarín y quería llegar a bailar en el American Ballet Theatre (ABT). A los once años participó de los cursos de verano de la compañía americana. Luego comenzó a bailar en la segunda compañía de ABT, y después decidió, por propia voluntad, dejarla.

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Isaac Hernández en el escenario.
Foto: Nath Martin

“Los tiempos, sobre todo en ese momento, eran muy largos. Recuerdo de hablar con Kevin MacKenzie (entonces director de ABT) y me decía bueno, aquí hay un proceso. Y me ponía el ejemplo de grandes bailarines a los que yo admiraba, que habían estado muchos años en el cuerpo de baile y como solistas hasta llegar a ser principales y bailar en los roles principales. A mí eso de cierta manera me desesperaba, porque yo sentía que lo que necesitaba era bailar y tener responsabilidades. En ese momento tomé una decisión que me costó mucho trabajo porque era la compañía de mis sueños. Cuando yo era chico, mi bici y la de todos mis hermanos llevaban el nombre de bailarinas del American Ballet, entonces para mí esa compañía era el ballet”.

Todo, en su carrera, ha sido pensado, premeditado, buscado. Desde abandonar la compañía de sus sueños, hasta haber elegido no hacer carrera en un solo lugar —bailó en el Ballet de San Francisco, en el ballet nacional de Holanda, en el Ballet Nacional de Inglaterra, fue invitado a la Opera de París, al Teatro Mariinsk, a la Opera de Roma, entre otras compañías— y tener la posibilidad de bailar diferentes estilos, de trabajar con distintos coreógrafos, de salir de los sitios en los que se ha sentido cómodo. Isaac es un bailarín que se ha pasado toda la vida pensando en su profesión.

“Pienso mucho en la danza porque creo que es un milagro que exista como profesión en el mundo y creo que muchas veces los bailarines estamos muy aislados de la realidad y de lo que verdaderamente tiene que suceder en el día a día para poder ejercer esta profesión. En países como en Estados Unidos, por ejemplo, dependemos de una buena voluntad de un individuo básicamente para poder ejercer. Entonces siempre he tenido mucho cuidado de no dar por hecho mi derecho a bailar. Es un trabajo constante que tenemos que hacer, donde nosotros tenemos que participar en lo que sucede en la vida diaria en la sociedad, tenemos que tener algo que aportar. A mí siempre me ha preocupado eso: cómo logras que algo tan tradicional, tan aislado, tan codificado como es el ballet se mantenga relevante en el interés del público”.

Él, que ha bailado con los mejores y en los mejores escenarios, que en 2018 fue reconocido con elBenois de la Danza, el máximo galardón del ballet, que ha ganado medallas y competencias, que es la cabeza detrás del evento de baile más importante del mundo, que creció escuchando que tenía talento y que no podía desaprovecharlo, que se convirtió en el representante de la danza en México, que ha llevado a su país a cada rincón del planeta, que ha sentido la presión de su virtud, todavía sigue buscando. Todavía quiere saber hasta dónde es capaz de llevar a su cuerpo y a su mente, quiere producir más, hacer más, estudiar más -está por empezar un MBA en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos-, aprovechar la posibilidad de bailar en una nueva compañía con la intensidad de quien aún tiene todo por descubrir.

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