GUÍA DE VACACIONES
Hasta el domingo va en la Sala Verdi la segunda entrega de la Saga Lumínica, que aborda un tema complejo del Uruguay con un tono familiar
La oferta teatral de estas vacaciones de primavera se caracteriza por una variedad importante. Hay magia, musicales, reversiones de clásicos infantiles, homenajes a Eduardo Mateo y un festival internacional y también, entre otras alternativas, hay obras que abordan temas un poco más complejos o profundos.
Es el caso de La resistencia de las luciérnagas, del Colectivo Casiopea, que está en Sala Verdi hasta el domingo. Las funciones son diarias, a las 15.00, y las entradas están en Tickantel.
Escrita y dirigida por Vanessa Cánepa, es la continuación de una saga (Lumínica) que comenzó en 2019 con Una luz en la ventana, y que nació varios años antes, atravesada por la maternidad de Cánepa.
En 2016, Cánepa fue madre y con eso vinieron “pila de dudas y cuestiones” en torno a cómo contarle a su niño diferentes situaciones.
“Justo hacía poco tiempo que había fallecido mi padre y quería saber cómo contarle sobre eso y hacer a su abuelo presente”, relata a El País. “Y a partir de ahí surge la idea de arrancar una saga de teatro, que nos gusta pensar que no es específicamente infantil sino que está pensada para personas a partir de seis años”, aclara.
Así, en Una luz en la ventana se presentó la historia de amor de Mincho y Virginia, los abuelos de los niños protagonistas. Estos chicos se encontraban con el espíritu de su abuelo, que les revelaba que la biblioteca que tenían en su casa era mágica y que podía trasladarles a todos los lugares posibles.
La resistencia de las luciérnagas se va más atrás en el tiempo, hasta 1978, en contexto de la última dictadura cívico-militar, para develar el misterio sobre el origen de esta biblioteca. Acá los personajes centrales son unos jóvenes Mincho y Virginia, en plena huida.
Desde que Cánepa y el colectivo Casiopea comenzaron a desarrollar esta idea de la saga teatral, pensada para cinco entregas, estuvo presente la inquietud de abordar la historia de una familia “transversalizada por la dictadura”, cuenta la directora. “Yo no sabía cómo hablar del tema con mi hijo y me parecía que el teatro podía ser una forma de, de una manera más simbólica, entrar en ese tema”, continúa.
A esa motivación personal se sumó el hecho de que un ejercicio realizado entre los integrantes del colectivo, que tienen entre 25 y 35 años, reflejó que en las infancias de todos había ciertos vacíos alrededor del relato familiar de la dictadura.
Con ese bagaje, este texto está poblado de metáforas y acertijos y trabaja diferentes texturas para que la dulzura prime sobre “cosas tristes o complejas”, declara Cánepa; el sonido, además, es una herramienta importante para introducir estímulos, sensaciones y presencias.
“Nunca se nombra la palabra ‘dictadura’ ni ‘militar’, es un poco más abstracto y son los adultos los que podrían ubicarla específicamente en ese contexto”, señala la autora.
En las funciones vividas esta semana, que en cierta forma fueron de menos a más, Cánepa percibió mucha participación de los niños. “Muchos padres nos agradecieron el hecho de que abrimos una puerta para el diálogo en casa, y es lo que queremos fomentar”, agrega, consciente de que su obra genera más preguntas que respuestas. “Pero nos devuelven cosas superlindas, y superfuertes”, resume.