La pieza teatral que salvó a su creador de la depresión hoy genera una comunión metafísica con el público

Pompeyo Audivert vuelve a Montevideo el fin de semana para presentar "Habitación Macbeth", la premiada obra Argentina que cautivó a más de 100.00 espectadores. En esta nota, los secretos de su magnífica creación, donde hace siete personajes.

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Pompeyo Audivert en el escenario, encarando uno de los siete personajes que compone en "Habitación Macbeth"
Pompeyo Audivert en el escenario, encarando uno de los siete personajes que compone en "Habitación Macbeth"
Foto: Santiago Martinelli

La actuación fue para Pompeyo Audivert, una mágica revelación de zonas de su identidad que no había percibido jamás, y una suerte de oasis donde estar lo más lejos posible de la neurosis que acarreaba la dictadura en Argentina, a sus 16 años. El teatro fue la puerta a una dimensión sobrenatural que lo atrapó para siempre y, por fortuna, no lo dejó escapar de sus garras
Y el arte también funcionó de salvavidas en pandemia. En esos días de soledad e introspección, refugiado en su casa de Mar del Sur, supo que el único teatro que había quedado en pie para él era su propio cuerpo, y puso cabeza a la creación. Primero apareció la obra de Shakespeare para dar rienda suelta a su inspiración y su don poético, y así los siete personajes que encarna en Habitación Macbeth se apoderaron de su cuerpo y su alma de forma orgánica y metafísica, y lo revolcaron en múltiples sentidos.

“Tomar el camino de la generación de un material de esta naturaleza fue lo que me salvó de caer en un pozo depresivo”, asegura a El País el creador de esta pieza que lleva cuatro temporadas consecutivas en el porteño Teatro Metropolitan. La respuesta del público, asegura, es de cuerpos conmovidos y exceso de emoción: “Hay una revelación metafísica de la estructura identitaria del espectador en ese ritual teatral tan particular”.

Las chances para vivir esta experiencia son mañana, sábado 21, a las 21.00 y el domingo a las 19.00 en el el Teatro Stella. Entradas en Redtickets.

Tomar cuerpo y alma

El actor, director y docente Pompeyo Audivert.
El actor, director y docente Pompeyo Audivert.
Foto: Santiago Martinelli.

Audivert siempre había sentido la necesidad de encarnar él solo todos los personajes de una obra porque le parecía que con un único “yo ficcional” no alcanzaba a agotar esa dimensión paranormal que se le abría con la actuación.

“Me animé porque era un trabajo muy arriesgado y siempre lo postergué por temor a que algo saliera mal”, dice. Tomó la obra de Shakespeare porque las características cuajaban para su propósito y la adaptó en la soledad de ese invierno pandémico, recluido en su casita entre el campo y el mar.

“Memoricé los textos en largas caminatas por la playa, y después me enteré que los vecinos me espiaban porque pensaban que estaba loco”, dice. “Finalmente, en el living de esa casita hice el montaje, y me volví a Buenos Aires para terminarlo junto al músico Claudio Peña”.

“Nunca lo había sentido antes”, le cuenta a El País. “En las caminatas que hacía en ese ambiente salvaje me sentía totalmente enervado por las fuerzas de la naturaleza. Y por una dimensión energética planetaria, ya que estábamos todos en la misma circunstancia: en nuestras cuevas, con la familia, en soledad, en esa introspección que nos enfrentaba con fantasmas de todo tipo. También era un aliento para mí darles salida en un proceso creativo, ya que lo contrario era entrar en un cono de angustia”.

Dice que ponerse en la piel de esos siete personajes lo arrastró por zonas de la actuación que no había habitado antes, y le permitió cumplir con su propósito: que cada actuación sea distinta a la anterior, que añada algo nuevo a su ser intérprete, y que lo maraville al inaugurar en su cuerpo novedades a nivel dramático y sensible.

“Estoy sorprendido porque cuando comienzo a ensayar, empiezan a aparecer esos cuerpos y esas voces como si estuvieran en el aire, y yo simplemente las pudiera sintonizar, y tomaran mi cuerpo en términos físicos, vocales, los ritmos y toda esa cuestión sensible que se despierta en mí“, destaca.

—¿Cuánto de la tragedia de Shakespeare quedó plasmada en Habitación Macbeth?

—Siento que todo es Shakespeare acá. Uno va a ver la obra y sale habiendo visto la obra de Shakespeare. La dimensión shakesperiana me inspiró profundamente y me preocupé mucho por ser fiel a la obra, que quedara muy a salvo de la jugada del unipersonal, que el público se fuera habiendo visto Macbeth, incluso sin necesidad de haberla leído. Si no estuviera Shakespeare no sé si podría hacerlo.

El poder de las máquinas teatrales

Pompeyo Audivert en "Habitación Macbeth", la obra más premiada de Argentina.
Pompeyo Audivert en "Habitación Macbeth", la obra más premiada de Argentina.
Foto: Santiago Martinelli.

Se metió en el mundo del teatro a los 16 años por seguir el impulso de sus amigos. Se juntaban en el bar Los Pinos, en Calle Corrientes, a practicar el automatismo surrealista, ese que define como "una escritura poética desbocada y desmesurada que nos fascinaba". Eran tiempos convulsos, la policía los llevaba a los calabozos y debían "pagar por ser jóvenes una noche". "En esa sensación de ser reprimidos y escarmentados nos fuimos puertas adentro, al estudio teatral de Alejandra Boero", cuenta.

En ese marco de introspección conectó con una libertad absoluta y descubrió su deseo de ser actor. Al salir de la dictadura, en los escenarios de emergencia, encontró un escape poético: "Me templé, fui ganando una identidad propia y entendiendo las puntas que debía investigar", expresa.

Luego empezó a dar clases, amplió su perspectiva, hasta que descubrió las máquinas teatrales, las puso a andar y empezó a trabajar sus obras desde ese lenguaje.

Esas máquinas teatrales son para Audivert el corazón metafísico y poético del teatro, la dimensión sagrada que le permitió conectar con la plenitud al descubrirse actor. “Sentí, con el tiempo, que los espectadores también van a buscar esa revelación y que el teatro se debe a esa operación teatral”, explica.

Desde su laboratorio en el Teatro Estudio El Cuervo abordó cada elemento (desde la actuación al montaje), con el fin de alinearlo en esa búsqueda metafísica hacia la verdad interna. Se valió de procedimientos formales y la integración de autores como Discépolo, Florencio Sánchez y Shakespeare.

“Mestizándome con un texto como el de Macbeth entendí que la obra habla de los mismos temas de los que habla la máquina teatral”, dice. “Ni bien empecé a profundizar en la obra, me empecé a encender poética y artísticamente con esas vicisitudes, ese piedrazo en el espejo que arroja Shakespeare también en su propia dinámica dramatúrgica”.

—Habitación Macbeth lleva 400 funciones y la vieron más de 100.000 espectadores, ¿imaginaste un éxito y una respuesta semejante mientras la creabas en soledad?

—Nunca imaginé todo este derrote ro y todo el éxito en términos de crítica, premios y público. Intuía que le iba a gustar mucho a mis amigos, al mundo teatral, porque sentía que era una obra que tenía algo que decir, que abría una novedad de lenguaje y era muy potente, pero no pensé que le iba a gustar al gran público. La hemos llevado a lugares muy distintos, a públicos de toda clase social, de toda formación y produce lo mismo, es muy transversal. Y es lo mejor que me podría haber pasado.

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